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El Servicio de Cardiología del Hospital Clínico Universitario de Valladolid lidera una investigación mediante la aplicación de Inteligencia Artificial a las ecografías del corazón de pacientes con endocarditis infecciosa que permitirá afinar el tratamiento de esta dolencia, poco frecuente (al hospital vallisoletano llegan entre 35 ... y 40 casos al año), pero considerada muy grave por su alta mortalidad, que afecta aproximadamente al 30% de los pacientes.
«Es la enfermedad que tiene mayor mortalidad entre las cardiovasculares y más alta que la mayoría de cánceres», explica el doctor Alberto San Román, jefe del servicio de Cardiología del Hospital Clínico de Valladolid e investigador del Centro de Investigación Biomédica en Red Enfermedades Cardiovasculares (CIBERCV).
El diagnóstico de endocarditis infecciosa describe una situación de infección en las partes internas del corazón, fundamentalmente en las válvulas, donde crecen impulsadas por bacterias unas masas conocidas como vegetaciones que se mueven al ritmo de los latidos y el paso de la sangre. Ese bamboleo continuo propicia que puedan romperse y que la parte desprendida llegue hasta el cerebro provocando un ictus.
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Los cardiólogos abordan esta enfermedad mediante cirugía, si las vegetaciones adheridas a la válvula son grandes por considerar que es más fácil que se rompan, o sin pasar por quirófano cuando el volumen de esa masa es menor. «Eso está basado en poca evidencia científica. Hay pacientes que con vegetaciones pequeñas que teóricamente no harían ictus y lo hacen», apunta el doctor San Román, que reconoce que llevan años estudiando esos aspectos teniendo claro no es suficiente para discernir entre los pacientes que pueden desembocar en un ictus mortal y aquellos que no con la valoración del diámetro de las vegetaciones que ofrece la ecografía del corazón.
Aquí es donde entra la unidad de apoyo a la investigación del Servicio de Cardiología que coordina Carlos Baladrón, ingeniero de telecomunicaciones, que está trabajando con técnicas de inteligencia artificial sobre ecocardiogramas de pacientes que han padecido endocarditis infecciosa. «En el campo de la imagen médica, si la inteligencia artificial es entrenada con la suficiente información es capaz de detectar características o detalles que se escapan ahora», precisa Carlos Baladrón.
Ese es el meollo del proyecto de innovación en el que están volcados en la planta séptima del Clínico vallisoletano un equipo formado por cuatro ingenieros, cinco cardiólogos del grupo de endocarditis, dos estadísticos e investigadores de otros centros. Han logrado para ello financiación de Fundación La Caixa, 50.000 euros, que complementa fondos estatales de Instituto Carlos III y autonómicos de la Gerencia Regional de Salud hasta conformar una dotación de unos 200.000 euros.
Hasta el momento han 'releído', con la óptica que proporciona la inteligencia artificial aplicando técnicas de aprendizaje profundo, 200 ecocardiografías de pacientes que ya se conoce cómo han evolucionado, con desenlaces con y sin ictus. Por delante les quedan otros 600 casos para analizar, de enfermos tratados en el Hospital Clínico de Valladolid, pero también en centros de Madrid, Barcelona, Córdoba, Valencia Santiago de Compostela y Lugo, con los que han establecido acuerdos para contar con una base suficiente de análisis.
El objetivo es que de ahí salga un algoritmo de aplicación a casos futuros, que se mejorará en una segunda fase del proyecto con la incorporación de información clínica de los pacientes. Todo ello proporcionará una herramienta a los cardiólogos para decidir con mayor seguridad cuándo un paciente con endocarditis infecciosa debe pasar por quirófano y someterse a cirugía, algo que ocurre en la mitad de los casos.
«Nuestro objetivo es que solo vayan a cirugía aquellos pacientes en los que la probabilidad de tener un ictus sea muy alta, con lo cual operaremos a pacientes que a lo mejor ahora no se operan y así evitamos un ictus, y al contrario y no operaremos a pacientes que ahora se operan y les evitaremos un cirugía compleja y de alto riesgo», apunta Alberto San Román.
Esa cirugía es lo que en la calle se conoce como una operación a corazón abierto, con un riesgo que se incrementa porque el paciente con endocarditis presenta una infección que afecta no sólo al corazón, sino al resto del organismo.
«Llevamos más de 25 años haciendo investigación en endocarditis infecciosa y el aspecto de los ictus es algo que nos ha preocupado desde siempre... hemos trabajado mucho, siempre desde el punto de vista clínico, con las imágenes y valorando el diámetro, dándole vueltas sabiendo que no llegábamos, que algo nos faltaba», reconoce el jefe de Servicio de Cardiología del Hospital Clínico de Valladolid. Cambia el enfoque cuando desde hace unos años especialistas médicos e ingenieros empiezan a trabajar juntos en un entorno común, desde una actividad cotidiana.
El programa La CaixaImpulse ha considerado que la investigación sobre endocarditis del hospital vallisoletano tiene interés clínico y que es un trabajo innovador con proyección de aplicación práctica en mejora de tratamiento.
Los trabajos avanzan. «Tenemos ya algún resultado preliminar», subraya Carlos Baladrón. Prometedor, pero en ambiente de laboratorio, explica. El calendario con el que trabaja el grupo de investigación pasa por contar con un prototipo (programa de ordenador que ayuda a interpretar las imágenes del ecógrafo) en unos dos o tres años, con una validación en un contexto clínico para ir probando en pacientes que vayan ingresando en el hospital por endocarditis y contrastando si lo que predice ese prototipo concuerda con la evolución del enfermo.
La línea de financiación de La Caixa contempla otras dos fases posteriores para trabajar en el ámbito de 'industrialización' y ensayos clínicos para su aplicación práctica generalizada.
¿Cómo puede una persona acabar con el diagnóstico de endocarditis infecciosa? La enfermedad parte de que hay gérmenes infecciosos en la sangre. Suele favorecer el desarrollo de esta infección cardiaca que haya alguna pequeña lesión en el corazón. Esto es algo habitual en estos pacientes, pero no siempre una concurrencia necesaria.
Los gérmenes se adhieren a una válvula, provocan que crezca una masa y eso es lo que refleja luego la ecografía que concluye con el diagnóstico de endocarditis infecciosa.
La puerta de entrada de la bacteria que puede culminar en una enfermedad mortal no es nada exótica. El umbral se cruza desde una infección cualquiera. Por ejemplo, una dental, con un acceso. O incluso un simple cepillado que remueve la cavidad de la boca y provoca una pequeña infección que viaja a través de la sangre.
El perfil de los pacientes que presentan esta infección ha evolucionado. Los años del consumo de heroína inyectada dejaron un rastro de personas con problemas de adicción, jóvenes en su mayor parte, que acabaron desarrollando esta enfermedad. Esos casos han bajado. Ahora hay dos perfiles, describe Alberto San Román. Uno son pacientes mayores, de salud frágil, con valvulopatía y un sistema inmunitario más debilitado, más indefensos ante una bacteria que pueda desarrollar la endocarditis: pacientes con prótesis en válvulas, con estenosis de la aorta, personas mayores que han afrontado pruebas hospitalarias...
El otro perfil son jóvenes sin patología previa conocida y que cogen la infección por gérmenes agresivos.
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