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En Valladolid, cerca de 150 personas han sido atendidas en lo que va de año por el equipo de atención integral a personas sin hogar de Cruz Roja, mientras que 2021 finalizó con cerca de 400. Estos ciudadanos carecen de una vivienda y duermen a ... la intemperie sin posibilidad de esquivar las inclemencias meteorológicas. Sus días son eternos porque tampoco tienen ocupación y se encuentran en situación de exclusión, sin motivación y sin apenas oportunidades de reinsertarse en la sociedad. Por este motivo, el programa de atención integral a personas sin hogar de Cruz Roja, financiado por el IRPF de la Junta de Castilla y León y creado el 1 de julio de 2000, atiende a quienes están en situaciones de extrema vulnerabilidad. Magdalena Palomo, actual responsable del programa, explica que su labor se centra en «la tarea de creación de vínculos entre nosotros y los ciudadanos sin recursos, que sepan que estamos ahí para acompañarles y ofrecerles la ayuda que necesiten, además de realizar las salidas nocturnas en las que les damos algo caliente y nos cercioramos de que continúan en la ciudad y no les ha pasado nada».
Con más de veinte años de experiencia en las calles de Valladolid, describe que el perfil de las personas sin hogar es mayoritariamente masculino. En porcentajes, un 85% son hombres y alrededor de un 15%, mujeres. «Seguimos teniendo un perfil general que se ha mantenido a lo largo del tiempo sin cambios: hombre en torno a los cuarenta años con una educación básica y sin estudios superiores». Pero para el equipo «eso es la media y aquí no importa, nos centramos en cada situación individual para ofrecerle exactamente lo que se adapte a sus necesidades básicas», cuenta Magdalena. Constata, además, que la irrupción de la pandemia intensificó el perfil de población muy joven, de entre 19 y 25 años, generalmente inmigrantes que han entrado en España por medios irregulares y que están en una situación de exclusión absoluta porque no tienen posibilidades de documentarse ni acceder a los recursos legalmente, como la sanidad o un trabajo digno, lo que genera problemas de fondo difíciles de solucionar a corto plazo.
Desde el inicio del programa, pese a haber pocos datos, los expertos refieren que incluso en las mayores épocas de bonanza del país el colectivo de personas sin hogar se ha mantenido estable, pero en las sucesivas crisis la situación se recrudece. «Cuanto peores son las circunstancias, las situaciones individuales se agravan», lamenta. Además, una dificultad añadida es la salud de estos individuos. Muchos presentan enfermedades crónicas a nivel físico y pasar el confinamiento sin relacionarse con otras personas no les ha beneficiado. Tampoco poseen de un teléfono móvil ni dónde cargarlo, por lo que pedir ayuda en caso de emergencia supone un problema. Con el objetivo de solucionarlo, Cruz Roja apostó por continuar realizando las consultas y peticiones de ayuda de forma presencial. Por ello, cuando una persona sin hogar llega a la sede, el protocolo de actuación inicial es atenderle sin cita previa, a demanda. Esto ha supuesto dificultades añadidas a nivel higiénico y organizativo, pero destacan que «es preferible ser lo más accesible posible para no aumentar el sufrimiento de estas personas».
A raíz de esta labor, el equipo de voluntarios realiza también salidas nocturnas, a las que acuden con una especie de invitación previa de las personas sin hogar. «No podemos invadir su espacio cuando queramos, tenemos que realizar un contacto previo para que no se sientan intimidados o amenazados. Lo principal es generar un vínculo y ser capaces de que esa persona sienta que le importa a alguien y que hay gente interesada por su situación». A partir de ahí, el equipo debe plantear qué quiere hacer cada individuo con su vida, cuál es su situación de partida y por dónde pueden empezar a tirar del hilo para ver qué opciones tiene y hacia dónde quiere, puede o debe orientar su futuro, centrándose en lo que conoce o descubriendo nuevos horizontes.
En algunas ocasiones, los objetivos de los trabajadores de Cruz Roja son distintos a los de la persona a la que ayudan, por lo que el estudio previo de cada individuo es fundamental. «No siempre es el momento porque muchas veces nos gustaría que las cosas fueran más deprisa y que esa persona estuviera mejor cuanto antes, pero la realidad es que se va al ritmo que se puede y que nos dejan las circunstancias», cuenta Magdalena. Romper este círculo vicioso es el reto al que se enfrentan día a día técnicos y voluntarios, por lo que las intervenciones no son rápidas ni sencillas. Parten de la escucha y el acompañamiento incondicional de la persona, algo que no encaja con marcarse objetivos de éxito en el corto y medio plazo. «Muchos sienten que la sociedad no merece la pena, que nadie les va a dar oportunidades y se genera una situación de rebote en la que rechazan su propia integración para evitar que les vuelvan a dejar de lado. Es un mecanismo de defensa».
