Un paseo por los bares y restaurantes de Valladolid basta para darse cuenta de que, a pesar de que las terrazas están repletas, los interiores apenas albergan clientes. «Nadie quiere estar dentro porque tienen miedo y eso supone que no vienen a comer y ... nos cancelan reservas a última hora», cuenta Ana Usero, del restaurante Vino Tinto. Este establecimiento ha visto sus reservas reducidas a la mitad esta última semana. «Estamos bastante mal porque están cancelando las mesas grandes. Primero reducen el número de comensales pero cerca de un 50% terminan suspendiendo la comida o cena», comenta. Su testimonio es un ejemplo más de la situación actual de la hostelería vallisoletana, cuyos trabajadores vuelven a pender de un hilo por el aumento de contagios y el temor de los ciudadanos a enfermar de coronavirus.
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Es una situación similar a la que se encuentra Maite Gómez, propietaria del restaurante El Pozo. Tras 33 años en el negocio ha tomado la decisión de traspasar o venderlo. «No quiero más quebraderos de cabeza y la pandemia ha sido la guinda del pastel», precisa. Calcula que el 60% de las mesas que tenían reservadas estos últimos días han sido canceladas. «Las mesas grandes las han anulado todas, y muchas de las de dos o cuatro, también», explica. La razón que los clientes dan para estas cancelaciones es «el miedo al virus», principalmente. «Nos llaman y nos dicen que no quieren meterse dentro o juntarse porque temen contagiarse. Ayer mismo una pareja nos llamó para cancelar porque tienen miedo». Su restaurante, prácticamente vacío entre semana, tiene poco que ver con lo vivido otros años.«Estas navidades no se está viendo movimiento en la calle ni ambiente de fiesta, las cosas están complicadas y la gente se está quedando en casa», asegura.
Respuestas idénticas son las que recibe Gerardo Peláez, del restaurante Herbe, pero él eleva hasta el 80% las cancelaciones. «Suelen ser mesas de empresas o grupos de amigos pero nos han cancelado muchas comidas y cenas;la gente dice que tiene mucho miedo y que prefieren dejarlo para otro momento, así que a nosotros nos toca volver a aguantar y esperar el nuevo año con esperanza», manifiesta. Confía en que Pingüinos atraiga turistas a la ciudad y llenen las mesas que ahora están prácticamente vacías. Sentimiento que comparte con Alejandra Rayo, de Mercé, cuyo restaurante va cubriendo los huecos vacíos de las cancelaciones. «Llevamos dos semanas sin abrir el comedor de abajo porque no hay demanda», cuenta. Además, destaca la «poca empatía de la gente porque nos cancelan reservas de un día para otro, a veces sin avisar». De las llamadas que realiza para confirmar las reservas, un 75% terminan diciendo que la anulan, por lo que «las previsiones de trabajo se destrozan».
El deseo que comparten estos cuatro hosteleros es «que termine el coronavirus, que vuelva la normalidad y que los vallisoletanos vuelvan a salir como antes».
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