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El confinamiento está fomentando redescubrimientos: desde el vecindario más cercano a lo valioso que resulta tener a mano un balcón al que asomarse, y no ... digamos una terraza o un patio en el que airearse tras varias semanas de reclusión. «Hoy todo el mundo desearía tener una terraza amplísima, a pesar de que en Valladolid se dice que las usamos dos meses escasos y la mayoría de la gente las ha terminado cerrando». Esta paradoja la pone encima de la mesa Manuel Vecino, presidente del Colegio de Arquitectos de Valladolid en una invitación a reflexionar sobre la configuración de la vivienda y los cambios que podría acarrear en su uso y diseño cuando pase la crisis originada por la pandemia del coronavirus.
«A lo mejor queremos hacer más teletrabajo y necesitamos pequeños espacios adaptados a ello, y viviendas más amplias porque la pequeña nos constriñe demasiado, pero eso tiene que ver con el precio», esgrime Vecino, poniendo como ejemplo que su padre, «un hombre de clase media baja con un único sueldo y cuatro hijos fue capaz de pagar una vivienda en diez años; dime tú qué sueldo medio-bajo puede pagar algo así».
Al margen de las ventajas e inconvenientes que ofrece el teletrabajo, considera que su práctica obligará en muchos casos a la remodelación de espacios para poder hacerlo en condiciones. «Necesitas un lugar para estar cómodo y medianamente tranquilo; a partir de esos requerimientos la demanda será distinta y la vivienda, también. Si diseñas arquitectura que no sabes quién la va a usar, haces algo estándar, con una serie de espacios y dimensiones parecidas; en cambio, cuando haces algo enfocado a una persona que ya conoces, te adaptas a esas necesidades creando algo a su medida y sus necesidades».
Reelegido hace dos meses en la dirección de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Valladolid, Darío Álvarez defiende que, a pesar de todo, la arquitectura va siempre un paso por delante de lo que se plasma en la sociedad. «En los trabajos que hacemos con los alumnos están muy presentes las cuestiones de adaptabilidad de la vivienda con nuevas tipologías de espacios, otra cosa es la respuesta de la construcción en la sociedad, lo que se construye, responde todavía a unos sistemas un tanto anticuados».
Lejos de la habitual configuración de espacios que suele delimitar el diseño más convencional empleado en la construcción de pisos de dos o tres habitaciones, defiende que existen modelos mucho más versátiles que permiten jugar con paneles móviles en lugar de la tradicional compartimentación en tabiques, pisos que se deslizan... «Me irrita cuando veo en televisión casas de famosos contando cómo viven su confinamiento en viviendas enormes con jardines, piscinas gigantes y una gran ostentación, pero muy convencionales cuando podían haber optado por modelos más flexibles e innovadores».
Deplora la «obsesión» por colocar cerramientos en terrazas y aboga por habilitar espacios intermedios abiertos. «Yo creo que después de todo esto que estamos viviendo no reinventaremos la vivienda, –algo que desde las escuelas de arquitectura se está haciendo desde hace muchos años– , sino que intentaremos hacer pedagogía, transmitir que puede haber otros modos, incluso con el mismo espacio de cien metros cuadrados, de ser flexible, adaptable a un entorno de juegos si hay niños, de trabajo o familia».
El de la decoración es otro de los sectores llamados a participar en la readaptación del espacio en las viviendas. «Ya se estaban acomodando estancias al teletrabajo, pero cuando pase todo esto esperamos una gran demanda; tenemos que hacer propuestas interesantes para ganar huecos y distribuir el espacio de manera no invasiva», Amparo Pajares, responsable de proyectos del estudio de decoración Juluis, con sede en Palencia, ofrece sus servicios por todo el país. «Se impondrán soluciones prácticas para una tipología de pisos entre 80 y 90 metros –que son la mayoritaria–, creando ambientes sanos y cómodos, donde la persona esté rodeada de objetos agradables que despierten sentimientos positivos, conjugando ambientes de trabajo y descanso».
Que estar encerrados nos ha hecho más conscientes de que el entorno que habitamos ha de ser más flexible es algo que da por sentado Nacho Paredes, del estudio vallisoletano Paredes y Rivas Arquitectos. «Eso entraña que a lo mejor hay que proyectar edificios que no son para toda la vida, sino para una parte de nuestra vida: si vivo con hijos necesito más dormitorios, si lo hago solo o en pareja organizaré la distribución de otro modo... Arrastramos un modelo tradicional de vivienda que viene siendo lo mismo desde el siglo XIX y hay un momento en que se tiene que producir un cambio adaptándola a la manera de vivir, Cada vez es más habitual ver separaciones virtuales entre un salón y una cocina con una mampara, o un cambio de pavimento, o el propio mobiliario con tabiques móviles y puertas correderas que en un momento determinado pueden individualizar un dormitorio...».
A José Manuel Martínez, profesor de la Escuela de Arquitectura de Valladolid, no dejan de llamarle la atención escenas cotidianas que aparecen estos días en los medios y en redes sociales, en las que aparece gente tumbada en el alféizar de una ventana o un balcón de 30 centímetros de ancho. «De ahí deberíamos sacar conclusiones con un poco de reposo, que nos sirva para escuchar más a la gente. La crisis –añade– es un catalizador de problemas y el de la vivienda siempre suele aparecer en momentos de convulsión política, social o económica».
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