Para formar parte del equipo de voluntarios, cualquier ciudadano puede solicitar información y ver si la forma de actuar de Cruz Roja encaja con su manera de ver la vida y sus valores. Si eso es así, realizará una formación institucional y un técnico le enseñará en qué consiste la actividad, pero también a gestionar todo el desgaste emocional y la sensación de frustración «porque esto es una carrera de mucha resistencia y poca velocidad».
Dentro del programa de atención integral a personas sin hogar de Cruz Roja está la realización de salidas nocturnas cada martes, jueves y domingo en Valladolid para ofrecer una bebida caliente y algo de comer a los ciudadanos que duermen en la calle. Para ellos, cuando cae la noche, sus ángeles de la guarda acuden a los lugares en los que duermen para hacer su vida un poco más agradable. Se trata de los voluntarios de Cruz Roja, que realizan tres salidas nocturnas por semana y en cada una atienden a 45 personas sin hogar en Valladolid. Para cada ruta, cargan la furgoneta con café, agua, leche, magdalenas y otros alimentos, además de mantas y ropa de abrigo, y salen dispuestos a proporcionar la ayuda necesaria a quienes no tienen nada. Sus turnos comienzan a las nueve de la noche y se alarga hasta bien entrada la madrugada.
Para hacerlo posible, el programa cuenta voluntarios que se turnan para cubrir todas las rutas semanales. El año pasado fueron 27 los vallisoletanos que formaron parte del equipo de voluntarios y María Martín Muñiz, técnico responsable del programa, se encarga de gestionar los recursos. «Atendemos a gente en cajeros, bancos, debajo de los puentes... El objetivo es darles algo caliente e incentivar que vuelvan a estar motivados para rehacer su vida», precisa María.
Así, a las ocho y media de la tarde llegan los dos voluntarios a los que les toque realizar la ruta y comienzan a hervir agua para la preparación de café, chocolate o la bebida que elija cada uno de los atendidos. «Intentamos que no falte de nada porque durante el recorrido no podemos volver a la sede ya que supondría un retraso importante en la llegada de la ayuda a los ciudadanos que nos esperan». Llegadas las nueve de la noche y con todo cargado salen de la sede de Cruz Roja de la calle Pólvora. En la ruta, diseñada con anterioridad, están marcados los puntos en los que hay personas sin hogar durmiendo. Al ser una actividad itinerante hay paradas fijas, pero se encuentran también con nuevos individuos que necesitan atención.
Desde la furgoneta van observando por si aparece una persona a la que no se atiende. «Miramos y observamos cada rincón de una parada a otra porque hay veces que aparecen nuevos usuarios», explica María. Pero dentro de sus objetivos impera el no invadir su espacio personal. «No queremos molestarles ni quitarles el sueño, simplemente que sepan que estamos ahí para lo que necesiten y no se sientan solos».
En cada ruta, cuando acuden a los diferentes usuarios, son muchas las caras conocidas. «Tenemos un perfil más crónico a los que llevamos atendiendo varios años, que esperan la ayuda y que se muestran muy agradecidos». En este sentido, María reconoce la importancia del servicio pero confía en que a medio o largo plazo termine por desaparecer porque significaría que todos han encontrado un hogar y han accedido a los recursos que necesitaban para rehacer su vida. Aunque la realidad es diferente y este año se ha incrementado el número de ciudadanos sin hogar, especialmente por la llegada de jóvenes en situación irregular, según constatan los datos y explicaciones ofrecidas por Cruz Roja.
En el transcurso del recorrido, María asegura que ahora, con el cambio de horario y el aumento de las horas de sol, la intervención es más delicada porque la mayoría sienten que se les juzga u observa durante el día. «La oscuridad es su refugio y es en ese horario cuando prefieren recibir la ayuda», lamenta. Ya de madrugada, rozando las dos, regresan a la sede y dan por finalizada su labor en la calle hasta el próximo día de ruta por Valladolid.
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