Cada vez que Luis Chico debe enviar una foto por Internet desde su casa en Benafarces (71 vecinos) se echa a temblar. Otra vez el suplicio. El martirio sin gigas. El tormento sin adsl. Sabe en esos casos que tiene dos opciones.La primera es armarse de paciencia. No es fácil subir un vídeo, una imagen, un archivo pesado cuando la conexión a la red es de un mísero mega. ¡Un mega! Como si viviera a principios siglo. A veces tarda más de media hora en enviar el fichero. Sin exagerar. La alternativa, cuenta, es coger el coche, conducir hasta Toro (24 kilómetros) y mandar los documentos desde el bar de un amigo. No es la primera vez que lo hace. Porque tarda menos en cambiar de provincia que en esperar a que la transmisión llegue al 100%.
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Esta es la condena cibernética que sufren muchos pueblos. Le llaman brecha digital. Una zancadilla más en la lucha contra la despoblación. Más de 15.000 vecinos de 94 localidades viven con menos de dos megas en sus conexiones a Internet, según los datos del Ministerio de Industria. Hay otros 28.000, de 44 municipios, que a duras penas alcanzan los diez, cuando las operadoras ya ofrecen en las grandes ciudades contratos por cien veces más velocidad.
El Gobierno aprobó a finales de octubre un plan para que, antes del 1 de enero de 2020, se garantice «una cobertura que permita el acceso a una velocidad de 30 megas o superior al menos al 90% de los ciudadanos de unidades poblacionales de menos de 5.000 habitantes». En Valladolid son casi cien mil personas (98.836, según el último padrón) en 211 de los 225 municipios de la provincia. El 44,2% tiene en esos pueblos acceso a un Internet con más de 30 megas. Quedan apenas trece meses para que el porcentaje suba al 90%. O las administraciones y operadoras se ponen las pilas o parece complicado cumplir con ese compromiso.
«Si ya hay problemas de cobertura de teléfono, mejor no hablamos de Internet», explica Ángel Verdugo. Hace diez años abandonó su anterior trabajo en una carpintería y abrió Cocina Charo, un servicio de cátering y de comida a domicilio con sede en Roturas, 31 habitantes, una de las localidades más pequeñas de la provincia, en la comarca de Peñafiel. Una buena conexión, en su caso, es fundamental. Y no la tiene. «Hay que contactar con proveedores y clientes, que enviar facturas. Es una pesadez. Te tienes que salir del pueblo y, si es con el móvil, ponerte en mitad de un camino, que es donde hay mejor cobertura», indica Verdugo, quien lamenta que los negocios del medio rural tengan que lidiar con estos problemas añadidos.
Lo refrenda Jesús de la Fuente, gerente del Rincón de Doña Inés, una posada castellana en Villanueva de la Condesa, Tierra de Campos, 58 vecinos. «Aquí la alta tecnología no llega. De la fibra ni hablamos, el adsl ni de coña. Solo tenemos una forma de acceso que es a través de telefonía y 4G. Yesto te limita, porque al final tienes muy pocas ofertas donde elegir», indica De la Fuente. En una ciudad, el cliente puede seleccionar tarifa, aspirar a descuentos, cambiar de operador si encuentra precios más baratos. En la mayor parte de los pueblos eso es impensable. «El 90% de las reservas que llegan al hotel (once habitaciones) son a través de Internet. El trabajo del día a día depende de una buena conexión. Y luego los clientes es lo primero que te piden, que haya wifi. Nosotros, afortunadamente, se lo podemos ofrecer, pero nos gustaría que fuera de más velocidad».
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Luis Chico (el hombre que conduce 24 kilómetros hasta Toro si tiene que enviar un fichero pesado por Internet) es una de las voces más beligerantes de la provincia en este asunto. Es alcalde de Benafarces y presidente de la Asociación de Empresarios de Turismo Rural en Castilla y León. «Llevo cinco años dando guerra con este asunto. La conectividad es fundamental para el desarrollo del medio rural. Es la piedra angular. Si queremos que la gente no se vaya de los pueblos, hay que darles servicios. Si queremos empresas que se instalen aquí, tenemos que ofrecerles una conexión a Internet de calidad», dice. Y un mega de descarga (mejor ni hablar de la subida) no es el mejor imán para atraer negocios y nuevos vecinos.
«En el Ayuntamiento tenemos wifi. Somos pocos y la gente del pueblo se sabe la contraseña. Pues como haya dos chavales enganchados con el móvil, olvídate, porque entonces ya no se puede trabajar. Les tengo que amenazar con cambiar la contraseña», asegura Chico, sorprendido de que la administración apueste cada vez más por los trámites a distancia y la firma electrónica «sin que se pongan herramientas que permitan el acceso de toda la población, vivan donde vivan». Hasta aquí, dice, sus palabras como alcalde. Ahora, como empresario de turismo rural: «Todo depende cada vez más de Internet. El otro día nos escribió un operador chino. Quería que le enviáramos un dossier con fotos y vídeos de la casa rural y de la zona. Me tuve que ir a la cafetería de un amigo en Toro, donde tienen 30 megas. Si no, aquello no llega a China en siglos», cuenta Chico, quien recuerda que disponer de un acceso decente ayuda a promocionar el pueblo. «Si te viene alguien, es bueno que haga fotos de las habitaciones, del negocio, de las calles y el entorno. Porque eso lo sube a sus redes sociales y es promoción».
