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«¡Anda, mira, Los Pucelanos!», decían los curiosos que cuando paseaban por la calle Vicenç Joan i Rosselló, en Palma de Mallorca, veían el color morado de los toldos y el nombre que recordaba el origen de los responsables del local. «Y entonces, aquí entraba ... la gente y nos decía: 'Pues mira, yo también soy de Valladolid'. Se han llegado a juntar unos cuantos clientes que venían de allí».
Habla Javier Ferrero, vallisoletano de 1976 y gerente de Los Pucelanos, un bar que presumía (desde 2013) de sus orígenes. Once años de vida a casi 700 kilómetros de distancia del Pisuerga que llega hasta hoy, hasta el día en el que Javier ha traspasado el local y sus nuevos dueños cambiarán el nombre de la cafetería. Así que, cierra Los Pucelanos, el templo vallisoletano de Palma de Mallorca.
La historia comenzó cuando Javier, vecino de La Rondilla, se fue de vacaciones a Baleares y le surgió una oportunidad inesperada. Ya antes había trabajado en el mundo de la hostelería vallisoletana. Su hermano, José Luis, con la cafetería Harrys, en Portillo del Prado. Allí conoció a César, quien sería su socio en Mallorca. Casado con una alemana, César se marchó a vivir a las islas y Javier decidió hacerles una visita de vacaciones. Durante aquellos días de asueto, César le contó que había visto un local con posibilidades, que le había llamado la atención y donde tal vez podría montar un bar. «Y ya que estaba allí, me fui a verlo con él», cuenta Javier.
Aquel espacio de cien metros cuadrados de superficie estaba ubicado en el interior de la ciudad, en Son Pisà, una zona un poco apartada del puerto que garantizaba una «clientela de barrio» (hay cerca un colegio y un centro de salud), donde no era tan alta la dependencia de los turistas. Apostaron por una hamburguesería y bocatería, donde también servían crepes y tortillas. Hicieron obra para ganar algo de terraza. Cinco mesas en la calle, una decena en el interior. Pusieron cartelería con los colores y alusiones a Valladolid. «Al principio pensamos en llamarle La Pucelana, pero como éramos dos y además hombres, al final decidimos ponerle Los Pucelanos», cuenta Javier, quien cinco años después de la inauguración se quedó solo al frente del negocio. «Mi socio sufrió un infarto, dejó el bar y se fue a vivir con la mujer y los hijos a Alemania, de donde era ella». Buscaba tranquilidad. Sin embargo, un mes después sufrió un nuevo infarto y falleció.
«Luego tuve una temporada con otra socia, pero desde hace meses estaba yo solo en el bar, en la cocina, sirviendo mesas… y al final he visto que me asfixiaba, que era mi vida o el trabajo», cuenta Javier. Explica que no le daba tiempo a nada. «Mi día a día era trabajar, limpiar, comprar, a casa». Lo intentó primero con un horario más reducido (de 8:30 a 18:30 horas), pero tampoco así ha podido Los Pucelanos salir adelante. La situación se ha complicado además con la fuerte subida del precio de la vivienda en Mallorca.
«Hasta hace cuatro o cinco años no había grandes problemas, pero ahora los alquileres se han disparado». Donde antes se pagaban 450 euros por un piso de 80 metros cuadrados, ahora hay que abonar 600 por uno de apenas 50. «Ni me planteo moverme de casa porque ahora, por uno de la misma superficie, te piden ya 800», cuenta Javier quien, sin embargo, sí que tiene claro continuar en Palma de Mallorca, con el recuerdo de estos once años al frente de Los Pucelanos, el templo vallisoletano de la isla.
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