El jolgorio de un pañuelo peñero y la solidaridad de un aplauso en el balcón intentarán darse la mano desde el próximo viernes 4 de septiembre con la iniciativa lanzada por la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), que anima a exhibir en ventanas y ... terrazas la pañoleta solidaria (5 euros) que se puede encontrar desde el lunes 24 en bares, comercios, restaurantes y cuya recaudación se destinará de forma íntegra a financiar proyectos de investigación que ayuden a luchar contra una enfermedad que, durante los últimos meses, le ha cedido titulares al coronavirus.
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«Si esta pandemia nos ha enseñado algo es la importancia que tiene la investigación. Todos estamos pendientes de la vacuna. La comunidad internacional ha sumado esfuerzos para investigar. Los laboratorios están logrando resultados en tiempo récord. Esto nos tiene que servir de enseñanza para recordarnos que la investigación es fundamental. Y que ese esfuerzo común se tiene que conseguir para otras enfermedades».
Lorena García Mazo (Valladolid, 1977) es la autora de este deseo entrecomillado. En sus manos luce el pañuelo que en las próximas fiestas exhibirá en la ventana más grande de su casa en Villa de Prado. «Me gusta el espíritu festivo de la campaña, es una forma de motivarse y darse un poco de alegría durante los días en los que tendría que haber fiestas en Valladolid, pero es también un apoyo para la investigación. Tal vez yo lo haga también por un punto egoísta, porque para mí es muy importante que se consigan avances. Pero a todos nos concierne. De lo poco que sabemos del coronavirus es que existen medidas de precaución para intentar no contagiarse. En el cáncer es más difícil. Te puede tocar. A mí me tocó».
Julio de 2008. Lorena tiene entonces 30 años. En un mes cumplirá los 31. Aquella mañana se acercó por el centro de salud porque había pedido cita con el médico de cabecera. Por otra cuestión que nada tiene que ver con lo que vino después. En mitad de la consulta, Lorena le dijo al doctor:«Por cierto, siento aquí un pinchacín, en el pecho derecho». Pensaba Lorena que sería algo muscular. Tal vez un quiste sebáceo, de esos que tan a menudo le salían a su hermana y que tan pronto llegaban como desaparecían. «Yo era joven, hacía deporte. No encajaba, pensaba yo, con el perfil de personas que podían tener cáncer. No tenía síntomas, no me dolía nada de nada. Si yo no hubiera ido por esa otra cuestión, ni se me hubiera pasado por la cabeza pedir cita solo por eso». Un pinchacín, le dijo al médico de cabecera. Y allí empezó todo. Hace doce veranos.
«No parece serio», le comentaron.«Pero te voy a mandar al ginecólogo», le dijeron. Tres meses más tarde, tuvo cita en el viejo Río Hortega. «Parece que no es nada», le indicó el especialista. «Pero, por si acaso, por descartar, vamos a hacer una ecografía de mama». Con la eco ya en la mano,«todo cambió». La cita con el médico que tendría que ser para diez días más tarde se adelantó a la jornada siguiente. «Eso ya me empezaba a sonar mal, pero quería mantener la esperanza. Mi padre entonces estaba muy enfermo. Sufrió un ictus con 56 años. Toda la familia quedamos en 'shock' y pensaba que no podía ser que yo tuviera algo serio. Tenía otras preocupaciones encima como para estar pendiente de una enfermedad más, aunque fuera la mía. Si lo piensas, era ilógico, pero era lo único que se me pasaba por la cabeza. Como si por tener otros problemas, el destino me fuera a quitar eso», recuerda Lorena.
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El destino no quiso.
Tardaron horas desde que los médicos revisaron las placas, hicieron la punción, le mandaron al quirófano. «Primero me quitaron el bulto, en septiembre. Luego me dijeron que había que limpiar más, en enero. En febrero de 2009, tercera intervención para «quitar todo el pecho, ya no era posible salvarlo». Esta tercera vez en la sala de operaciones ya tuvo lugar en el nuevo RíoHortega.«Me tocó estrenarlo», rememora.
