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A primera hora de la mañana de este lunes el parking de Río Shopping presentaba un casi lleno propio de los tiempos prepandemia. Sin prisa, pero sin pausa, parejas de clientes (nunca grupos) cruzaban de nuevo el umbral del área de negocios satélites que ... comanda Ikea a partir de las 10 de la mañana. Los carteles avisan del control de aforo por cámara de vídeo. La tienda de la multinacional sueca admite hasta 2.457 personas. El resto de las zonas comerciales otras 7.661. El público fluye sin agobios con tres excepciones entre las que destaca la tienda de ropa popular Primark. Desde el minuto uno de reapertura, más de 30 personas hacen fila en un cola serpeteante. En unos minutos, el límite de 450 clientes (33% del total) está cubierto. Gonzalo, manager de la firma, y su compañera Arantxa marcan el 'torniquete' de entrada y salida con sendos aparatos manuales, parecidos a un cronómetro. «Dejamos pasar a 420 y nos hemos marcado un 'colchón' de 30 personas para regular el flujo», explica Gonzalo. «La cola se explica por que mucha gente viene a hacer compras para los niños y también a hacer devoluciones», amplía este manager. Rosa Lázaro es la última en incorporarse a la fila. «Le compré a mis niños un chándal y unos pantalones que ya no les sirven. Vengo a cambiarlos», resume.
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En JD Sports ocurre algo similar. Un trabajador, tablet en mano, regula una cola de 10 o 12 personas con bolsas. «Personas que han comprado por vía digital y vienen a cambiarlo en persona este primer día». La cercana Sprinter, también de ropa deportiva, vive una escena similar. Algunos como Juan Alegre prefiere esperar con un café y un bollo en una de las mesas del café Starbucks. «Al menos te puedes sentar a hacer tiempo», agradece.
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En el Ikea, el 'hermano mayor' de todos estos negocios, los madrugadores ya están recorriendo sus interminables pasillos. «Venimos a por un par de lámparas y no queremos los agobios de mediodía», dicen Ana y Ángel. A primera hora, lo que parece tener más éxito es la cafetería, con ocho o diez mesas ocupadas por jóvenes dando cuenta de generosos desayunos.
Más tranquilas se perciben las primeras horas en las tiendas de Vallsur. Algunas ni siquiera han abierto este lunes. Todas las pantallas táctiles de los pasillos están bloquedas para que nadie busque información en ellas. En los locales, cálidas bienvenidas y siempre, las recomendaciones de medidas higiénicas y aforos. 'Gracias por venir a nuestra tienda', recibe al visitante la tienda de ropa Mayoral, además de recordar que el aforo máximo es de 14 personas. Su dependienta, Lola, tiene una ingente labor que hacer sacando las piezas de la nueva temporada. «Nos han salvado las ventas en internet. Pro lo demás, no lo veo nada claro, pero hay que seguir. No queda otra».
En las dos sedes de El Corte Inglés (Paseo Zorrilla y calle Constitución), amplia cartelería advierde de la apertura, las medidas y los aforos. En el más grande del Paseo de Zorrilla pueden entrar a la vez 3.439 personas. Allí aplican una doble regulación: «Tenemos el electrónico de todo el edificio y un sistema de barrido óptico en cada planta para evitar aglomeraciones en alguna de ellas», explica su director de Comunicación, José Antonio Lobato. Estos grandes almacenes mantienen «las mismas medidas que ya estaban el resto de la pandemia». En estas primeras horas aprecian una mayor presencia de clientes que «accede a comprar ropa de invierno que no pudo adquirir tras el abrupto cierre anterior» (13 de enero). Una visita a las planta de ropas le dan la razón. Mayor presencia de personas, caso de Dori e Isidro una pareja de jubilados que no se fían de la incipiente primavera y miran con celo la oferta de abrigos. «La pena es que ya no están con los precios de enero», lamenta la mujer.
El frío ambiental ha tenido su reflejo en los bares que hoy también pueden reabrir sus mesas del interior, un tercio de las disponibles, pero nunca la barra. Por los aledaños de la Plaza Mayor o en las (hasta ahora) mesas exteriores de los bares del Paseo de Zorrilla se percibe a media mañana una 'migración' al abrigo de las cristaleras.
En la cafetería Bambú, enfrente de El Corte Inglés, Reyes agradece al otro lado de la amplia barra la reapertura del comercio. «Nos conformamos, ya no estamos para esperar mucho. Y de impuestos y ayudas mejor no hablamos», lamenta. Además de atender a la clientela toca, una vez más hacer pedegogía. «Hay que estar todo el rato dando explicaciones porque hay gente que se queda en la barra o creo que el interior es todo de acceso libre».
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