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Miguel, Merce, Julio, Begoña, Alejandro, Teresa, Elena, Marcos, Enrique, Sara, Silvia, Sandra y Verónica, actores y voluntarias del grupo de teatro El Cuarto Azul José C. Castillo
El Cuarto Azul, el teatro como herramienta de integración en Valladolid
La red social

El Cuarto Azul, el teatro como herramienta de integración en Valladolid

El grupo escénico de la Fundación Personas es un vivo ejemplo de cómo las tablas pueden ser una vía para romper con la timidez y mejorar las habilidades sociales y la dicción de actores con discapacidad intelectual

Domingo, 3 de marzo 2024, 00:08

Sara Huerta siempre quiso ser actriz. «Yo me pongo una de Disney y te la digo entera. Me sé todos los papeles», asegura con una sonrisa de tímida satisfacción. Por ejemplo, 'Vaiana'. O 'La sirenita', una de sus películas preferidas, de la que no solo se sabe los diálogos, dice, sino también las canciones, nota por nota, giro por giro, compás por compás. «Empecé con 'Bajo del mar', y luego ya todas las demás».

Cuenta que su tercera película preferida es 'Encanto'. Por la historia, sí, pero también porque hablan «con un acento colombiano» que le viene muy bien para cogerle el punto a 'Pasión de gavilanes', la obra que durante este curso preparan en su grupo de teatro.

Sara es una de los once intérpretes que forma parte del elenco de El Cuarto Azul, agrupación escénica integrada por personas con discapacidad intelectual. Para ellas, subirse al escenario no solo es un reto, un chute de energía, un orgullo por los aplausos recibidos, sino que también es una herramienta de integración que, además, favorece su desarrollo personal.

El Cuarto Azul

El grupo de teatro El Cuarto Azul nació el año 1995, dentro del programa de ocio de Fundación Personas. Hoy, es la agrupación escénica más importante de Valladolid formada por personas con discapacidad intelectual. El elenco está compuesto por once actores, con una monitora (Tania Álvarez) y la colaboración de dos voluntarias. Ensayan todos los martes, de 19:00 a 21:00 horas, en el centro cívico de La Rondilla y cada año preparan una pieza que estrenan en la Muestra de Teatro Vecinal y luego representan en otros escenarios.

«El teatro es una vía estupenda para expresar la creatividad», explica Rebeca Sanz, responsable del servicio de ocio de Fundación Personas, en el que participan casi trescientos usuarios únicos (en actividades de cocina, manualidades, deporte o informática). Subirse a las tablas sirve además para afianzar la confianza, mejorar la memoria, trabajar la vocalización, ahondar en las relaciones de amistad.

«El teatro debe ser algo para todo el mundo, en el que cualquiera pueda participar», asegura Verónica Serrada, dramaturga con un reconocimiento de la SGAE, candidata a los premios Max, con obras estrenadas en el Calderón, beca en el LAVA y ahora, voluntaria en este grupo de Fundación Personas.

«El teatro es una ayuda para mejorar las habilidades sociales, para romper la timidez. Y para ayudarse unos a otros, porque dependes de los demás, de los diálogos que compartes con ellos y del proyecto que se construye en equipo», añade Serrada.

Aquí preparan todos los años una obra nueva. Desde cero. Cada curso, un montaje. Así desde 1995, año en el que nació El Cuarto Azul. Eligieron este nombre porque así estaba pintada (y todavía sigue en esa tonalidad) la habitación en la que ensayaban, en el local que Fundación Personas tiene en la calle Expósitos.

Desde hace años, se reúnen todos los martes en el centro cívico de La Rondilla. Allí, repasan textos y ponen en pie piezas como 'Peter Pan', 'La novia cadáver' o 'Romeo y Julieta'. En octubre, cuando empiezan la temporada, votan la obra que quieren interpretar. Este año les apetecía algo con tinte de telenovela. Y apostaron por una de las más famosas, 'Pasión de gavilanes'.

