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No estaba este viernes el horno para bollos en el Palacio de Pimentel. No lo estaba pese a los 40 grados que marcaba el termómetro del porticado patio de este emblemático edificio. Aquí había más caras de funeral que de celebración. Más rostros apesadumbrados que ... exultantes de felicidad. Ni siquiera el inesperado y presidente casi por obligación, Conrado Íscar, se deshizo del gesto serio en toda la jornada. Cargaba con el desgaste de las últimas horas –apenas pudo reservar un par de ellas para conciliar el sueño– y arrastraba el bastón de mando en una ceremonia que se celebró a dos velocidades; mirando al retrovisor del pasado más próximo en el rostro serio de Jesús Julio Carnero, y observando el futuro en la renovación de Conrado Íscar, nuevo presidente de la Diputación de Valladolid tras la decisión de Génova de designarle para tal fin. «Así es la política, según viene se va y se ve que ya no estamos para estas cosas», reconoció a un grupo de altos mandos militares el propio Carnero, presidente de la institución en los últimos ocho años y apartado desde las direcciones nacional y autonómica de la posible reelección.
En él se dibujaron las pocas sonrisas –casi permanentse en un alarde de tranquilidad– que asomaron en esta ceremonia de la nueva era. La procesión iba por dentro pero se dejó entrever en la emoción contenida durante el discurso que le dedicó Conrado Íscar, o en los innumerables gestos de cariño que le brindaron los diputados de su bancada; desde la mano de Guzmán Gómez, alcalde de Medina, asida a su brazo tras intervenir en nombre del PP, al guiño de un ojo con el que David Esteban le respondió al bajar de jurar el cargo.
La de hoy fue así la liturgia de la familia. Apenas acudieron representantes de otras instituciones y muy pocos de la formación de Pablo Casado, salvo excepciones como la del senador José Ángel Alonso. Ni siquiera los compañeros del Grupo municipal Popular, donde Jesús Julio Carnero mantiene el acta como concejal. Fue además la ceremonia de la bipolaridad, donde uno no sabía ni a quién sonreír ni con quién. Era tanta la tensión en vísperas de la constitución y tanta la incertidumbre hasta última hora que la propia diputada de Toma la Palabra, Virginia Hernández, llegó cargada con seis discursos distintos. «Como aquí cambian las cosas de un día para otro...», comentaba risueña. Ella, la más joven del pleno provincial, enarboló la bandera por los derechos del colectivo LGTBI y la exhibió durante una intervención cargada de reivindicaciones. No fuera a ser, como acuñó previamente, que le hicieran «un Trapote» y la desplazaran de la bancada, comentaba entre risas en alusión a la lista alternativa con la que el diputado socialista Javier González Trapote ocupó de nuevo un escaño en el pleno provincial. Las filas del PSOE, las que dirige Teresa López, tampoco derrochaban felicidad. La propia exalcaldesa socialista charlaba con su sucesor en el cargo, el 'popular' Guzmán Gómez, sobre los giros tan inesperados que ocurren en los partidos políticos. «Hoy estás aquí y mañana ni se sabe», auguraba la que será la portavoz en el Grupo del PSOE pero sin la certeza sobre su futuro al frente de la Secretaría Provincial.
Porque son tiempos convulsos para la política provincial. Para todos, incluido Ciudadanos, que ve a tiro un Gobierno con el PP y pisa el acelerador para ocupar una vicepresidencia en el equipo de Conrado Íscar, que ya advirtió de su intención de mantener a Víctor Alonso como hombre de confianza. Fue él, alcalde de Fombellida, quien acaparó gran parte de las miradas en su reaparición tras el grave accidente de tráfico que sufrió en marzo. Su gesto al ir a votar, ayudado por las muletas, e intentar que le depositaran la papeleta en la urna lo truncó la presidenta de la mesa de edad, Emiliana Centeno, que le advirtió de que debía acercarse y depositar el voto él mismo. «Así haces más ejercicio hoy», puntualizó la diputada socialista y alcaldesa de Mucientes entre las risas de los asistentes. Fue uno de los pocos momentos distendidos de un pleno de constitución encorsetado, menos concurrido de lo habitual y con un calor asfixiante en las instalaciones del Palacio de Pimentel. Hasta el punto de que la macera sufrió un mareo y tuvo que recibir la ayuda de Raquel Alonso, concejala de Medina del Campo y médico de profesión.
Transcurrió además sin sorpresas pese a que la jornada tenía previsto haber amanecido con diferente sino. Jesús Julio Carnero recogió finalmente como un diputado más la medalla y el pin institucional. Este último en versión bis, pues recibió inicialmente por equivocación el alfiler reservado para las mujeres.
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