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«Como legionarios, a pecho descubierto». Con un mono de pintor usado, una mascarilla de varios días, un sotocasco de la moto, un pañuelo en la cabeza y una máscara de esquiar, Pedro Luis Cardeñosa se ha enfrentado a la covid en la residencia de Parquesol. «A los que limpiaban las habitaciones se les decía que no les hacían falta y ahora nos pasan un curso en el que se subraya que son obligatorios», señala.
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Forma parte del personal de servicio y es camarero limpiador, aunque se ocupa también del mantenimiento. Cuando los «válidos», que salían todos los días a dar su paseito, fueron confinados «les hacía recados, les compraba champú, fruta...». Dice que ha sido terrible para los mayores verse solos y en las habitaciones día tras día y que algunos de los residentes válidos «ya no lo son».
Asegura que «en Parquesol, tenemos claro que les hemos contagiado nosotros» porque, indica, la anterior dirección del centro minimizó el riesgo y no se tomaron medidas hasta que fue tarde. «Entrábamos con la ropa de calle por la puerta principal, y en el vestíbulo siempre habría una abuela, la primera que se contagió», lamenta. «Yo soy persona de riesgo porque soy diabético e hipertenso, pero tenía claro que no iba a dejar a mis abuelos abandonados, seguí trabajando».
2.591 residentes han muerto por o con covid en la región
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