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Camarote, Komplot, La Cometa, Move, Aries o Zeus. Estas son solo algunas de las salas que conformaban la ruta de la música electrónica vallisoletana en los 90. Mucho se ha escrito de lo que sucedió hace 30 años en Valencia, cuando las discotecas que ofrecían este tipo de música se convirtieron en auténticos lugares de peregrinación, pero Valladolid no se mantuvo al margen de este movimiento. De hecho, la capital vallisoletana fue pionera en España en ofrecer al público la música techno, que comenzó a escucharse en Europa a principios de la década de los 90.
Este 2021 se han cumplido tres décadas desde que la sala Camarote dejó a un lado la música progresiva para convertirse en uno de los primeros locales de España en los que solo se pinchaba techno. Detrás de ese potente giro estuvo el dj Josua, que recuerda aquella época con nostalgia. «Asistimos a una revolución musical. En Camarote no influía ni el aspecto, ni la edad, ni ninguna de estas cosas. Allí lo único que importaba era la actitud. La gente iba a divertirse y nosotros nos encargábamos de que fuera así», explica Josua, que se labró una merecida fama en el mundo de la música electrónica gracias a su creatividad, aunque él asegura que tenía otros secretos. «Mi truco era tener los temas antes que nadie y cuando los tenían todos, dejar de ponerlos», explica este dj vasco afincado en Valladolid.
30 del 'boom' de la música electrónica en Valladolid
Marco Alonso
La competencia entre pinchadiscos era enorme y solo hay que escuchar al que fue dj de la sala Paco Suárez de 1992 a 2008, Curro Puertas, para corroborarlo. «Siempre tratábamos de buscar la exclusividad. Antaño venían pocos discos y recuerdo que para que no tuviera tu música el de al lado lo que hacíamos era comprar todas las copias que llegaban a la tienda», reconoce Puertas.
Y en medio de esa competencia, fueron surgiendo nuevos talentos que trataban de abrirse hueco en un mundo difícil, como Sergio Parrado, que comenzó a trabajar en Camarote a finales de 1999, primero en el mantenimiento y un año después, como dj residente. «En aquella época existía una especie de pique sano entre los 'disc jockeys' por ver quién era el que mejor música ponía. Cada uno expresábamos de manera musical lo que sentíamos en ese momento», explica Parrado para dejar claro que la competencia fue la clave de la excelencia que se llegó a alcanzar en Valladolid, en lo que a música electrónica se refiere en esos años.
La fiesta en los 90 era algo muy serio. Muchas familias vivían de ella y de eso sabe, y mucho, uno de los djs históricos que ha dado Valladolid, Juan Laforga. Trabajó en Paco Suárez y Charlot, pero fue en Escandalazos, más conocida como Lazos, en la calle 20 de febrero, donde pudo pinchar la música que realmente le hacía sentir dj. «Por la noche no se podía poner la música que a mí gustaba, una electrónica muy contemporánea en la época. Así que abrimos primero en Paco Suárez de 6:00 a 9:00 horas y luego, en el Lazos de 6:00 a 12:00 horas. Teníamos permiso porque en aquel momento había un paréntesis legal que te permitía abrir de 0:00 a 4:30 horas, cerrar hora y media de limpieza, para volver a abrir luego a las 6:00. Estaba Bolaños de alcalde y era bastante permisivo», explica Laforga.
Y a todas estas salas acudía un joven de Las Delicias con un objetivo mucho más ambicioso que el de pasar una buena noche, tomar unas copas o ligar. Ese chaval quería aprender a ser dj y lo hizo escuchando a grandes figuras. Por eso ha llegado alto en su carrera profesional. Su nombre es Óscar de Rivera. «Cuando yo salía con mis amigos, como era normal, ellos interactuaban con chicas. Pero yo iba buscando cabinas en las que formarme. Era algo parecido a un oyente en la Universidad», apunta De Rivera, especialmente agradecido a dos 'catedráticos de los platos', como son Josua y Juan Lazos.
Si hay una discoteca que se convirtió en un icono para los amantes de la música electrónica de Castilla y León, esa es Komplot. Abrió sus puertas en septiembre de 1994 en Zaratán como una discoteca de pueblo. Allí se pinchaba música de todo tipo y se abría desde las 22:00 hasta las 5:00 horas, pero todo cambió en el inicio del año 1995, cuando la sala dio un giro completo, abrió como discoteca específica de techno y la hora de apertura se trasladó a las 6 de la mañana, momento en el que el dj Chuchi Komplot comenzaba su recital. «Los inicios fueron complicados. Al principio venían cinco personas, poco a poco se fue corriendo la voz y cada sábado acudía más gente. Cuando cerraban las discotecas de Valladolid no había un sitio al que poder ir y al final el boca a boca nos llevó a tener cada noche entre 1.500 y 2.000 personas», rememora.
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Valladolid pasó a formar parte de la denominada ruta del bakalao, pese a encontrarse alejada de ciudades como Valencia, Barcelona o Madrid, donde el 'boom' de las salas de música techno se dejó notar con especial fuerza. «Valladolid era pionera en la música electrónica. Nosotros no competíamos ni con Madrid, ni con Valencia, ni con Barcelona. Se nos incluyó en la ruta del bakalao, que era lo que era. Hay mucha leyenda negra que señala a esta ruta por las drogas, pero la realidad era otra. La droga de los que venían aquí cada fin de semana era la música», sentencia el dj residente de la sala, que lideraba un grupo de pinchadiscos en el que compartía protagonismo con dj Michael y dj Kata.
Y de aquel auge de los 90 solo quedan los recuerdos de aquellos que vivieron esa época, que afloran cuando pasan junto a los carteles de 'Se vende' y de 'Se alquila' que pueblan lo que antaño fueron templos de la música y la diversión. «Antes había público y se podía elegir dónde ir para disfrutar de lo que le gustaba a cada uno. La verdad es que teníamos mucha variedad y calidad, pero las cosas han cambiado y ya solo se puede escuchar reguetón en todos los sitios. Ahora tenemos la pandemia, la pirámide demográfica no ayuda y la juventud tiene bastante con las pantallas», sentencia Curro Puertas, quien, como Óscar de Rivera, sabe que aquellos años ya no volverán. «Si echas la vista atrás, te das cuenta de que hace 30 años esto era un paraíso. Éramos felices y no lo sabíamos», concluye Óscar de Rivera con un grado importante de añoranza.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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