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Virginia Hernández, alcaldesa de San Pelayo (54 habitantes),es tajante: «Nadie va a establecerse en el medio rural sin conexión. Para montar un negocio es evidente. Cada vez que hablamos con la Junta o la Diputación nos ponen el ejemplo de la quesería.Siempre hablan de montar una quesería en un pueblo. Y tú puedes tener las ovejas, la leche, una infraestructura brutal, pero como no puedas contactar con tus proveedores y clientes estás perdido», asegura Hernández, quien da un paso más. Porque ya no solo se trata de trabajo. También de calidad de vida.
Cuenta que en San Pelayo no están del todo mal. Que, después de pelearlo, han logrado que se instale una antena que funciona a modo de repetidor y permite ofrecer un servicio de 15 megas de descarga por 30 euros al mes. «Al final del día, a todo el mundo le gusta tumbarse en el sofá, echar un ojo al facebook, que los amigos o la familia le envíen fotos, o ver un partido de fútbol o Netflix. ¿Por qué la gente de tantos pueblos no puede tener Netflix? ¿Por qué se limita también el ocio en el medio rural?», se pregunta. Al final, todo eso suma. Si hay trabas en el trabajo, si se ponen dificultades para el ocio... ¿cómo lograr que más gente vaya a vivir a los pueblos pequeños? ¿Cómo conseguir que no huyan de allí hacia la gran ciudad?
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El polígono industrial de Zaratán, el de Tudela de Duero, el área de actividades Canal de Castilla en Cigales, Los Alamares en Laguna, la zonas de Escaparate y Francisco Lobato en Medina del Campo, el polígono Los Arenales en Mayorga, el de Simancas y el de El Berrocal.Son parcelas y terrenos destinados a la industria, a la instalación de empresas y que el Gobierno ha etiquetado como zonas blancas NGA, el nombre con el que la normativa de ayudas del Estado se refiere a aquellas «que no disponen de cobertura de redes de banda ancha de nueva generación, ni previsiones para su dotación por algún operador en el plazo de tres años, en base a planes de inversión creíbles». El Gobierno elabora todos los años un listado y, una vez comprobadas las dificultades de acceso a Internet, se abre el plazo para solicitar subvenciones que permitan extender la alta velocidad de conexión a estas zonas. El listado de 2018 incluye todas estas áreas industriales, entre las que destaca el parque de proveedores de Renault. Y además, otros puntos residenciales, como El Montico, 361 viviendas en el centro de Tordesillas, en torno a la Plaza Mayor y la plaza Miguel Delibes, o la zona de Rafael Alberti, en Laguna de Duero.
Agapito Hernández, delegado de Hacienda, Personal y Nuevas Tecnologías en la Diputación, añade la receta electrónica de las farmacias y consultorios médicos o las necesidades de los colegios. Por lo que, también Internet influye en la calidad de la sanidad o la educación. «En la Diputación tenemos las manos atadas. Podemos colaborar, pero la competencia es del Estado y de las comunidades autónomas. Al final, opera el libre mercado y son las empresas suministradoras las que deciden si les merece la pena una obra para llevar a pueblos pequeños la fibra, que es lo que garantiza la mejor conectividad», asegura.
El compromiso lanzado hace unos días por el Gobierno parece claro.Que el 90% de los habitantes en pueblos que no llegan a los 5.000 vecinos tengan, al menos, 30 megas de velocidad de Internet. En zonas como Murcia, donde solo hay tres pueblos con menos de mil residentes, parece más fácil de conseguir. En Valladolid, que hay 197 localidades que no llegan a mil vecinos, la promesa parece más complicada. Al final, las operadoras echan cuentas. No es fácil llevar la infraestructuras a comarcas despobladas o envejecidas. La Junta de Castilla y León ofrece ayudas a las empresas para extender Internet a estas zonas. En ocasiones, cubren hasta el 90%de las obras.
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En los últimos meses, la consejería de Fomento ha destinado (en una línea cofinanciada con el Fondo Europeo de Desarrollo Regional) más de tres millones a este objetivo. Es casi el doble de la inversión de 2017, cuando con 1,6 millones se financiaron catorce proyectos que llevaron fibra óptica a 222 pueblos de la región (con 34.000 habitantes). En 2016 fueron 665.000 euros. Además, para las zonas más remotas, la Junta ofrece al cliente ayudas de hasta 400 euros para contratar conexiones a Internet por satélite. «Ahora mismo todos los gastos de alta e instalación de los equipos son gratis, gracias al Programa de Ayudas para llevar Internet por satélite a una velocidad de 30 megas en municipios de menos de 5.000 habitantes promovido por la Secretaría de Estado para el Avance Digital», explican empresas como Eurona, dedicadoa a la extensión del Internet por satélite como alternativa a la fibra en el medio rural.
Fundación Telefónica recuerda que antes de fin de año el 60% de los habitantes de la comunidad tendrán acceso a la fibra e Internet de alta velocidad, después de una inversión de 150 millones de euros.
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Pero aún existen esas comarcas donde acceder a la red es todavía un tormento, donde aún se navega a pedales.
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