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Los análisis de los expertos se multiplican estos días tratando de medir la dimensión del agujero económico y empresarial al que tendremos que hacer frente cuando la caída libre por el coronavirus se pare y podamos establecer el balance real de daños.
España se ... enfrenta a una crisis laboral sin precedentes. Si se confirman las peores previsiones, en 2021 el 25% de los ocupados protegidos por un ERTE (expediente de regulación temporal de empleo) terminarán perdiendo su trabajo. Habrá que esperar hasta 2026 para que se puedan reabsorber las pérdidas de puestos. Es el pronóstico de ManpowerGroup, consultora que publicó 'La crisis del empleo del COVID-19' esta semana.
«Es una década perdida para el empleo en España», lamenta su presidente, Raúl Grijalba. También el catedrático emérito de Economía Aplicada Josep Oliver remarca que España se enfrenta a una crisis «sin parangón» en materia de trabajo. E insiste en que «la capacidad de crecimiento y de generación de empleo que se produjo entre 2014 y 2019 será muy difícil de recuperar».
Si esta crisis sanitaria está arrastrando en su caída a gran parte de la economía, el estallido de la burbuja financiera de 2008 se llevó consigo a sectores enteros del tejido productivo. Pero siempre hay margen para evitar lo que parece irreversible.
En Valladolid y Castilla y León, empresas con historia y muchos puestos de trabajo no lograron sobrevivir. Factorías todavía viables como Lauki (lácteos, 84 empleos, Valladolid) eliminada para ahorrar competencia por su matriz francesa. O Puertas Norma, que con su cierre dio un 'zarpazo' de 553 empleos en la comarca de Tierra de Pinares.
Especiales coronavirus
Para tratar de revertir estas situaciones se impulsó el Acuerdo Marco para la Competitividad e Innovación Industrial de Castilla y León 2014-2020 con un Protocolo de Empresas en Crisis, la llamada Fundación Anclaje.
Su labor permitió sentar en una mesa a las tres 'patas' necesarias para salvar empleo (empresarios, trabajadores y Administración). La reflexión del secretario general de la patronal regional Cecale, David Esteban Miguel, valió entonces y vale ahora. «Habría que levantar un monumento a todos aquellos que decidan continuar. Depende de la valentía y la hiperresponsabilidad de todas las partes».
Con mediación oficial o sin ella, la experiencia de empresas que estuvieron al borde del final y hoy son ejemplo de reinvención y futuro puede ayudar a entender que las predicciones pesimistas pueden revertirse.
Macrolibros va camino de su primer medio siglo de vida en Valladolid. Nació en 1973 tras el acuerdo entre la Editorial Miñón y Mateu Cromo ( Madrid). En sus inicios, se dedicaba a la producción de libros de texto y a la famosa Enciclopedia Álvarez de la que se hicieron millones de ejemplares. Después se adaptó a las necesidades del mercado y comenzó a producir libros de todo tipo. Abrió fronteras y comenzó a exportar en los años ochenta.
Una plantilla sobredimensionada (unos 200 trabajadores) y cambios estratégicos en la matriz francesa (Mondelez) colocaron a la planta de Dulciora en una encrucijada. A finales de 2017 se concretó un acuerdo con la valenciana Damel, líder en el sector de los dulces con productos como Palotes o Pectol.
Hace dos años el futuro de Made Medina, fábrica de estructuras para electricidad en Medina del Campo, parecía sentenciado. La apuesta por las energías renovables y la crisis de estas le salió muy caro. «Era un calvario. Llevábamos dos años sin cobrar, con el paro agotado. Nos veíamos en la calle 124 trabajadores (170 si incluimos los eventuales)», resume el presidente de su comité de empresa, Helder Ferrinho. Un ERE extintivo en febrero de 2018 y la intervención concursal de un juzgado parecían confirmar la defunción de su actividad.
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