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Antonio Verdugo, párroco de Santo Toribio, en el barrio de Delicias. RAMÓN GÓMEZ
Coronavirus en Valladolid: «El covid puede convertir en abismo la fractura social que ya existía»

«El coronavirus puede convertir en abismo la fractura social que ya existía»

Antinio Verdugo, párroco de Santo Toribio, reclama a los políticos «las acciones que ya están haciendo los ciudadanos: el cuidado del más débil»

Víctor Vela

Valladolid

Sábado, 18 de abril 2020, 08:20

El sacerdote Antonio Verdugo es desde el año 2002 el párroco de Santo Toribio, una comunidad que a lo largo de su historia ha demostrado su compromiso social en Delicias. Durante los últimos meses, apoyaba, a través de distintos programas, a 110 personas en proyectos de intervención social y a 42 familias en atención primaria. Yesas intervenciones se mantienen también durante este estado de alarma. «Hay que acompañar a familias afectadas por el coronavirus, resolver conflictos familiares, atender a los menores, los problemas laborales». Para ello, coordinan una red de entrega de alimentos en el hogar, colaboran con cheques de compra, reparten víveres en la parroquia. Además, y a través de Cáritas, se hace acompañamiento a los jóvenes del barrio con las nuevas tecnologías.

–Esta crisis sanitaria ha sido un sopapo de realidad.

–Nos damos cuenta de nuestra fragilidad, ya no estamos seguros. Esta fragilidad, que todos compartimos, se agrava en situaciones y lugares donde la exclusión ya estaba presente. Las consecuencias de esta grave situación nos afecta a todos; pero a algunos más que a otros.

–Hay sectores más vulnerables...

–La fractura social de la que hasta ahora hablábamos puede convertirse en abismo.

–¿En qué sentido?

–Las familias que iban tirando a duras penas con trabajos mal pagados o que estaban en el paro, las que, viviendo ya en precariedad, tienen varios niños pequeños o bebés que necesitan mayor atención y desembolso económico. En el ámbito educativo, los chicos que hoy no pueden acceder a Internet, con graves dificultades para seguir un curso normalizado, con necesidad de apoyos. Todas estas personas, ¿cómo saldrán de esta?

–¿Cómo?

–Debemos estar atentos para que las intervenciones sociales sepan dar respuesta a las nuevas situaciones de exclusión que se producirán. Se trata de descubrir nuevas formas de acción social. A nuevas preguntas, nuevas respuestas. Esta toma de conciencia puede ser una ocasión, una llamada para replantear nuestra solidaridad con los que más padecen esta vulnerabilidad a la que hoy estamos todos sometidos, recreando nuevos gestos de solidaridad inéditos, que posiblemente tengan que ver con el acompañamiento personal y social, con la ruptura de la transmisión de la pobreza, con la participación vecinal y ciudadana de los sectores excluidos.

–¿Qué otras vías de apoyo contempla? ¿Cuáles habría que replantear o abandonar?

–Hoy, que vemos tantas actitudes y gestos de solidaridad de muchas personas, en su trabajo y en la vida cotidiana, estamos obligados a mirar el futuro de otra manera, también en la intervención social: con gestos y acciones imaginativas que recreen la caridad y la solidaridad, para seguir expresando, desde la nueva realidad, lo que ahora tantos ciudadanos anónimos demuestran arriesgando en su generosidad y dedicación al otro.

–¿Más implicación ciudadana?

–El conjunto de la sociedad está demostrando una fuerte implicación y compromiso ciudadano, está demostrando con sus gestos y actitudes responsabilidad y cuidado del otro. Esto es también una llamada a que los responsables públicos para que conviertan en principio de su acción política lo que es practicado por el ciudadano: el cuidado del más débil, del más afectado por esta grave situación. Se trata de que conviertan la solidaridad, la compasión, en principio de su acción política, y no los intereses del partido o de una economía que, como bien dice el Papa Francisco, excluye y mata.

–¿Qué papel deberían jugar las administraciones en la salida de la crisis económica?

–De forma inmediata, acudir al rescate de las personas, también aplicando una renta básica, al menos temporal. Esta medida tiene la virtud de no dejar a nadie atrás y es la más rápida. Son importantes las medidas que se están tomando; pero se olvidan de los más vulnerables, por ejemplo de los que tenían empleo precario, de las mujeres que trabajaban al cuidado de ancianos, sin contrato. A medio y largo plazo, hay que pensar en reconstruir esta economía que ya demostraba graves deficiencias: falta de atención a los mayores, sanidad debilitada, precariedad en el trabajo, exclusión social, daños provocados al ecosistema,… Y apostar por otra economía centrada en la persona, que responda a los graves desafíos de la desigualdad y la crisis ecosocial.

–¿Cómo se está notando entre las familias de la parroquia el coronavirus y sus consecuencias sanitarias, laborales, económicas?

–Aún es pronto para decirlo; paro ya vamos viendo que las familias con más dificultades tienen que ser apoyadas con ayudas de emergencia.

–¿Cuál es su mayor temor para el día en el que la alerta sanitaria haya terminado y todas las miradas se dirijan a sus consecuencias?

–Espero que todos tengamos la capacidad y una esperanza comprometida para dar una respuesta sostenida y ajustada a los nuevas realidades que esta pandemia nos dejará.

–¿Es muy diferente esta situación a la vivida en la crisis de 2008?

–En la crisis del 2008 seguimos con el modelo cultural del individualismo, del 'sálvese quien pueda', en ese modelo el fuerte y poderoso se salva antes y a costa del más débil y pobre. Ahora, en esta experiencia histórica que compartimos, tenemos la oportunidad de tomar conciencia de nuestra debilidad personal, social, del propio sistema económico y político, alterado por un insignificante virus. Es una ocasión histórica, no para un optimismo ingenuo, pero si para la esperanza comprometida que nos lleva a conocernos mejor y a relacionarnos mirando al otro desde la solidaridad y el respeto, al modo como ahora hace tanta gente con su trabajo o sus pequeños gestos cotidianos.

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