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Los Cebrián: once hijos, 90 litros de leche al mes y dos lavadoras diariasJosé María Cebrián e Irene Gervas tienen a todo un equipo de fútbol en casa. Literal. «Ser padre o madre de once es como un título nobiliario», bromea la pareja. Aunque razón no les falta. Porque gestionar la rutina de once vástagos –Carmen, la mayor, tiene 19 años y José María, el pequeño, 6–, con sus ropas, sus deberes y sus actividades extraescolares no es tarea fácil. Y aunque Chema, como llaman al progenitor de un modo cariñoso, reconoce que no llegan «nunca a nada», van con «la lengua siempre fuera y tarde y mal a todos los sitios», asegura que «es más espectacular cómo suena el hecho de tener once hijos que en el día a día».
Lo cuenta de una forma que hasta parece pan comido. Pero la experiencia que da tantos años de biberones y cambios de pañales les hace afrontarlo con serenidad. Nunca, subraya, se habían planteado llegar a tener tantos hijos. «Lo peor fue con dos, yo recuerdo que con dos (Carmen y Fernando, se llevan un año) ya no podía más, y cuando Irene me dijo que venía el tercero pensé: ¿Y ahora cómo lo hago? Porque hasta entonces éramos dos adultos para dos niños y parece que llegas a todo, pero ahí es cuando te das cuenta de que saben comer solos, se visten solos... Si no, igual todavía les estamos haciendo la cama», comenta a modo de broma.
Gestionar la logística de un núcleo familiar que, por ejemplo, supone más de la mitad del padrón de un municipio como Aguasal –tenía 19 censados el año pasado, según las estadísticas del INE– requiere práctica, habilidad y mucha paciencia. Porque siempre hay tareas pendientes o algún trasto por devolver a su cajón. Con nueve niños y adolescentes viviendo en una misma casa (Carmen vive con su abuela y Fernando estudia en Valencia) es prácticamente matemático. «Dos lavadoras diarias caen; si algo he sacado en claro en todos estos años es que la secadora es un invento maravilloso», cuenta Chema Cebrián, ante la mirada cómplice de Irene Gervas.
Cuando van al supermercado –señala– empujan el carrito por los pasillos «sin saber lo que hace falta». Compran artículos «por si acaso, porque al ser tantos siempre aciertas». En casa de los Cebrián Gervas gastan, mínimo, tres litros de leche diarios, o lo que es lo mismo, 90 litros al mes. ¿Y galletas? «A granel», matiza.
Pero los más mayores tienen que ejercer como tal y echar una mano a los más pequeños, que no se desenvuelven con tanta soltura. «Yo me levanto a las siete. A las ocho les levanto a todos y a las nueve y diez estamos en el cole. En los últimos tres o cuatro años es más fácil conciliar porque yo soy profe allí», asevera este padre de familia, al tiempo que avanza que «es fundamental que todos los uniformes estén preparados la noche anterior». «Ellos se visten, buscan su ropa, desayunan, lo recogen... Eso sí, como haya un momento de crisis ya se desmorona todo», continúa.
Son relativamente autónomos e independientes, aunque siempre están bajo la supervisión de Luis, ahora el hermano mayor en la casa, que está pendiente en todo momento y prepara la mesa del desayuno. «Organiza las mañas y está atento por si tiene que ayudar a sus hermanos, aunque si hay que apagar algún fuego, los apago yo», apostilla.
La de los Cebrián Gervas es solo un ejemplo de las decenas de familias (se congregaron medio millar de personas, aproximadamente) que este sábado se reunieron en la Acera de Recoletos con motivo de la Fiesta de las Familias, un evento organizado por primera vez por la Diócesis de Valladolid y que busca consolidarse como punto de «encuentro entre las familias, que son la base de la sociedad». Estaban convocados a las 11:00 horas, pero no fue hasta más de treinta minutos después, tras la correspondiente foto de familia –nunca mejor dicho– y un chupinazo inaugural, cuando iniciaron la «peregrinación» por el centro de la ciudad desde la plaza de Zorrilla hasta el Seminario, donde celebraron una paellada popular amenizada con música, previa eucaristía. El arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, agradeció la presencia de «tantas familias» en la quedada, para la que el alcalde, Jesús Julio Carnero, auguró un buen futuro. «Como todas las cosas que tienen gran proyección, va a seguir creciendo», acotó el regidor.
El tiempo acompañó y numerosas –formadas por tres o más hijos– o no (había progenitores que, solos o acompañados, fueron con sus hijos únicos), decenas de familias no quisieron perderse la primera edición de su día. Como Gonzalo Abascal, que acudió a la cita con sus pequeños Guadalupe, Gonzalo y Guzmán –el cuarto, Gabriel, y Lola, la madre, se unieron más tarde–. Afirma que el cambio más destacado, cuando realmente lo notaron, fue a partir del tercer hijo. «Hasta tres, me ponía a hacer cenas y cenan tres como catorce;y si tienes que bañar a tres, lo mismo, bañas a doscientos si hace falta, pero con cuatro hijos ya es distinto», apunta, al tiempo que incide en que «organizándote un poco no es tan complicado».
En su caso, tratan de hacer una compra semanal «importante» y 'tirar' mucho de elaboraciones caseras como bizcochos. Y aunque admite que el gasto es «grande», cree que al ser tan pequeños «todavía no se nota mucho la diferencia». «Cuando sean más mayores, veremos», concluye.
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