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Hay un globo gigante, rojo pasión, brillante carmín, encajado en el pórtico de la iglesia de San Benito. También una pelota verde empotrada en la calle de Los Tintes. Y otra más en el auditorio Miguel Delibes. Hay un cojín enorme recostado en el cubo ... de alabastro de las Cortes. Ytodo ello (globos, pelotas, cojines) es fruto de la imaginación y del trabajo de Daniel Mínguez Alejandre (Valladolid, 1996), estudiante de Comunicación Audiovisual en la Universidad de Burgos y autor de un trabajo fin de carrera en el que ha explotado sus pasiones por «los fotomontajes creativos, la foto ilustración, los efectos especiales».
¿El objetivo? Combinar el aspecto técnico con otro más creativo y, al tiempo, reivindicar un uso más completo del espacio urbano. «También trataba de ir un paso más allá. En el cine, al crear efectos, edificios, personajes en 3D, siempre se usa algún tipo de marca que sirve de guía. Aquí he prescindidio de ellas. Las fotos son parecidas a como las tomaría cualquier persona de la calle». Pero con extraños añadidos incrustados por ordenador. Un realismo extremo aplicado a edificios y entornos emblemáticos de Valladolid.
«Siempre me ha gustado el arte y, en especial, el urbano y contemporáneo. Me inspiré mucho en la obra de Kurt Perschke 'Red Ball Project', en la que una gran pelota gigante se cuela en multitud de edificios y ciudades. Pero también está la influencia del grupo Plastique Fantastique, que siempre han usado plasticos y este tipo de materiales 'no nobles' ocupando el espacio, incluso copándolo por completo», explica Daniel, quien apunta otras fuentes, como el grupo BOA (autores del mural de la avenida de Gijón), los colores llamativos del artista Okuda... y otras vías de inspiración más personales. Por ejemplo, «el acabado metalizado remite a la cultura hip-hip, el uso predominante del plata en el grafiti o la abundancia de dorados y joyas en los raperos que casi siempre he escuchado».
Y para los escenarios, apuntes biográficos. En la fuente de Poniente ha colocado una gran embarcación, «como recuerdo a esos barquitos de papel que hacíamos en los recreos del Núñez de Arce para luego probarlos en la fuente». O ese cojín en las Cortes. que evoca aquellas primeras quedadas con los amigos, cuando, con 12 años, iba con ellos a tumbarse en el césped junto al parlamento regional. «He elegido lugares por los que siempre me he movido por Valladolid. La calle Tintes está muy cerca de la Escuela de Artes, donde estudié. Por el Miguel Delibes iba a patinar con los amigos...». El catálogo no se ha podido ampliar más, ya que Daniel elaboró su trabajo durante el confinamiento, cuando no se podía salir de casa y la libertad de movimientos era más limitada.
«La intención es demostrar que se pueden hacer más intervenciones en los espacios de lo que creemos e incluso podemos ver, ya que la tecnología nos permite esas nuevas formas de expresión». Además, es una «reivindicación» para que el espacio urbano pueda «usarse en su totalidad».
«Siempre he tenido la sensación de que en Valladolid no se ha promovido ese uso de las calles, de las plazas... Que cualquier expresión lúdica o artística era multada. He visto muchas veces bajar a la Policía Local a las Moreras a multar a gente que estaba tocando la guitarra (en un lugar donde no se molesta a nadie), sancionar a quienes patinaban en Portugalete (aunque no pasara gente)o a quien hacía 'break dance' en pasajes. «Con este trabajo he intentado ocupar esos espacios, aunque sea virtualmente. Y el uso de las pelotas con aire refleja en parte esas limitaciones y deformaciones». Cuenta Daniel que su recreación sobre San Benito es de la que se siente más satisfecho.«Es un sitio bastante recio y austero. La gran bola roja realza la forma tan interesante que tiene el edificio. También fue el más complicado, ya que la posición de la cámara para tomar la foto obligó a un esfuerzo mayor para recrear este edificio de forma virtual y así encajar la forma».
«De todas las ciudades que conozco, Valladolid es la mejor para este tipo de actuaciones. Ha sufrido muchos cambios a lo largo de su historia y hay escenarios para todos los gustos. Destaco especialmente el trazado del centro, propio del barroco, con calles estrechas e irregulares, que permiten multitud de formas con las que dejar volar la imaginación e intervenir en ellas, también desde un punto de vista didáctico. Con esta misma técnica, aunque algo más depurada, podríamos ver cómo estaba planteada la catedral en su origen y cómo hubiera sido sobre una imagen actual. Podíamos incrustar el Esgueva para enseñar cómo pasaba por el medio de la ciudad. O imaginarnos cómo hubieran sido las villas romanas de Villa de Prado», concluye.
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