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El carril bici de San Cristóbal rompe el 'corazón' de FrancescoFrancesco Matitieri mira con tristeza tres hermosas hiedras que han crecido con él. «Para mí son parte de mi vida», confiesa este hombre de 87 ... años en la acera de la calle Aluminio, donde se encuentra su parcela desde hace tres décadas. «Fue la primera nave nido del polígono. Aquí no había nada y poco a poco fui dando vida al jardín», explica mirando lo que queda. Sabe que el suelo nunca le ha pertenecido (es propiedad del Ayuntamiento) pero sí la historia de un jardín al que ha cuidado como «a un tercer hijo».
Este lunes, las obras del carril bici del polígono de San Cristóbal para fomentar la movilidad ciclista en el ámbito laboral se topaban con su oasis verde. «Vinieron los operarios y empezaron a arrancar las plantas y, en cierto modo, es como si arrancaran una parte de mí, de mis recuerdos», dice emocionado. En apenas dos días casi, apenas queda nada de lo que fue ese oasis verde de la calle Aluminio. «Solo me han dejado esta esquinita», dice Francesco, señalando un guindo y varias plantas que se han librado del avance de las obras. Su tristeza es evidente y también siente algo de indignación.
«Al menos me podían haber avisado antes desde el Ayuntamiento. Sé que es su suelo y les pertenece, pero me hubiera gustado que me dijesen antes lo que tenían previsto y haberme podido mentalizar». Este viernes apenas quedaba rastro del lilo, de los lirios, del guindo y de varias adelfas que no se habían librado de la poda y cuyas ramas aún se encontraban extendidas por la acera.
«Algunas serán enviadas a vivero y otras se plantarán en otras zonas del Polígono», señalan técnicos de Parques y Jardines. Se ha intentado aprovechar lo que ha sido posible. De hecho, la jornada ha comenzado con el trasplante varios ejemplares de arbusto de laurel que se han podido salvar. Francesco mira cómo progresan los trabajos de los operarios y tenía la esperanza de que pudiera haber otra alternativa.
«En los años 90 el propio Ayuntamiento me dio algunas plantas y ahí empecé después a poner las mías. Hace mucho tiempo me dieron un reconocimiento por lo bonito que estaba e incluso hace años, cuando hicieron los aparcamientos, mantuvieron esta zona como parking en línea y el resto en batería. Respetaron el jardín», recuerda este hombre que dentro de su parcela industrial mantiene un oasis de hortensias, árboles frutales, lilos, rosales y una parra enorme que trepa por la fachada.
Trata de mentalizarse de que donde antes crecían arbustos, plantas y brotaba vida, ahora una senda verde cruzará el exterior de su mimado jardín. «Había sido mucho más fácil haber habilitado uno de los dos carriles a 30 kilómetros por hora y no se habían levantado aceras, ni se había perdido aparcamiento», comenta este empresario ya jubilado.
Desde los 65 años precisamente le dedicaba más tiempo a su oasis verde, que no solo disfrutaba él. Coge lo que queda del sistema de riego automático que había puesto para que sus plantas no pasaran sed. «Aquí todo podía coger cerezas, si le gustaban las lilas podían llevarse una flor o coger manzanas. Ese árbol de ahí (dice señalando a un ejemplar que se ha salvado a el estar fuera del proyecto del carril) da casi 300 kilos al año».
Lo único que pide ahora este hombre natural de Salerno es que salven tres corazones enormes de hiedra que trepan por la verja de su parcela, por eso los mira con tanta tristeza, porque sabe lo que significan para él. «Los planté hace más de 20 años en honor a mi mujer Leonor y a mis hijos, Jaqueline y Marcello, y pido, si es posible, que se tenga en cuenta alguna opción para poder conservarlos. No molestan y para mí significaría mucho». Francesco ha ido regando y dando forma a sus ramas y propone poner un pequeño remate o un fino bordillo junto a la pared para salvar las enredaderas que tanto significan para él. Junto a los tres corazones hay una cuarta planta de hiedra que se encuentra en crecimiento, pero cuyas ramas aún no tienen la edad para dar forma a otro gran corazón. Sería el suyo. «Ojalá pudiera ver crecer a esta planta», asegura.
Algunos vecinos de polígono se pasan a ver a Francesco, como es el caso de Mauro González, quien ha sido testigo de «las tres décadas de cuidados» a plantas, arbustos y árboles frutales que daban color a un ambiente monótono de naves y asfalto. «No sé para qué hacen esto si no se ve ni una bici por aquí y dudo que se vean, esto es una selva a la hora de conducir es un sálvese quien pueda», confiesa.
Los trabajos para completar un total de tres kilómetros de carril bici -presupuestados en 1,7 millones de euros- se van ultimando y servirán para conectar la ronda Este con la Avenida de Soria. En el mes de abril, lo más probable es que ya esté en funcionamiento y que se ponga fin a unas obras que arrancaron en el mes de mayo y que mantienen a pleno rendimiento maquinaria y operarios, cerca de una veintena, que se afanan por terminar.
«Trabajan a mucha velocidad, eso sí que es cierto», coinciden tanto Francesco como Mauro, «si siguen así esto en nada está terminado». La obra, que comenzó el pasado mes de mayo comprende las calles Pirita y Aluminio. De hecho, respecto al tramo de Pirita (de aproximadamente 1,5 kilómetros) solo le falta rematar un pequeño tramo que será la unión con la VA-20. Algo más de trabajo queda aún por delante en la calle Aluminio, cuyos operarios se topaban esta semana con el jardín de Francesco, donde han comenzado las obras de demolición de la acera existente para construir la zona de aparcamiento (mayoritariamente se sustituye el aparcamiento en batería existente por el de línea) y el carril bici que cruzará el polígono.
La empresa que está llevando a cabo las obras miró si era posible salvar esos corazones de enredadera que tanto significan para él. «Lamentablemente no podemos hacer nada, porque las raíces van por la zona en la que estará el carril bici y habrá que retirarlos. Se ha intentado aprovechar la máximo las plantas del jardín», señalan desde la constructora a la que se le ha adjudicado la obra.
Inevitablemente las máquinas avanzarán estos días convirtiendo el mimado oasis verde de Francesco en tierra removida primero y en asfalto verde después, sepultando bajo cemento 30 años de vida y recuerdos.
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