«Este es un glotón», dice Esther, la feliz mamá de Óliver, un bebé de diez meses que apenas da guerra por la noche pero que reclama comida cada dos por tres. «Como le des cuatro platos de puré, te come los cuatro», asegura Esther, ... quien hace unos días se llevó un susto terrible. «Casi se me atraganta», recuerda con un deje nervioso en la voz. «El mío lo pasó muy mal con una miga de pan», dice Vanessa, mamá de un peque de ocho meses. «Es que la miga es muy traicionera», tercia Salud. «Menos mal que unos días antes habíamos tenido aquí una clase de primeros auxilios y supe lo que hacer».
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Cuando Esther, Vannesa o Salud dicen aquí se refieren al 'Espacio Infantil 0-3', un proyecto de apoyo a la primera infancia en familias de situación de vulnerabilidad social que la fundación JuanSoñador ha puesto en marcha en Pajarillos. Cincuenta hogares del barrio participan en esta iniciativa financiada por La Caixa que ofrece un lugar seguro y compartido para madres (de vez en cuando padres) e hijos.
«Somos una tribu en la que unas cuidan de otras», asegura Bárbara García, educadora social. «Un lugar donde los niños juegan y las madres reciben acompañamiento», añade Laura Guadarrama, trabajadora social de un proyecto que nació en octubre de 2022 y que ahora vive su segundo curso.
El objetivo, explican, es atender a un grupo de población que tradicionalmente se ha escapado de este tipo de programas de intervención social. Las acciones habitualmente se dirigen a niños de Primaria, a adolescentes, pero casi nunca se ha mirado a las necesidades especiales de los bebés.
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«Esta etapa, desde los cero a los tres años, es muy importante y, en los barrios más humildes requiere más atención, porque no siempre se tiene acceso a recursos que fomenten los buenos hábitos de crianza», apuntan Bárbara y Laura. El principal objetivo con los niños es potenciar su desarrollo psicomotriz, cognitivo y social. Con las madres, afianzar su empoderamiento y fortalecer las habilidades sociales.
El perfil de las usuarias suele ser el de mujeres que se han estrenado muy jóvenes en la maternidad, que han formado familias monomarentales, que tienen más hijos (y no el tiempo suficiente para atenderlos a todos), que presentan dificultades de acceso al mercado laboral. Hogares, todos ellos, con un muy bajo umbral de renta, incluso aunque entre un sueldo en casa.
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Carla trabaja a media jornada como dependienta. En turnos alternos de mañana y de tarde. Tiene una niña de 6 años y un recién nacido que no da muchos dolores de cabeza. «Come bien, duerme bien». Pero Carla ha descubierto, gracias a estos talleres, una alternativa de crianza que desconocía. «Han pasado unos años y las cosas han cambiado. Ahora nos recomiendan que no hagamos algunas cosas que yo sí que hice con la mayor». ¿Por ejemplo? Entretenerles con un exceso de pantallas. Alimentarles con azúcar de más.
«Cuando eres madre, no todo es como te habías imaginado. Es muy bonito, pero también te pide mucho tiempo. Veinticuatro siete. Casi no tienes un rato para ti», asegura Lorena, quien se ha estrenado en la maternidad con una preciosa niña que ya tiene once meses. Ahora, Lorena ya se plantea empezar a trabajar.
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Y en este punto, la figura de Laura, la trabajadora social es importante. Dedica, aproximadamente, quince horas a cada familia para orientarlas en la búsqueda de empleo, para gestionar posibles ayudas a las que tienen derecho. En algunos casos, también para ofrecerles, a través de la financiación del proyecto, apoyo económico y alimenticio, siempre enfocado al bebé (con pañales, productos de higiene infantil o alimentación específica). Las familias, a cambio, mantienen un compromiso de asistencia a un programa en el que los peques ganan por otras vías.
«El espacio es un tercer profesor», asegura Bárbara, mientras pasea su mirada por una sala enorme adaptada para los juegos y el aprendizaje. Aquí hay juguetes de madera para la construcción, peluches para abrazar, muñecas para cuidar, cocinitas y pelotas, coches y cochecitos. Un mundo de juegos para estimular a los niños (que gatean y se entretienen) mientras las madres comparten experiencias y aprenden en unos talleres familiares.
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Allí aprenden sobre temas vinculados con la maternidad: preparto, postparto, crianza. Desde el destete a la alimentación, desde el cuidado de los primeros dientes a las muestras iniciales de comunicación. Algunos talleres incluso son impartidos por las propias usuarias: de cocina, cuidados, belleza, suelo pélvico, risoterapia, construcción de juguetes caseros… «El reto es desarrollar competencias positivas, sin gritos, sin rabietas, sin castigos, y reforzar el vínculo entre la madre, el padre y el bebé», apunta Bárbara García, quien cuenta que el proyecto cuenta con lista de espera, después de que los primeros participantes llegaran tras «localizar y captar» a posibles familias beneficiarias en centros escolares, escuelas infantiles o los centros de salud. Cuentan que intervenir en un barrio concreto ayuda a fortalecer el programa, ya que se aprecian más los efectos.
«Vemos a las madres más seguras de sí mismas, conscientes de que pueden abarcar más de lo que creían, de que si a veces no llegan no es porque sean malas madres y de que hay posibilidades de trabajo para ellas», explican Bárbara y Laura, quienes explican que hay usuarias que han hallado empleo en la hostelería o la atención al cliente. «Al final, si la madre está bien, el niño estará bien», aseguran las responsables de este programa de crianza responsable promovido en Pajarillos por JuanSoñador.
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