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Berta Pontes de los Ríos
Valladolid
Jueves, 14 de enero 2021, 07:18
Francisco García Curiel tenía 74 años cuando, el pasado 5 de enero, su cuerpo no resistió más y falleció a causa del coronavirus. Ingresó ... en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid en Nochevieja con síntomas al haber dado positivo junto a varios miembros de su familia tras reunirse «de pocos en pocos» pero en una misma casa por un cumpleaños familiar. Él fue el último en contagiarse y el que peor desenlace tuvo.
Todo comenzó el pasado ocho de diciembre, cuando por la casa de Francisco y Mercedes, su esposa, fueron pasando sus hijas con sus respectivas parejas y descendientes. El motivo de la inusual visita fue el cumpleaños de uno de los yernos de Francisco y decidieron no acudir todos al mismo tiempo al domicilio pero dividirse tampoco evitó la propagación del virus entre los miembros de la familia. «Fuimos de pocos en pocos, para no estar juntos en un mismo espacio, pero cuando comenzaron los síntomas fuimos cayendo uno a uno con el virus», apunta Arancha García, la mayor de las cuatro hijas del matrimonio.
Nacido en Cabezón de Pisuerga, Francisco tuvo que emigrar a Alemania con apenas 18 años para trabajar en la construcción y fue a su vuelta a España cuando conoció a Mercedes, con la que compartiría su vida hasta el final. Juntos trabajaron en la fábrica de Nestlé de Valladolid hasta la llegada de su primera hija, Arancha. «Mi madre dejó el trabajo cuando nací y se dedicó a cuidarnos pero hace unos años cayó enferma», explica la primogénita. Tras Arancha llegaron Alma, Vanesa y Verónica, quienes extendieron la familia con un total de cinco nietos. «Somos una familia muy unida, que siempre estamos juntos. La pandemia nos separó y gracias a las videollamadas hemos podido vernos».
Especiales coronavirus
Francisco vivía con su mujer y una de sus hijas, Alma, en el barrio de La Farola, de Valladolid. Allí residieron durante 23 años hasta que en 2002 decidieron mudarse a Pajarillos, donde paseaba diariamente hasta que este verano comenzó a notarse más débil, por lo que pasaba más tiempo en casa. Además, su mujer, Mercedes, padece Alzhéimer, lo que le obligaba a estar junto a ella. «Cuando hace seis años diagnosticaron a mi madre su enfermedad fue un palo muy duro para él; su estado de ánimo mermó bastante y sus ganas de hacer cosas también, teníamos que animarle», asegura Arancha. Durante los últimos años de su vida, Francisco disfrutó de su familia y amigos. «Estaba jubilado y tenía una vida tranquila. Le gustaba pasar tiempo con sus amigos jugando a la petanca y también le encantaba ver obras, suena típico pero es la realidad», recuerda Arancha. El tiempo de Francisco también estaba dedicado a su familia, con la que pasaba la mayor parte del día. Y fue precisamente de quien se contagió de coronavirus. Aunque no coincidieron todos a la vez, sí visitaron la casa de Mercedes y Francisco sus hijas con sus respectivas familias por el cumpleaños de uno de sus maridos. La no celebración se saldó con ocho casos positivos de coronavirus en la familia Fernández García y fue Francisco el que peor parado salió.
El día de Nochevieja ingresó en el Hospital Clínico de Valladolid y Arancha recuerda que «le ataron de cintura para arriba y cuando preguntamos los motivos nos dijeron que se había intentado tirar de la cama». Sus hijas consiguieron contactar con él a través de una videollamada. «Él estaba bien, no le vimos como para morirse, pero nos decía que quería salir de allí, no estaba tranquilo», manifiesta Arancha. Al día siguiente les dijeron que había empeorado, que podían ir a despedirse de él porque iban a suministrarle morfina. Acudieron dos de sus hijas y recuerdan que Francisco tenía «mucha desazón». Esa noche no le sedaron y fue al día siguiente cuando comunicaron a la familia que había llegado el momento de despedirse definitivamente de él. «Cuando fuimos a decirle adiós por segunda vez le encontramos intranquilo, estaba muy alterado. Su última respiración fue una gran bocanada de aire y su cuerpo se paró. A las 21:15 horas de la noche del día 5 de enero falleció cogido de la mano de mi hermana pequeña, Verónica», sostiene Arancha emocionada.
Ahora, entre los familiares y amigos de Francisco García Curiel se mantiene vivo el recuerdo de lo «buena persona que era, siempre dispuesto a ayudar a los demás y muy sociable con los que le rodeaban». El coronavirus golpeó de lleno a este vallisoletano, quien disfrutaba de una vida «tranquila y sin complicaciones hasta que llegó la pandemia».
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