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Gladis Arredondo, vendedora de la ONCE, con el hombre que le ha prestado la sombrilla para dar sombra a sus clientes. Rodrigo Jiménez

Valladolid: una ciudad fantasma por el calor

Pocos son los osados que salen a la calle a las cuatro de la tarde con 40,6 grados en el termómetro; algunos lo hacen por obligación, pero no faltan los que se atreven por ocio

miguel a. conde

Valladolid

Jueves, 14 de julio 2022

Gladis Arredondo vende cupones de la ONCE en la caseta de la Calle Santiago. El calor que pasa es abrasador, pero se preocupa por que «los clientes no se achicharren al sol», como dice ella. Un hombre, dueño de un bar en Paseo Zorrilla, le ha prestado una sombrilla, de esas publicitarias, grandes, casi descomunales, para dar algo de sombra a los compradores. Aparte de que tiene problemas de vista, producidos por un glaucoma, y de movilidad, usa una silla motorizada, se encuentra a las cuatro de la tarde intentando colocar el invento con la ayuda del hombre que prestó el 'paraguas', y de una mujer que pasaba por allí de casualidad. Cuando termina, se refugia de nuevo en la caseta, con aire acondicionado, y cuenta que tiene una neverita con su gaseosa, agua y un yogur. Toda ayuda es poca cuando se refiere a paliar este calor.

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Para crear un contexto, la cifra que marcan hoy jueves los termómetros de Valladolid no se ha repetido desde los últimos 135 años, en concreto, unos terroríficos 40,6 grados, según la Agencia Estatal de Meteorología. El calor es completamente dispar en las diferentes franjas horarias del día. Mañana y noche pertenecen a los mínimos, y al mediodía, entrando la tarde, se marca el pico de temperatura, y cómo no, el día de hoy ha seguido el patrón a pies juntillas.

La actividad de la urbe no para ni con los 43 exagerados grados que marca un termómetro en la farmacia de la calle Santiago a las cuatro de la tarde de un tórrido 14 de julio. Esto se junta con la caída de la llamada calima, ese polvo en suspensión proveniente del continente africano que, aparte de dejar una costra marrón en los coches, molesta y puede afectar a la salud de aquellos que respiran este fenómeno.

La Plaza Mayor completamente desierta, salvo por una mujer que la atraviesa. Rodrigo Jiménez

Las razones por las que la gente transita a estas horas las calles suelen ser por pura necesidad, como es el caso de Jaime López, un palentino que se encuentra aquí por unas gestiones burocráticas. «Estoy esperando al transporte público y quería aprovechar para mirar unas tiendas», cuenta Jaime. Por su parte, Irene Arias tiene cita en el médico, y David Blázquez le acompaña. «Esto es tránsito, por así decirlo», dice David, «venimos del centro comercial y porque ella tiene la cita, si no, de andar fuera por la calle, nada», asegura. Ella lleva un litro de agua y toda la protección solar posible. Y es que, con este calor, quemarse y deshidratarse es tremendamente fácil.

El calor, la calima, el aire seco y caliente, y no encontrar ni una porción de sombra en la que cobijarse hace que el único sitio donde es buena idea refugiarse por la calle sea en una bola de helado. Las heladerías del centro, como la histórica Iborra, Regma, la cadena Smöoy o los helados de Xoco de la Calle Santiago ven cómo sus ventas se disparan durante el verano, pero el calor es tal que no tienen ni cola en sus establecimientos. Sin embargo, Silvia Vaquero e Idoia Arnáiz son de las pocas que disfrutan de un helado, eso sí, camino a la piscina. «Ella trabajaba y era la única hora que podíamos cuadrar las dos», dice Silvia refiriéndose al horario de su amiga.

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Otros de los que pisan las calles con estas temperaturas de infarto, lo hacen por placer. Gert Metani y su familia visitaban la ciudad. Provienen de Albania, concretamente de la ciudad de Tirana, y estaban buscando un restaurante para comer a las cuatro. «No sabíamos que los restaurantes cerraban a las tres, por ese motivo estamos buscando algo de comer», decía. Las mismas prisas eran las que llevaba Luciano Novoa, natural de Galicia, que solo disponía de hoy para visitar la ciudad. «Solo tenemos este día para visitar Valladolid y estamos aprovechando la jornada, simplemente por fuerza mayor», cuenta Luciano algo sofocado. En su caso, de seguro que sabe lo calurosa que puede llegar a ser la ciudad porque hizo la 'mili' en Caballería.

Todos coinciden en que la única manera de protegerse del calor es beber mucho agua, aprovechar la poca cobertura que hay por la calle y cubrirse en la manera de lo posible, como Gert, a quien le costaba pronunciar las palabras 'gorra' y 'sombra'. La otra manera es disfrutar de un helado e irse a la piscina, como Silvia e Idoia, aunque eso solo está reservado para aquellos que no tengan que trabajar. Por ello, el agua, las gorras, la sombra y aguantar como dice Gladis, «con alegría», son la clave del éxito en la misión de transitar las calles de Valladolid a las cuatro de la tarde con 40,6 grados en el termómetro. Y si hay que pararse, mejor que sea cerca de una sombrilla como la que la propia Gladis utiliza, desde ayer, para intentar que sus clientes «no se achicharren».

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