Valladolid
Campo Grande alberga una nueva familia de cisnes: «Queremos que duren, que no los roben»Valladolid
Campo Grande alberga una nueva familia de cisnes: «Queremos que duren, que no los roben»Un mes, ese es el tiempo que llevan los nuevos inquilinos merodeando a sus anchas por el Campo Grande. Unos nuevos habitantes que están siendo el foco principal de las miradas y, por qué no decirlo, de las fotografías de los visitantes y trabajadores del ... parque. «Son una monada ¿verdad?», comentaban un par de amigas que ya habían sacado su teléfono para inmortalizar el momento. La escena en cuestión estaba protagonizada por la mítica pareja de cisnes con la que han crecido todos los vallisoletanos que alguna vez han visitado el parque.
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Esta vez no estaban en el estanque, como de costumbre, ni estaban solos (he aquí la trama principal). La familia cisne había crecido, y no con uno o dos, sino con cuatro nuevas incorporaciones. Como era de esperar, las crías no se separaban de su madre, incluso con alguna que otra interrupción. Y es que, durante más de 25 minutos, un silbido parecido al graznido de un cisne se apoderó de la zona. A lo lejos, Abel García, un jubilado que conoce la zona y los horarios de los cisnes como si de su propia rutina se tratase. «Curro, bonito, ven», llamaba a uno de los animales a la par que emitía otro característico silbido.
Curro, el padre cisne se aproximaba a la zona a la par que Princesa, la madre. «Les he puesto nombre a ellos, los bebés todavía no atienden a ninguno», explicaba Abel en un tono amable. Y es que el jubilado ha seguido la trayectoria de los pequeños desde que nacieron, hasta tal punto que se han convertido en un pasatiempo más de su día a día. «Vengo aquí prácticamente todos los días, me aseguro de que están bien, y vuelvo a casa», apunta. Sus palabras tenían un tono emotivo pero despertaban una pregunta, ¿por qué no iban a estar bien?
La llegada de los pequeños cisnes ha traído algo de vida y alegría a la zona, pero también ha revivido lo ocurrido hace casi un año en el mismo lugar. «Recuerdo que eran bastantes y se quedaron sin ninguno, es una pena», lamentaba Carmen Cordobilla, quien rememora el episodio mientras mira con ternura a una de las crías. Y es que en julio del año pasado el parque recibía no a cuatro, si no a cinco crías de la pareja cisne que, como estas, nunca se separaban de su familia. El 20 de junio de ese mismo año la familia ya se había aventurado a salir de su zona de confort para dar un paseo por el exterior del Campo Grande (acompañados, eso sí, de la policía), como si de unos famosos se tratasen.
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Sin embargo, el paseo por la alfombra verde fue breve, pues en tan solo unos días la familia cisne paso a estar compuesta solo por dos integrantes, los dos padres y una cría. «No sé lo que pasaría pero creo que se los llevaron», sentencia Cordobilla. En tan solo unos minutos el corrillo de admiradores de los cisnes crecía. Cordobilla se encontraba junto a su hijo y, no mucho más allá, Abel continuaba silbando a Curro y Princesa que parecían entender las onomatopeyas del jubilado a la perfección.
A este grupo se sumaba Yolanda Miguel, quien también conocía lo ocurrido con anterioridad en el parque. «Somos unos cuantos los que venimos aquí para asegurarnos de que están bien, no te sabría decir cuántos porque cada día viene alguien nuevo», argumenta.
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Yolanda acababa de despejar una duda sin darse cuenta. Y es que más que admiradores, el grupo de personas que se situaban delante de la familia cisne eran protectores. «Lo primero que hago cuando vengo es contarlos. Sé que hay cuatro, pero el día que veo tres me da un vuelco el corazón», añade Yolanda. Y es que la mujer guarda un vínculo muy especial con estos animales y, casi igual que Abel, se los conoce como si fueran la palma de su mano. «Conozco al padre desde que era chiquitín y a los pequeños antes de que nacieran y, como yo, mucha otra gente», corrobora.
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La voz de Yolanda es interrumpida por la cortacésped de uno de los miembros de Parques y Jardines, lo que suscitó otra duda. ¿Hay alguien a mayores supervisando a esta especie? Y, como no, Abel tenía la respuesta. «Más allá de nosotros hay un señor encargado desde el Ayuntamiento, de Parques y Jardines, que debió de venir un día a hablar con los jardineros. De hecho, llamamos para ver si les podían poner protección pero aún no lo han hecho», comenta con el resto del grupo.
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Lo que quiere decir que los polluelos están protegidos por sus padres y por varias personas que van a diferentes horas del día para asegurarse que siguen ahí.
«Queremos que duren, que no los roben y que no les pase nada», suplica Yolanda mientras ve como un polluelo se acerca un poco más de la cuenta.
En su misma posición se sitúa Cordobilla, que seguía engatusada de la imagen que la familia estaba regalando. «Esto es un lujo para Valladolid, que Campo Grande tenga esta maravilla es de valorar. Deberíamos cuidar de ellos», afirma.
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La escena era perfecta, una trama bonita, unos protagonistas encantadores y un público disfrutando de una película que, esta vez sí, esperan que tenga un buen final.
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