Valladolid
Un campeón mundial convertido en héroe del Mediterráneo

El nadador Eduardo Blasco, que inició su carrera deportiva en la región, ha salvado la vida de cientos de migrantes. Próximamente emprenderá una nueva misión humanitaria en una zona de conflicto

Laura Negro

Valladolid

Lunes, 20 de noviembre 2023, 00:05

«No llevo la cuenta de las vidas que he salvado, sin embargo, recuerdo cada detalle de aquellos a los que he perdido», comparte con humildad y pesar Eduardo Blasco Álvarez. Él es uno de los grandes deportistas españoles. Se ha colgado 64 medallas nacionales, ... 8 internacionales, dos campeonatos de Europa y uno del mundo de rescate y salvamento y ahora, se dedica a salvar vidas en mar abierto, poniendo, por tanto, la suya en peligro. El Norte ya tuvo oportunidad de entrevistarle el pasado mes de marzo, antes de su primera misión humanitaria. Ocho meses después, volvemos a hablar con él para comprobar que ha llevado la esencia del espíritu deportivo que tan interiorizada tiene, a lugares donde la esperanza parecía perdida. Y que ha sabido aplicar su talento para intentar cambiar el mundo. Es de Fuerteventura, sin embargo, su bautismo deportivo fue en aguas de Castilla y León. Mientras estudiaba segundo de Derecho en País Vasco, empezó a entrenar duro en León y sus amistades más importantes a nivel deportivo las forjó en su etapa en el Centro Deportivo Río Esgueva de Valladolid. Entonces entró a formar parte de la selección de Castilla y León, en la que permaneció varios años, hasta que dio el salto a escena nacional. Ya entonces sabía que algún día aplicaría sus conocimientos y capacidades para salvar a los demás.

El Consejo Superior de Deportes le acaba de proponer para el Premio Nacional de los Deportes, en la categoría Reina Sofía, al juego limpio y la erradicación de la violencia. También el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes le ha comunicado que le va a conceder la medalla al Mérito Deportivo. Blasco está orgulloso de estos dos galardones y de su impresionante palmarés, pero para él, lo verdaderamente importante es poder aprovechar todo su potencial físico y mental en salvar las vidas de aquellos que se enfrentan al cruel abrazo del mar. Está dispuesto a ir allá donde se le necesite. Ha participado ya en tres operaciones de rescate masivo con distintas ONG´s en diversos puntos del planeta, principalmente en el Mediterráneo, donde cada cuatro horas muere una persona ahogada. De forma inminente participará en otra misión aunque no quiere desvelar fechas ni tampoco rutas. La discreción es su escudo. Hay demasiadas vidas en juego. «Iré en calidad de nadador rescatador, con una ONG con la que hasta ahora no he trabajado. Será un rescate en el Mediterráneo, en una zona de conflicto pero por cuestiones de seguridad no puedo desvelar el destino, ya que es bastante peligroso. Nuestra intención es rescatar a todos los que están huyendo. Es una misión que me tiene preocupado, porque hay muchísima población y mucho me temo que va a ser una catástrofe. Yo voy para darlo todo», indica

Blasco no busca el reconocimiento público, aunque considera importante tener visibilidad en los medios «porque la sociedad debe conocer el trasfondo de lo que está ocurriendo realmente en el mundo». Su última intervención ha sido en la Isla del Hierro, donde recientemente ha habido una llegada masiva de más de 15.000 migrantes en un mes. «Es el récord histórico en España y se esperan 10.000 más de aquí a diciembre, lo lamentable es que apenas se hable de ello», comenta. Su anterior misión fue con la ONG Open Arms por el Mediterráneo, durante la cual salvaron a 196 personas y tuvo que enfrentarse al secuestro de la embarcación por parte del gobierno italiano, por no cumplir con su legislación y «haber salvado vidas de más».

Eduardo Blasco durante un rescate en el Mediterráneo central con Open Arms el pasado mes de septiembre El Norte

A la vez que salva vidas, se está preparando para el Campeonato del Mundo de Salvamento y Socorrismo (LWC24), que tendrá lugar en Australia en 2024. Sabe que competir allí podría servir de altavoz para la causa humanitaria. «Está siendo duro compaginar las misiones con los entrenamientos de alta intensidad. Lo mejor es que me siento muy apoyado por las ONG´s, sin las cuales yo no podría rescatar a nadie, y también por el Ministerio de Deportes», explica este rescatista.

Lamenta que unas zonas en conflicto generen más interés que otras. «Con Ucrania olvidamos Siria y con Gaza, olvidamos Ucrania. Por no hablar de Afganistán donde han muerto más de 2.500 personas en los terremotos o de Senegal, con 10.000 salidas en barco, de las que nunca se habla. Lamentablemente hay conflictos de primera y de segunda. Cuando se rescata una embarcación siria, parece que interesa más que otra que ha salido del norte de África. Es llamativo, porque a mi parecer todos somos iguales y todas las vidas son importantes. Hay más de 50 conflictos armados activos en el mundo y todos están interrelacionados y por tanto, lo que pase en Senegal o en Burkina Faso, también acaba afectando a España y, por tanto, a Valladolid», subraya.

Si bien la condición física de Eduardo es innegable, la preparación para sus misiones humanitarias va más allá de las piscinas de entrenamiento. Su mente es su mejor aliada. Su capacidad para mantener la calma en situaciones extremas y tomar decisiones rápidas en momentos críticos, es esencial en su labor de rescate de personas en situación de desesperación. Sabe bien lo que es enfrentarse a grandes desafíos emocionales. «Los entrenamientos son duros y muy exigentes, pero sabes que tienen un final. En las labores de rescate nunca descansas mentalmente. A nivel físico es muy intenso pero a nivel mental, todo es brutal. Te afecta todo. A veces pienso que mi mente se va a quedar en el barco para no volver», apunta.

Cuando este nadador forjado en Castilla y León recuerda a todas las personas que ha salvado, todo el sufrimiento y esfuerzo, cobran sentido. Lo más duro para él, es el rescate de menores. «Cuando recojo un bebé de un barco a la deriva, me doy cuenta de lo injusto que es el mundo. Es algo que no se llega a normalizar nunca. Los niños deberían estar totalmente protegidos, física y jurídicamente, pero la guerra es inherente al ser humano. Por desgracia, los intereses están acabando con la ética y los que sufren son los civiles y eso es lo que yo intento evitar», concluye este nadador rescatador.