Fernando Gómez, septuagenario residente en la zona, este miércoles por la mañana frente al edificio de la calle Goya siniestrado. Foto y vídeo: A. Mingueza

Explosión de gas en Valladolid

Cicatrices abiertas una semana después de la explosión en Goya, 32

Diez de los vecinos están realojados en el hotel facilitado por el Ayuntamiento mientras avanzan las obras para asegurar el edificio y retirar escombros del interior

Eva Esteban

Valladolid

Miércoles, 9 de agosto 2023, 19:33

Hace una semana, Goya era una pieza más del callejero del barrio de La Farola. Pero a las 22:53 horas del pasado día 1, martes, la vida se detuvo en el número 32. Toda la ciudad miraba, aún sin la certeza de saber ... qué había pasado, hacia esta calle 'encajada' entre la avenida de Irún y el paseo de Zorrilla; Camino de la Esperanza y Esperanto mediante.

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Un fuerte estruendo fue perceptible desde numerosos puntos de la ciudad. Inmediatamente después, una hilera continua de sirenas de ambulancias, bomberos y policía se dirigían hacia la zona. Nadie podía imaginarse lo que, minutos más tarde, se confirmaría: una explosión de gas en el número 32 provocó la muerte de una vecina, Teresa Bergondo, de 53 años, y dejó catorce heridos de diversa consideración. Destrozó, además, varias plantas del edificio y dejó al desnudo su interior.

Han pasado ocho días y el pulso del barrio aún late despacio. Saben que la herida tardará en cicatrizar. No será algo que se olvide, ni mucho menos, de una semana para otra. Porque ha segado la vida de una de sus vecinas -Teresa volvió en marzo del año pasado a ese primero C tras la muerte de su expareja-. Este martes, familiares y amigos le dieron el último adiós en el tanatorio El Salvador.

Su familia, encabezada por sus hijos, Laura y Miguel Hernández, continúa buscando a las mascotas que estaban con ella en la vivienda en el momento del siniestro. Un can y un gato ya han sido recuperados por los familiares; dos gatos habrían fallecido tras la explosión, pero aún se sigue intentando localizar a 'Toy', un perro de agua de color blanco y a 'Zipi', un gato con tonos anaranjados y blanco. «Me llaman cada dos por tres, hay mucha gente buscando y barremos muchas zonas de la ciudad, no solo el barrio, pero de momento no hay nada», afirmaba este miércoles Miguel, «todavía con el pensamiento de que todo es una pesadilla».

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«Aún hay miedo», reconocen dos octogenarias, sin despegar la mirada del inmueble siniestrado. Muchos, como Fernando Gómez, de 79 años y vecino de La Rubia, no se habían «atrevido» a acercarse hasta este miércoles. «Para quien le haya tocado, es una verdadera ruina; no he visto nada parecido en mi vida», lamenta este septuagenario mientras apunta con su bastón hacia el que, a priori y según las primeras investigaciones, fue el epicentro de la explosión: el primero C, donde residía la víctima mortal.

La familia de la víctima mortal continúa buscando a dos perros y un gato de su madre

El estallido ha dejado al descubierto el esqueleto de un edificio de paredes ennegrecidas, cristales reventados y con un voladizo suspendido en el aire que será derribado tan pronto como sea posible. No se distingue casi nada en ese amasijo de ladrillos y hierros. El acceso está blindado para evitar saqueos. Con la fachada ya asegurada -las obras comenzaron este martes-, este miércoles no había operarios en la zona, a la espera de nuevas directrices que permitan avanzar en la ejecución de los trabajos.

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La idea es poder retirar los escombros del interior a lo largo de esta semana para que, a partir del lunes, los peritos de las diferentes compañías de seguros y los propietarios puedan acceder para valorar los daños causados. «Los trabajos siguen su curso y los plazos no han cambiado, este miércoles estaban preparando el material de apeo y este mismo jueves se retomarán 'in situ'», apunta el concejal de Urbanismo y Vivienda, Ignacio Zarandona.

Sin «límite temporal»

Los restos de la explosión son perceptibles no solo desde Goya sino también desde otras calles próximas. Por ejemplo, aún permanece el número 31 de la calle Estrella -paralela a Goya- la ventana que salió disparada tras el suceso y voló 75 metros, hasta aterrizar entre las tejas.

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Otra de las consecuencias de la explosión es que son varios los bloques de casas que no tienen, desde aquel momento, conexión a internet. Los residentes, realojados entre hoteles y casas de familiares, han podido recoger algunas pertenencias, lo básico, gracias a la ayuda de los bomberos. Una semana después, son diez las personas -de siete viviendas- que están reagrupadas en un establecimiento hotelero de la capital vallisoletana, si bien el Ayuntamiento de Valladolid ha ofrecido alojamiento a todos los afectados.

Una circunstancia sobre la que no hay «límite temporal y se seguirá prestando esta opción hasta que haya una garantía de habitabilidad». Así lo confirma el concejal de Personas Mayores, Familia y Servicios Sociales, Rodrigo Nieto, quien insiste en que «en ningún momento les va a faltar habitabilidad». En estos momentos, los trabajadores de Servicios Sociales se están reuniendo «uno por uno» con los afectados para «estudiar su situación personal y necesidades de apoyo económico para valorar a corto y medio plazo la situación».

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También están prestando apoyo psicológico a quienes lo solicitan. «Lo hemos dicho desde el principio: no les vamos a dejar solos, pero el primer paso que tienen que dar es contactar con su seguro para ver las prestaciones. En la gran mayoría de casos las aseguradoras se hacen cargo de la habitabilidad y, en caso de no ser así, estudiaremos uno a uno cada caso para ver si podemos ofrecer una vivienda o una alternativa si no lo cubre el seguro», explica el edil.

Recibe el alta la última vecina ingresada tras el siniestro

La última vecina de Goya, 32 que permanecía ingresada tras la explosión ha recibido el alta hospitalaria este miércoles al mediodía después de que las últimas pruebas previstas arrojaran unos índices adecuados. Isabel Martín, de 89 años, residente en el primero A, se encontraba en planta del Hospital Río Hortega desde el viernes, si bien previamente estuvo en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) como medida de prevención por su edad -además, sufrió con anterioridad un infarto y un ictus- y tras haber inhalado humo.

En el momento del siniestro, se encontraba con ella uno de sus hijos, Juan Carlos Martín, que reside en Madrid pero que había ido a Valladolid para pasar unos días juntos. Él también estuvo ingresado en el Río Hortega, en la Unidad de Quemados, y fue dado de alta el lunes. «Tiene los brazos vendados por las heridas de cuando rompió los cristales; está un poco magullado pero esperemos que se recupere pronto», afirmaba entonces uno hermano, José.

De esta forma, todos los residentes en Goya, 32 que habían precisado traslado hospitalario ya están dados de alta.

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