Llegó después la quimioterapia. Ocho sesiones. Las cuatro primeras, «vaya». Las cuatro últimas, casi mejor olvidarlas. «Ahí fue cuando tomé conciencia de que esto era real, de que me iba a comer una pistonuda». Y fue también el momento en el que decidió hacerse socia de la AECC y devolver a la asociación parte de la atención que recibió, «sobre todo de apoyo psicológico». «Me comí las ocho sesiones de quimio, todas las revisiones me fueron dando bien, las analíticas bien, las revisiones perfectas. Hasta que un día...».
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«La crisis sanitaria generada por la covid-19 está provocando una situación de emergencia en el cáncer, con un impacto económico y laboral, sanitario, psicológico y científico en una población ya de por sí vulnerable», aseguran desde la AECC. La asociación alerta de que hay demora en pruebas diagnósticas y tratamientos, además de dificultades en el desarrollo de los cuidados paliativos, en pruebas de cribado (especialmente colorrectal y mama)y con el aplazamiento de programas de detección precoz. Además, insisten en que es necesaria una «reactivación de la investigación», que puede contribuir a incrementar hasta el 70%la supervivencia y mejorar la calidad de vida.
Hasta que un día Lorena siente un remusguillo en la cadera que muy pronto se convierte en dolor. En el lado izquierdo. Los primeros días piensa que es quizá un tirón, la consecuencia de no haber estirado los suficiente. Pero el dolor permanece. Lo comenta en la consulta. Le dicen que harán placas para cerciorarse. Y los resultados, en fin, otra vez: «Me dijeron que tenía lesiones óseas compatibles con metástasis».
De nuevo la palabra cáncer en su vida. «Esta segunda vez me fui corriendo a hacer el testamento», reconoce. «Y con esto estoy ahora. Porque esto ha venido para quedarse. Y depende de cómo funcione el tratamiento... De momento bien. Buena tolerancia, con efectos secundarios llevaderos, veo resultados. Llevo ya dos años y tengo calidad de vida.Estaba mejor cuando no lo tenía, claro, qué tontería, pero puedo hacer deporte, zumba, que me encanta y me relaja más que el yoga».
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«Yo no me identifico con esa tiranía de la felicidad, con esa idea de que hay que vivir el cáncer siempre con una sonrisa. Lo llevo lo mejor que puedo. Tienes altibajos. Hay días que no te apetece hacer nada. Yentonces, te flagelas un poco, te quedas en casa y coges impulso para que el día siguiente sea mejor. No hay una forma única de vivir el cáncer. Pero quiero pensar que mi testimonio de esperanza puede servir para quien lo está pasando peor», dice Lorena.
E insiste en una palabra: investigación. «Te das cuenta de que el cáncer es una sola palabra. Y que detrás de ella hay un montón de tipos distintos. Y si no se investiga, en distintos campos, en varias líneas, no habrá solución. Para mí es vital que se investigue. Necesito que se investigue. Ya me han dicho que el tratamiento que sigo, tarde o temprano, dejará de funcionar. Necesito un plan B. Y si la investigación se para, yo me paro. Por muy buena voluntad que tengas, por todo el ánimo que le pongas, el cáncer solo se combate si avanza la investigación. No hay posibilidad de salir de esto solo con buena voluntad».
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LA CAMPAÑA
Contigo en los balcones. La idea es recuperar la simbología que tuvieron balcones y ventanas durante los aplausos del confinamiento. Para ello, se invita a colgar en ellos una pañoleta verde durante los días en los que se habrían celebrado las fiestas de la Virgen de San Lorenzo (suspendidas, del 4 al 13 de septiembre).
Los pañuelos. Con el lema 'Seguimos contigo' se pueden conseguir desde el lunes 24 en los comercios asociados de Avadeco y Fecosva, y en los bares de la Asociación de Hostelería.También colaboran la Coordinadora de Peñas, la Federación de Casas Regionales, Vallsur y la asociación de alojamientos turísticos. Los pañuelos costarán cinco euros y la recaudación se destinará íntegra a programas de investigación. Finalmente, en la sede de la AECC(ClaudioMoyano)no se venderán pañoletas para evitar aglomeraciones.
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