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Cien niños juegan en la Plaza Mayor para recordar los derechos de la infanciaHay dos grupos, diez chavales en cada uno y, entre ellos, una voluntaria de Cáritas que sujeta un pañuelo y grita un número a traición. «¡El cinco!». Y entonces (imposible no saber las reglas del juego), un niño de cada grupo sale corriendo para ser ... el primero en atrapar el trozo de tela. Para no quedarse sin pañuelo. Para no perder. El problema es que aquí el juego es real como la vida misma y no todos los niños salen en igualdad de condiciones. Los hay que tienen que correr a ciegas, otros a la pata coja, otros de la mano de un compañero, otros a saltos, otros marcha atrás…
«Es el ejemplo de que no todos tenemos las mismas oportunidades», cuenta Elena Rueda, educadora social. Ella es una de los monitores que este jueves han acompañado a los más de cien chavales, de 6 a 12 años, que han participado en una gincana organizada por Cáritas para conmemorar el Día Mundial de los Derechos de la Infancia (que tiene lugar este 20 de noviembre).
Para recordar, así, que hay una serie de derechos que tienen los niños y que los adultos deben promover y respetar. «El derecho a la familia, a la participación, a la identidad y la educación, a la vivienda, la igualdad, la salud y el juego», enumera Beatriz Gila, responsable de voluntariado de Cáritas diocesana.
¿Y alguno de estos derechos flaquea en Valladolid? «Sí», responde sin duda Antonio Verdugo, párroco de Santo Toribio, en Delicias. Es verdad que la educación es obligatoria, que ese derecho está cubierto, «pero hay menores que tienen necesidades específicas que no siempre se atienden». «El niño que viene de una familia pobre, tiene más problemas en la dotación de material escolar. El que procede de una familia migrante, necesita apoyos de idioma que no siempre se atienden», explica Verdugo.
Sabe de lo que habla, porque en su parroquia cuenta con adultos voluntarios que imparten clases de español a los niños para que estos no se queden descolgados en clase. «Y también hay que fijarse en el derecho a la vivienda. No todos pueden acceder a un techo digno, no todos pueden encender en invierno la calefacción. Hay familias que viven en pisos muy pequeños, en muy poco espacio, y ese también es un problema», indica Verdugo.
En la gincana han participado una veintena de niños atendidos en su parroquia, pero también los hay llegados de las de San Ignacio, Santa Clara, San Fernando, Belén y Pilarica a (además de Medina del Campo y la Cistérniga). «Si te fijas, los que vienen de la capital, son todos de la zona norte y este de la ciudad. Esto también nos habla de donde están las mayores necesidades y de dónde las administraciones tienen que poner más atención», apunta Miguel Ángel Vicente, sacerdote de las parroquias de Belén y Pilarica.
Insiste en esa urgencia de incrementar los profesores de refuerzo y las clases de compensación para esos «chavales de familias precarias que requieren de un apoyo en educación personalizado. La educación es un derecho para todos, pero no siempre se parte con las mismas oportunidades», recuerda Vicente. Y por eso ese juego del pañuelo de la gincana, para recordarlo. «Y hay otro derecho muy importante, que es el de la participación. Hay que implicar a los niños en las tomas de decisiones, sobre todo en las que tienen que ver con ellos. Tienen que ser escuchados», reclama Carlos San Segundo, educador de Cáritas, quien explica que esta gincana de juegos cooperativos se enmarca en el programa de infancia, juventud y familia, que atiende a 512 jóvenes (de 6 a 30 años) de la capital.
«Este tipo de encuentros es muy interesante para que niños de distintas procedencias y culturas se conozcan y jueguen juntos», cuenta Vicente. En la gincana participaron niños llegados de España, Marruecos, Venezuela, Senegal, Nueva Zelanda la India o Bangladesh.
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