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M. A.
Sábado, 13 de julio 2024, 22:01
La capilla del colegio Nuestra Señora de Lourdes se llenó este sábado para despedir a la niña de 6 años María Pía Ramos, fallecida en la tarde del miércoles ... , según todos los indicios, en un accidente ocurrido cuando se encontraba en la piscina de un centro sociocultural militar de Melilla en el que asistía a un campamento de verano junto a una hermana.
Padres, madres, alumnos, miembros de la comunidad educativa del Lourdes, amigos y conocidos de María Pía arroparon a la familia de la pequeña en una eucaristía que llevó a la iglesia a quedarse pequeña para albergar a todos los presentes. Los primeros asistentes comenzaron a llegar casi una hora antes del inicio de la misa. Allí estaban varios policías municipales desde las 19:00 horas. Unos agentes esperaban en la puerta principal del colegio, en la calle Paulina Harriet, mientras otros estaban preparados para regular el trafico ante la previsible afluencia masiva de personas.
Los asistentes fueron llegando poco a poco y en la puerta se sucedían muestras de afecto y dolor a partes iguales. La imagen de la capilla llena a rebosar, con personas siguiendo la misa desde los pasillos, fue tan impactante para los presentes que hasta el director saliente del centro, Jorge Meneses, que pronunció unas palabras antes de la eucaristía, se dirigió a los padres de la niña en los siguientes términos: «Fijaos cómo está la iglesia: abarrotada, como nunca. Esta es la comunidad del colegio, que os quiere acoger y quiere ser un apoyo constante para vosotros. Con cariño y comprensión», indicó el exdirector, que se erigió en portavoz de la comunidad educativa en un sentido discurso en el que afloraron sus sentimientos por el trágico suceso. «Nos reunimos aquí, en esta iglesia, con el corazón consternado, lleno de tristeza para despedir a Pía, que con tan solo seis años ha partido inesperadamente para estar con el Señor», señaló para indicar después lo que ha supuesto para toda la comunidad educativo lo acontecido en Melilla el pasado miércoles. «Para nosotros, para mí como director y para el equipo directivo y los profesores, esto es un golpe impresionante. Para los padres, no hay palabras. La pérdida de una hija es una herida inmensa y difícil de expresar con palabras», continuó.
El director saliente se mostró muy cariñoso en todo momento con los padres de Pía, a los que se dirigió en varias ocasiones durante unas palabras en las que, pese al dolor del momento, pudo pronunciar sin emocionarse. «Estamos aquí, Gonzalo y María, para acompañaros en la medida de lo posible, con nuestro cariño, nuestro amor y nuestra solidaridad. Este es un duelo que tenemos que pasar y para vosotros es muy difícil. Contad con nuestro apoyo», señaló poco antes de recordar la canción que señala que la muerte no es el final, sino el comienzo de una vida nueva. «Hay que creérselo ahora porque no queda otra», indicó el exdirector, que se aferró a sus creencias. «Su partida deja un vacío enorme. No sé si hay consuelo, pero nos consuela pensar que está en el cielo, rodeada del amor infinito de Dios», zanjó.
Uno de los momentos más emotivos de la eucaristía llegó cuando el cura recordó que el color favorito de María Pía era el amarillo para terminar sus palabras con la siguiente frase: «La vida debería ser amarilla: amar y ya».
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