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La reciente demolición del edificio residencial del convento de San Quirce y Santa Julita, un bloque de ladrillo que fue levantado en la segunda mitad del siglo XX y que carecía de valor histórico, dio paso a una serie de catas arqueológicas en los ... terrenos que han sacado a relucir restos considerados de «escaso valor» por los especialistas, pero que permiten bucear en las vicisitudes sufridas por este veterano monasterio, y en especial por el picón ahora demolido, que mira a la plaza de la Trinidad y a San Quirce, desde su fundación en su actual emplazamiento entre los siglos XVy XVI. La Comisión de Patrimonio espera ahora el informe definitivo sobre los hallazgospara, una vez catalogados, autorizar –y todo apunta en este sentido– el inicio de las obras de construcción de un bloque de 72 apartamentos para mayores que ya están vendidos sobre plano.
Los sondeos, realizados semanas atrás (el derribo concluyó a principios de noviembre) y que aún están al descubierto, muestran de un primer vistazo muros de piedra de los cimientos de las edificaciones que fueron sustituyendo progresivamente a las originales a raíz de la gran inundación originada por el Pisuerga en 1636 y que alcanzó de lleno al cenobio. «Pueden apreciarse algunos restos muy maltrechos del convento de los siglos XV y XVI, pero que están muy machacados debido a las sucesivas modificaciones que sufrió esta esquina entre los siglos XIXy XX», explica el arqueólogo Jesús Misiego, encargado de los trabajos, antes de concretar que esta esquina, que linda con la iglesia que se conserva (y que mantendrá el culto), fue remodelada en el siglo XIXy demolida directamente a mediados del XX –la licencia de obras la recibieron las monjas en 1965– para levantar el bloque de ladrillo que llevaba años sin uso y que acaba de ser derribado. «Hemos encontrado los restos de una cocina de principios del siglo XX y una gloria, así como cimientos de piedra, que vamos a documentar para elaborar el informe definitivo que enviaremos a Patrimonio», continúa.
Las obras también han sacado a relucir «evidencias de hasta tres enterramientos (fosas sin huesos) en el patio del convento, incluido uno al borde de la pared de la iglesia, pero que las propias monjas fueron moviendo con los años en función de los distintos usos de esta parte del convento». El subsuelo, prosigue el experto, «está muy dañado, sobre todo, por la última edificación, cuando metieron cimientos de hormigón a más de dos metros de profundidad».
El convento de San Quirce, en cualquier caso, conservará no solo su ala religiosa (la iglesia se mantendrá abierta al culto y continuará acogiendo a la Cofradía de la Pasión), sino que el proyecto de la futura residencia anexa incluye la conservación del coro, que se integrará al conjunto, y la rehabilitación del edificio de Las Donas, un espacio que carecía de catalogación, pero que fue construido en el siglo XVIy que albergó a las mujeres que asistían a la Reina durante la estancia de la Corte en la capital (1601-1606) por su cercanía al Palacio Real. Otra cara más de las mil vidas del convento de San Quirce y Santa Julita.
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