![Trece de las personas integrantes del foro que asesora a la junta directiva de Plena Inclusión, este lunes en Valladolid.](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2024/01/22/1476620958-kvRD-U2101313776412gJD-1200x840@El%20Norte.jpg)
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«Era un insulto, una falta de respeto, una palabra chocante que no tenía sentido en la Constitución», dice Alexander Amezua. «Hay expresiones que ya no tienen cabida en nuestra sociedad», cuenta José Manuel Hernández. «¿Cómo que disminuido? Si me lo llamas, me estás quitando valor, me haces de menos, no me tratas como una persona más», evidencia Ana Caballero. Hasta el pasado jueves, la Constitución, el texto legal más importante del país, etiquetaba a Ana, a Alexander, a José Manuel como disminuidos.
El artículo 49, desde 1978 hasta ahora, decía: «Los poderes públicos realizarán una política de previsión, tratamiento, rehabilitación e integración de los disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos, a los que prestarán la atención especializada que requieran». Ahora, 45 años después, hablará de «personas con discapacidad». Un cambio demandado desde hace décadas y que conlleva no solo un trueque semántico, sino la confirmación de los avances sociales conseguidos en políticas de inclusión y reconocimiento de derechos.
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«Las palabras definen. Y más de cuatro millones de personas con discapacidad no nos veíamos reflejados en un término caduco y peyorativo, que además llevaba aparejada una desigualdad», explica Fran Sardón, director ejecutivo de Aspaym Castilla y León. «La clave está en lo de personas, porque recuerda que somos titulares de derechos, refuerza un concepto de ciudadanía que es amplio y recoge nuestro compromiso por el progreso social», indica Sardón.
«Esta reforma es una cuestión de dignidad y justicia. Las personas con discapacidad somos capaces de todo», expresa Miguel Carballeda, presidente de la ONCE.
«Lo importante es que así se manifiesta que ha habido un cambio social. Hace 40 años, nadie se planteaba que palabras como subnormal o disminuido eran ofensivas,y hoy claramente son percibidas así», apunta Juan Pablo Torres, presidente de Plena Inclusión, plataforma que agrupa a 38 entidades, con más de 8.000 personas con discapacidad intelectual atendidas en Castilla y León.
José Luis García
Plena Inclusión. Salamanca
Ana Caballero
Plena Inclusión. Burgos
José Manuel Hernández
Plena Inclusión. Valladolid
Este lunes, trece de ellas han participado en una de las reuniones anuales de la junta directiva. Son representantes de las asociaciones en sus provincias, asesores de la entidad y tienen una voz autorizada sobre lo que supone la erradicación del término 'disminuidos' de la Constitución.
«Me alegro de que por fin se acabe con palabras tan feas que nos hacían de menos», cuenta José Luis García, salmantino de 59 años, quien a lo largo de su vida ha escuchado insultos y expresiones despectivas cuando se dirigían a él. «Se han reído de mí, sí, me han señalado con el dedo. Pero yo nunca me he escondido. Mi madre me enseñó a llevar siempre la cabeza muy alta, a sentirme orgulloso por todo lo que he conseguido en la vida», cuenta José Luis, quien hace tan solo un mes se jubiló, después de más de cuarenta años de trabajo como ordenanza y jardinero.
«Es una pena que los políticos «hayan tardado tanto tiempo en ponerse de acuerdo». La votación en el Congreso de los Diputados para modificar esta palabra en la Constitución contó el pasado jueves con el apoyo de todos los partidos políticos salvo Vox, que votó en contra.
«La persona que discrimina no sabe, no tiene información. Todos tenemos los mismos derechos, las mismas obligaciones, los mismos sueños y esperanzas. A lo mejor yo me tengo que esforzar más para conseguirlos, pero nadie me puede discriminar por eso. Y menos, con palabras tan asquerosas y repugnantes como disminuido», defiende José Luis.
«O subnormal, retrasado mental, el tonto del pueblo. Quizá hay gente que todavía piensa así, pero es algo que no tiene cabida en nuestra sociedad», apunta el vallisoletano José Manuel Hernández, también jubilado, aficionado a la informática.
Fran Sardón
Aspaym Castilla y León
Miguel Carballeda
ONCE
Karmele Guerra
Plena Inclusión. León
«Cuando usas esas palabras, es como si me quitaras valor. Yo tengo valor. Y también tengo valores», cuenta Ana Caballero, burgalesa de 30 años, quien reivindica las «capacidades diversas» de las personas y recuerda los momentos difíciles que vivió hace años, en el colegio, con sus compañeros. «Me trataban mal por tener discapacidad», evoca con los ojos brillantes. «A mí me decían la burra, me ponían de espaldas contra la pared», recuerda Karmele Guerra, de Asprona en León. Y ofrece un consejo: «Antes de juzgar y etiquetar a las personas, hay que conocerlas. Muchas veces te miran de reojo. O de arriba a abajo. Y te das cuenta de que no te tratan como a cualquier otra persona». Algo, dice Karmele, que vale tanto para la sociedad en general como para la imagen que se transmite a través de los medios de comunicación.
«A veces, no nos conocen lo suficiente», reconoce Moisés González, zamorano de 29 años y apasionado de los deportes. Juega al rugby, al balonmano, al fútbol sala. «Yo también he sufrido esas miradas. En el instituto me veían como el bicho raro. Y no lo soy. Somos personas que estudian, que quieren trabajar. O que trabajan. Tal vez las hay con sus limitaciones, personas que necesitan más tiempo, pero que al final consiguen lo que quieren. Y eso no tiene por qué conllevar una exclusión social o laboral. Cuando se hablaba de disminuidos, es como si no se nos tuviera en cuenta».
Hay también una lucha contra el paternalismo. «Yo no soy una niña. Tengo 37 años. Se nos tiene que tratar como adultos», dice Esther Ruiz, de Miranda de Ebro, quien recuerda que esta idea también se puede aplicar a las propias familias, en ocasiones protectoras en exceso. «Mi madre, en algunos casos, me dice: 'Quita, que ya lo hago yo'. Y no, yo puedo. Me pasó cuando fui a un curso de cocina y no quería que practicara en casa. Hay que dejarnos también tomar responsabilidades», apunta Esther, quien se forma como auxiliar de asistente personal para residencias de personas mayores.
«La diversidad siempre enriquece y es necesario hacer visible esa diversidad», indica Torres. «Lo importante es que acabar con la palabra disminuido en la Constitución es también un símbolo de la evolución social. Si se siguiera usando con normalidad, sería porque nada ha cambiado en estos 40 años. Y las personas con discapacidad no son clases pasivas, con pocas opciones vitales, sino que también pueden contribuir al desarrollo de la sociedad», concluye Sardón.
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Equipo de Pantallas, Leticia Aróstegui, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández y Mikel Labastida
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