Mercedes Pérez, otra de las voluntarias del grupo, se tragó unos cuantos capítulos de la serie para adoptar el tono y construir una historia que se amolda a las necesidades del grupo. «Si es necesario, añadimos nuevos personajes. Y siempre se adaptan los diálogos, por si hay alguna palabra que les cuesta o con la que no se encuentran cómodos», indica Mercedes, quien comenzó como colaboradora de Fundación Personas en los talleres de manualidades y que ahora, en el grupo de teatro, coordina las labores de decorados y vestuario.

Aunque, en este último caso, muchos lo traen preparado desde casa. Es el caso de Miguel Gómez, quien todos los años recibe de los Reyes Magos el traje que vestirá en la próxima representación. Esta vez le ha tocado el papel de Rosario, «una bailarina vaquera que trabaja en el bar». Suele ponerse de acuerdo con Silvia para intercambiarse papeles. Él quiere meterse en personajes femeninos. Ella, en papeles de chico.

«No me gustan las faldas ni los vestidos. El año pasado me tocó 'La Cenicienta' y la hice un poco macarra», cuenta Silvia, quien ingresó en el grupo gracias a su primo Félix, antiguo integrante de la agrupación. «Le decía a mi madre: 'Apúntala, tía, apúntala'. Y aquí estoy».

Reconoce Silvia que uno de sus momentos preferidos de los ensayos es cuando, a las ocho de la tarde, hacen una pausa para una pequeña merienda de hermandad.

Para aprenderse sus diálogos tiene una aliada: su perra Lara. «Le digo: 'Ven aquí, que te voy a contar una cosa'». Y le recita su papel. «Si la perra se duerme, es que lo estoy haciendo mal», bromea. Enrique Lorenzo, uno de los veteranos del grupo, con más de veinte obras a su espalda, tiene otro truquillo: «Yo me grabo en el móvil y luego me escucho». Y a partir de ahí, «repetir, repetir y repetir».

Sandra Alonso prefiere subrayar sus líneas con fosforito amarillo. Ella suele reservarse el papel de narradora, porque si tiene que encarnar un personaje se pone «nerviosa».

Para Elena Peñalba, el mayor reto está en vocalizar, conseguir que su voz se escuche bien y con claridad en el patio de butacas. Para eso, explica, es importante «levantar el volumen».

Este, junto a los gestos y los movimientos escénicos, es uno de los aspectos que más se trabaja en el grupo. Y romper con la timidez. Esta es la gran asignatura superada por Alejandro Carrión, quien ha encontrado en el teatro un aliciente para salir de casa y mejorar sus relaciones sociales. Admite que al principio le costó, pero ahora se ha contagiado por el venenillo del teatro y disfruta con su papel de Fernando, el malo de la obra. «Lo mejor de todo es sentir los aplausos, ver que a la gente le ha gustado lo que haces», reconoce Marcos Redondo, convencido de que uno de los grandes atractivos del teatro es «impresionar al público».

Entre los integrantes de El Cuarto Azul hay dos instituciones. Son Julio Peña y Bego Torralba. Llevan casi 25 años en la formación. Dice Julia que se apuntó a teatro después de ver varias obras en la tele y de que se quedara maravillado cuando vio una representación en un pueblo cuyo nombre no recuerda. Eso sí, «la actuación fue por la mañana».

Bego admite que no le gusta mucho cuando hay que repetir una escena hasta que salga bien, pero que esa es la mejor forma de garantizar que todo estará en su sitio para el día del estreno. Y entre las nuevas incorporaciones está Teresa Movilla, quien se animó a unirse al grupo después de ver a los que hoy son sus compañeros en una actuación.

«Lo bueno es que cada año cambian de obra. Eso les motiva más y además sirve para que no se acomoden, para que cada curso sea un desafío y tengan que aprenderse nuevos papeles», explica Rebeca, consciente de que el teatro es una vía fantástica para que «todas las personas puedan demostrar sus capacidades».

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