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Es el preámbulo ruidoso y ajetreado del barrio de la Rondilla y de la zona de Santa Clara, calle capital en idas y venidas de viandantes encajonados entre bloques de ocho y diez alturas que apenas dejan entrometerse al sol en días de invierno. El ... óleo de Santiago Estévez (Valladolid, 1940) retrata un instante del Valladolid neblinoso en la Avenida de Palencia, un lugar sin sitio en las guías de rincones con encanto al que este artista miembro de la Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción ha extraído su estampa más inusual y por ello llamativa. «Es una calle fea que ese día estaba bonita por la niebla», agrega el pintor.
En esta arteria urbana tan transitada como poco tenida en cuenta por los artistas, donde el claxon de los automóviles, las intermitencias y los cruces arraciman automóviles y peatones en busca de destino, un día de bruma neblinosa cambia todo ese bullicio por el protagonismo de los semáforos emergiendo de una nebulosa fundida con el asfalto. «Hace mucho tiempo que pinto las nieblas de esta ciudad, que las conoce tan bien», esgrime el artista, apenado porque la urbe moderna ha desterrado imágenes –edificios históricos con desconchones, solares con charcos, tierras y suciedad...– donde siempre ha encontrado inspiración. «Pictóricamente la ciudad ha perdido mucho», lamenta quien vincula su estilo artístico con una especie de «realismo mágico» en el que la atmósfera impregna la escena al detalle.
Exferroviario, probador de coches y estilista de diseño en Renault, su primera exposición tuvo lugar en 1961 el Palacio de Santa Cruz y estuvo dedicada a sus dibujos y paisajes a la cera de rincones de Valladolid y pueblos de los alrededores. En los años ochenta se inicia en el arte del grabado y su obra ha viajado a exposiciones de E UU, Francia, Alemania, Reino Unido yPortugal.
Hace un año protagonizó la exposición 'Valladolid y su entorno' en el Teatro Zorrilla, y allí logró vender la mayoría de óleos y grabados creados por este pintor de nieblas que acaban engullendo edificios y personas. En este caso la bruma humaniza una avenida copada por la monotonía de las colmenas de ladrillo caravista emergiendo del asfalto en una estampa de la que visualmente poco se espera. Ymenos aún que alguien, pincel en ristre, le extraiga su encanto.
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Asegura el artista que ha utilizado la niebla para embellecer «una avenida fea estéticamente». Ha buscado el punto de fuga de la escena entre los semáforos, cuya señal se va diluyendo a medida que la mirada profundiza en el cuadro.
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En contraste con el ambiente difuminado por la niebla, de lo alto del bloque de pisos de la izquierda brota humo de una chimenea. Lo ha utilizado Santiago Estévez como un efecto más de la atmósfera, para destacar la grisura del edificio y como contraposición a la temperatura gélida que irradia la escena.
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La masa de vegetación situada a ambos lados del cuadro sirve como transición entre el asfalto y los bloques de pisos de la Avenida de Palencia. Ofrecen perspectiva y, lo más importante para el autor, «envuelven todo para que no se vea lo que hay detrás».
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El pintor ha optado por diseminar pequeñísimas figuras humanas por la escena a partir de «leves pinceladas» que aportan sensación de movimiento junto a las luces amarillas de los vehículos que circulan por la calzada.
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