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Pinceladas de Valladolid ·
El artista asturiano afincado en Valladolid plasma sus sensaciones en una noche de lluvia ante el surtidor incluido en la ruta que ilumina monumentos de la ciudadEn lo que duerme la ciudad, la lluvia cala los adoquines una noche cerrada, sin luna, ausente de idas y venidas de peatones en la plaza de Fuente Dorada. Los soportales brindan cobijo a las sombras, aguardan estoicos los maniquíes, huérfanos de público ante el escaparate hasta la mañana siguiente; las cafeteras esperan al primer madrugador que pida un cortado en el bar, nadie saca a esa hora dinero en los cajeros. El asturiano afincado en Valladolid Pepe García (Sietes, Villaviciosa, 1947) observa caer la lluvia sobre una calle vestida para 'Ríos de luz', la ruta que recorre el Valladolid nocturno por los principales monumentos y rincones del casco histórico extrayendo su cara más insólita.
«Las ciudades me gustan de noche y con lluvia, los reflejos se multiplican creando destellos maravillosos que trato de llevar a mis pinturas», detalla este apasionado de la acuarela tanto como de la ascensión a picos que luego pinta para publicaciones y foros del ramo montañero. Clavada al suelo entre los soportales, el año pasado se cumplieron cuatro siglos de la existencia de la Fuente Dorada. En este tiempo ha mudado de nombre y de adornos de piedra y metal, hasta adquirir su actual denominación en 1863. El pilón ochavado que ahora vemos tiene su origen en la remodelación acometida en 1998, obra del arquitecto y escultor Fernando González Poncio, quien decidió contar en su estructura la historia del surtidor con los oficios que vio nacer y morir sirviendo como manantial urbano.
Ingeniero jubilado de Michelin, fiel a la acuarela tanto como al montañismo, ha expuesto sus cuadros de paisajes de montaña en clubes históricos de España, con ellos también ha ilustrado libros de la misma temática, así como del Camino de Santiago. Expone, de forma virtual, en el foro de montaña Foropicos, y ha mostrado su obra en galerías de Asturias y Valladolid.
Antesala de la Plaza Mayor, espacio propicio para ver y dejarse ver, en torno al surtidor el fluir de los caños de agua convierte por instantes la prisa en algo fuera de lugar en esta zona tan volcada en la contemplación de escaparates, entre gentes que se esquivan entrando y saliendo de calles, comercios y soportales. Con todo, se impone el tránsito apresurado a cualquiera de las cuatro direcciones que marca la fuente, a menudo desapercibida durante el día, de vigorosa presencia nocturna si el paseo es con escenografía de adoquín mojado y un caudal luminoso.
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Lo más complicado del cuadro para el artista fue pintar el resplandor de las farolas y las luces de los soportales. «En la acuarela hay que dejar ese espacio en blanco y luego difuminar alrededor. La luz blanca no se pinta, es el blanco del papel», explica Pepe García.
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En un plano secundario, el suelo está trabajado con minuciosidad, manejando la luz a partir de las divisiones de cada adoquín, oscureciéndolos o aclarándolos.
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El contraste entre los aleros de los tejados y los soportales ofrece al cuadro una perspectiva que guía la contemplación de la escena equilibrando el primer plano en el que aparece la fuente.
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La minuciosidad es una de las características que definen la pintura de Pepe García, trabajando al detalle cada uno de los elementos del pavimento en cuanto a luminosidad, reflejos y configuración.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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