La suya es la maestría de los maestros, la excelencia ante la pizarra, medalla de oro en los pupitres. Sus clases son la suma de conocimientos y diversión, la resta del aburrimiento, multiplicadas por la pasión. Y sin división de opiniones. Laura y Sara (en ... Infantil), Alejandro (en Primaria) y Nacho (en Secundaria y Bachillerato) son los cuatro vallisoletanos que aspiran a convertirse en los mejores profesores de España.
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Sus nombres –después de las propuestas realizadas por los alumnos y sus familias– han pasado ya la primera criba de 184 seleccionados (de entre 1.178 candidatos de todo el país)para conseguir el premio Educa Abanca. El 30 de octubre, la lista se reducirá a diez candidatos por categoría (desde Infantil a la Universidad, enseñanza no formal y FP) y el 15 de noviembre, después de la revisión de méritos y publicaciones, se entregará un reconocimiento, que en este 2021 alcanza su quinta edición, y en el que se ensalzan los méritos pedagógicos. ¿Y cuáles son los suyos? ¿Cuáles las estrategias educativas de estos cuatro docentes?
«El reto está en que los alumnos no tengan que aprender, sino que quieran aprender», resume Alejandro Herrán (Valladolid, 1980), profesor este año de segundo de Primaria en el colegio Miguel Delibes, en Aldeamayor. Y para conseguirlo, Alejandro se apoya en la 'gamificación'. Utiliza para sus clases las estrategias de los juegos:una narrativa de acción, la adquisición de destrezas para pasar de nivel, la demostración de conocimientos para avanzar de pantalla... «No van a clase a jugar, van a aprender. Pero el juego y la motivación ayudan a conseguirlo. Son las herramientas que utilizo para alcanzar los objetivos», indica Alejandro.
Y pone varios ejemplos de este curso. Al comenzar el primer trimestre, les propuso elaborar en clase unas sabrosas galletas. Pero para conseguir cada uno de los ingredientes debían completar con éxito el temario. Hay que aprender para lograr el azúcar, para conseguir la harina, para hacerse con la levadura. Una motivación extra con un dulce final.
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Y esta táctica se usó en otros tramos del curso, cuando había que acumular los poderes de un superhéroe (el escudo, la capa...) para detener un meteorito. O para salvar cinco animales en peligro de extinción –y que servían para explicar los distintos paisajes–, desde la foca monja del Mediterráneo, al lince ibérico o el oso pardo.
Esta última vía sirvió además para inculcar principios ecológicos y de reciclaje en el centro, que además se difundieron en una radio escolar y un plató televisivo en clase. «El apoyo de los compañeros y del colegio es fundamental. Son proyectos que hay que preparar con antelación. Y hay que creer en ellos para ponerlos en marcha y sacarlos adelante», explica Alejandro. Con todo esto, asegura, se consigue una de las grandes misiones de la educación: generar «confianza y seguridad» en los alumnos.
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Alejandro lo aprendió durante su etapa de estudiante. Cuenta que esa inyección la obtuvo de sus profesores de música. Estudió en el instituto Las Salinas, en Laguna de Duero. Allí coincidió con Heliodoro, un profesor de Historia que un día se presentó en clase para explicar la batalla del Ebro con un juego de mesa, con las fichas del Risk. «Ese tipo de metodologías antes no eran tan habituales... y se me quedó marcado». Tanto, que, aunque estudio primero Informática, descubrió que su vocación estaba en la enseñanza. Yesa pasión la quiere transmitir en su aula.
«El gran reto es enganchar a todos los chavales de clase. El que quiere estudiar, seguramente lo va a hacer igual. Lo bonito es atrapar a los que el primer día están más desmotivados. No es fácil, no pasa todos los días, pero hay que luchar por ello», dice Nacho Gago (Salamanca, 1979), profesor de Secundaria y Bachillerato en el colegio Santa Teresa de Jesús. «Los alumnos, a estas edades, suelen ser menos receptivos.Están más pendientes de otras cosas:del móvil, de las redes sociales. Por eso es importante diseñar estrategias para atraerlos», defiende Nacho, quien imparte clases de Matemáticas, Tecnología en primero de la ESO y Química en segundo de Bachillerato.
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«El último año es más complicado porque estamos pillados por los temarios de la EBAU. Y la prueba de acceso a la Universidad mide tan solo unas cosas muy concretas. No se tienen en cuenta otros méritos del alumno, muy importantes para su formación, como los trabajos, el voluntariado...», defiende Gago, quien resalta algunas de las iniciativas desplegadas este año:desde las publicaciones periodísticas ganadoras del premio El Norte Escolar, hasta 'Dale vida a Frida', un proyecto ecológico que ha implicado a varias clases del colegio para favorecer el reciclaje de chicles:desde la fabricación de papeleras (y que los restos no acaben en el suelo y los patios)hasta productos fabricados con las gomas ya mascadas (como pulseras o bolis).
Y además, con otra clase diseñaron unas gafas 3D que, gracias a la realidad virtual, permiten presenciar diversas citas de ocio, cultura o deporte con la simulación de que estás en el mismo recinto del evento gracias a la realidad aumentada.
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De la complicación de los adolescentes, al desafío de los recién llegados. Dos vallisoletanas están entre las candidatas a mejores profesoras de Infantil. Laura Muñoz (Valladolid, 1992) imparte clases a veinte niños de 2 y 3 años en el centro Trastes Parquesol. Una clase burbuja a la que Laura ha querido «transmitir experiencias».
«A estas edades creo que es muy importante el aprendizaje real, que manipulen cosas, que trabajen con texturas, que no se limiten a las fichas, sino que experimenten sensaciones sobre aquello que están aprendiendo». No importa, por ejemplo, que se calen cuando se está explicando el agua (se sacan pipetas o se congelan cubitos de hielo de colores). «Y siempre hay que estar muy atenta a sus estados de ánimo. Puede que lleves una actividad planificada, pero tienes que saber adaptarte. Si ese día la clase está más nerviosa o pide más movimiento, a lo mejor hay que ir de lleno a las colchonetas», apunta Laura, para quien el objetivo final es que «vuelvan contentos» a casa.
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Sara Díez Bombín (Valladolid, 1985)es profesora de primero de Infantil en el colegio Nuestra Señora del Pilar y subraya las complicaciones de este curso marcado por la pandemia. «Para la mayoría de estos niños era su primera experiencia de socialización. Nunca antes habían estado en una clase. Y, además, venimos de un año de confinamiento, de restricciones sociales». Los grupos en los que se han relacionado los pequeños han sido más limitados. Y había que ensanchar esa primera ventana al mundo.
«Para mí ha sido muy importante este año crear grupo, que se vieran como compañeros. Y fue muy emocionante cómo, a mediados de curso, llegó un nuevo alumno, que se incorporó después de atravesar una enfermedad, y ver cómo todos lo recibían como uno más», explica Sara, quien comparte las dificultades que ha habido que afrontar en esta temporada de mascarillas y distancias, «donde los gestos de afecto, tan importantes, ha habido que mostrarlos de otras formas».
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«Con la nominación, ya he ganado», dice Sara, quien ensalza la importancia de unos galardones «que arrojan luz en la labor de los educadores. Este año se ha demostrado más que nunca su importancia y, además, los premios sirven para poner en valor todo el trabajo que hay detrás. Los docentes tenemos que estar en permanente reciclaje, adaptación a los nuevos modelos pedagógicos... y a las clases con las que estamos cada año, porque cada niño requiere una atención especial», concluye.
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