El misionero Agustino Recoleto José Luis Garayoa falleció al anochecer del pasado martes en El Paso (Texas) víctima de la covid. Durante muchos años fue profesor del colegio San Agustín de Valladolid, aunque su vocación misionera limitó sus estancias en la ciudad a las ... visitas que realizaba a su centro escolar cada vez que regresaba a España para descansar, disfrutar de su familia o recuperarse de cuantas enfermedades sufrió en sus inhóspitos destinos. Su testimonio siempre resultaba esencial y enriquecedor, removiendo corazones y bolsillos.
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A Garayoa no pudieron derrotarle las múltiples veces que se contagió de malaria en África, ni el ébola, ni la pobreza, la miseria o el hambre, ni tan siquiera las metralletas que apuntaron en varias ocasiones su sien en las semanas que estuvo secuestrado por un grupo armado en plena guerra civil de Sierra Leona en 1998, sentenciado a muerte y salvado in extremis por soldados de la ONU. Ha tenido que ser el coronavirus el que acabara con este inagotable hombre de bien en su última misión, ayudando a los inmigrantes latinos que esperaban la autorización para entrar en los Estados Unidos por la conocida zona de El Paso.
La semana pasada entró el virus en el convento de la misión agustina recoleta en la zona fronteriza al sur de USA, donde Garayoa realizaba su misión desde 2015. El último fin de semana tuvo mucha fiebre y su estado comenzó a preocupar. Allí la situación es caótica, con los hospitales saturados, sin capacidad de atención ni acceso a médicos, tratamientos, medicinas u oxígeno. Con los cuidados de sus hermanos frailes se fue recuperando hasta el punto de bromear por mensajes telefónicos el pasado domingo con algunos de sus hermanos de Valladolid. Mientras, su familia seguía con preocupación su evolución desde España y desde colegio el San Agustín. Cuando la mejoría era evidente al inicio de la semana, su estado empeoró entre el lunes y el martes como consecuencia de la virulencia de la enfermedad y de sus escasas defensas.
El martes falleció este hombre de paz, de bien, bonachón, un alma luchadora, insistente, intrépido, valiente y arriesgado. «Se nos ha ido un auténtico héroe del siglo XXI», compartía por redes sociales uno de sus alumnos en el San Agustín, Alfonso Hernández. Y es que Garayoa era así, bonachón y entregado, sin 'pelos en la lengua', ejemplo de vida y fe. Garayoa era mediático. Sabía dónde y cómo tocar para conseguir ayuda, llevando a sus misiones logros materiales y humanos insignificantes en la civilización pero esenciales en sus destinos. El resto lo ponía él.
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Especiales coronavirus
En el San Agustín fue profesor, amigo, asesor, confidente, scout del grupo Cruz del Sur, amante de la música y de ahí nació la canción que le compuso y dedicó el grupo Chispas, 'Gente de paz'. Para algunos era 'Chow', para otros, desde su última estancia en Sierra Leona, era el 'Grandpa', abuelo en la lengua local del país africano. En Valladolid logró inculcar sentimientos de lucha contra el racismo, amor y derechos humanos, además de ayuda a los pobres.
Del San Agustín partieron en numerosas ocasiones contenedores cargados de herramientas y víveres, materiales esenciales en su misión. Deja huella imborrable, con esa imagen de estar siempre rodeado de problemas, complicaciones, trabas, dramas humanos, con miseria y enfermedades incurables. Garayoa era un hombre vital y un gran buscador de soluciones.
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José Luis Garayoa nació en Falces (Navarra) en agosto de 1952. Fue ordenado sacerdote en 1976 y de inmediato mostró su vocación marchando como misionero a la Sierra de Chihuahua mexicana. Después trabajó en el proyecto socioeducativo de la Ciudad de los Niños en Costa Rica, para recalar más tarde en el San Agustín de Valladolid. En 1998 partió hacia Sierra Leona, donde sufrió el secuestro que mantuvo en vilo a amigos y familiares varias semanas. Desde la misión de Kamabai marchó hacia Nuevo México y Texas ocho años más atendiendo a inmigrantes hispanos. En 2006 volvió a pedir ser enviado a la misión de Sierra Leona, donde permaneció hasta 2015. Desde entonces, sus últimos años de dedicación y entrega se desarrollaron en El Paso (Texas).
«La vida te va enseñando que callar en ciertas circunstancias es pecado», escribía Garayoa recientemente a sus allegados a propósito de la disputa electoral en EE UU entre Donald Trump y Joe Biden, como voz conocedora de la situación que viven los inmigrantes latinos que tratan de buscar una vida mejor desde México y Sudamérica en su entrada natural hacia USA por El Paso, donde nos ha dejado a los 68 años de edad. Descansa en paz, Grandpa.
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