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Saray Horcajada
Valladolid
Martes, 16 de julio 2024, 06:41
Afincarse a los 27 años en la Gran Manzana trabajando en lo que te gusta y que tus investigaciones en análisis de datos y en el área de inteligencia artificial sean reconocidos con un prestigioso premio para matemáticos menores de treinta años es un logro del que pocos pueden presumir. Es el caso del vallisoletano Alberto González Sanz, joven investigador posdoctoral el Premio de Investigación Matemática Vicent Caselles, distinción que otorga la Real Sociedad Matemática Española y la Fundación BBVA.
Alberto González, que actualmente es profesor asistente en la Universidad de Columbia, en Nueva York, se crió en el barrio vallisoletano de Parquesol y tras realizar sus estudios en el centro Compañera María la Enseñanza se decantó por la carrera de Matemáticas. Aunque pueda pensarse que la vocación le viene casi por herencia, ya que su madre también es matemática, no siempre lo tuvo claro: «Entré en matemáticas un poco de milagro; la nota media era un 5 –ahora es una de las más altas, con una nota de corte de 12,37– y nadie la quería coger. Pero me gustaban las ciencias y también me convencieron en las jornadas extraescolares, además de mi madre».
Sin embargo, lo de sacar buenas notas no llegó hasta la etapa universitaria, cuando descubrió que ese tipo de matemáticas le gustaban realmente «Las de Secundaria no son entretenidas y las de Bachillerato las puede hacer un ordenador. Lo que no se ensaya es la parte de lógica, en la que se debería hacer más hincapié, y eso es lo que realmente se enseña en la carrera», comenta el joven investigador, que fue también Premio Extraordinario de la Universidad de Valladolid.
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La demanda laboral de graduados en Matemáticas es muy elevada. Aunque suele verse solapada por alguna ingeniería, la tasa de paro en esta titulación es bastante baja: «Las empresas ofrecen salarios muy competitivos a los que estudian esta carrera, hay mucha demanda. Para trabajar en el ámbito privado, yo recomiendo Matemáticas antes que una ingeniería», explica Alberto González. En su caso, al acabar el grado, con Erasmus en Italia incluido, decidió hacer un máster en Valladolid para adentrarse en el análisis matemático. Al año siguiente cambió de rama y se doctoró en análisis estadístico.
El doctorado lo hizo a caballo entre su ciudad natal y Toulouse (Francia). «Es más fácil encontrar una beca pagada en Francia que en España, hay una diferencia abismal. En Toulouse rozaba el centenar de personas en el doctorado y aquí había unas siete u ocho», señala González Sanz, quien considera que «hay que invertir más en los jóvenes investigadores».
En la actualidad, él investiga como ayudante a doctor y es profesor asistente en la Universidad de Columbia, una oportunidad que le llegó durante una estancia previa en otra universidad neoyorquina que le permitió mejorar en sus trabajos e investigaciones, así como adquirir experiencia, algo muy valorado en Estados Unidos. «Se valoran muchos los currículum y suelen hacer una clasificación de los mejores. A mí me contrataron en Columbia. Cuantas más publicaciones e investigaciones tengas se supone que es mejor, aunque hay gente que publica de más y hace trampa. Eso se sabe entre los miembros de este gremio», asegura el joven matemático.
Para el vallisoletano, las condiciones laborales en Estados Unidos son mucho mejores que las que hay en España, tanto a nivel de salarios como de horarios: «Aquí se trabaja la mitad de horas que en España», señala González, quien considera que esta es una de las causas de la denominada fuga de cerebros, o de talento, hacia otros países.
A nivel académico, la forma de dar clase y de aprendizaje es bastante distinta en EE UU. «Los estudiantes americanos buscan más las aplicaciones para captar las clases para que ellos aprendan cosas de la vida real, en España es mucho más teórico», señala el investigador posdoctoral vallisoletano, quien añade que la teoría «debe ser necesaria como base para su posterior aplicación a casos prácticos».
Del trabajo de Alberto, que compartió director de Tesis con la también vallisoletana Paula Gordaliza que el año pasado obtuvo el mismo premio explica que «los recientes avances en algoritmos de inteligencia artificial han propiciado notables progresos en la ciencia de datos y sus aplicaciones en diversos sectores de la sociedad, pero la opacidad e inestabilidad de dichos algoritmos dificultan la confianza en sus decisiones». Los datos que observamos «están sometidos a una aleatoriedad y lo que yo hago es ver los procedimientos hechos en un algoritmo de inteligencia artificial para averiguar qué pasaría sí estos crecieran aumentando el número de datos», añade. Asimismo, indica que están trabajando en los algoritmos denominados 'de caja negra' para tratar de abrirlos para poder controlarlos.
La inteligencia artificial, que impacta ya en los ámbitos más cotidianos de nuestra vida, generan interés, e incluso fascinación, pero también recelo. Alberto González considera que puede ser bastante útil y eficiente. «A la hora de desarrollar un programa que te puede llevar unas horas, con la inteligencia artificial en un minuto lo puedes tener», aunque aclara que su mayor preocupación respecto a herramientas como ChatGTP es el tema de la privacidad y de garantizar que no se van a compartir los datos con los que se trabaja.
Conforme la inteligencia artificial invade cada vez más sectores profesionales, aumenta la preocupación por la pérdida de empleos. Como ejemplo, según el último informe de Randstad Research que analiza el mercado de trabajo en el sector de la automoción, la implantación de la IA hará que las tareas desarrolladas por la personas se reduzcan hasta en un 11% en los próximos tres años. Sin embargo, el joven matemático vallisoletano considera que «el temor a que te sustituyan por una máquina» lleva sucediendo a lo largo de la historia. «Al final se destruyen unos puestos de trabajo y se crean otros, Hay que adaptarse a las nuevas necesidades que llegan para aprender a manejarlas y crear así nuevos puestos de trabajo».
Aunque parezca paradójico, en una de las actividades en las que más 'falla' la IA es en los razonamientos matemáticos, ya que «solo resuelve pequeños problemas», por lo que se podría considerar la asignatura pendiente de la inteligencia artificial.
Sobre qué le deparará el futuro, no se lo plantea porque «nunca he sido partidario de los planes a largo plazo». Lo que sí hace es exprimir sus días hasta la última gota. «Trabajo bastantes horas y duermo poco, tengo esa ventaja para aprovechar más los días. Actualmente estoy investigando varios proyectos, aunque ahora más relacionados con los análisis matemáticos», concluye.
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