

Calzados Sancho baja su verja tras 57 años en Valladolid
La zapatería fue inaugurada en 1964 y ahora, tras la jubilación de la segunda generación, han decidido cerrar el negocio y dejar paso a otra tienda dedicada al calzado
Corría el año 1964 cuando abría sus puertas en Valladolid una zapatería que se convertiría en la más antigua de la calle Tudela. Tras 57 ... años atendiendo a todo aquel que buscaba unos zapatos «de calidad», ha llegado el momento de echar el cierre y dejar paso a otra tienda, también de calzado, que volverá a llenar el escaparate de zapatos, botas, playeras y zapatillas.
Su actual propietario, Porfirio Sancho, hijo del fundador de Calzados Sancho, asegura vivir con «sentimientos encontrados» la llegada de este momento. «Mi jubilación y el cierre de la tienda los vivo con pena y con ganas a partes iguales», explica. Con 64 años cumplidos ha tomado la decisión de dejar el negocio que comenzó su padre en la década de los sesenta tras haberse dedicado a la agricultura. «Se cansó del campo y decidió venir a la capital a probar suerte. Puso la zapatería como podría haber puesto una frutería o cualquier otro negocio», relata. Cuando llegó el momento de la jubilación de su padre, Porfirio tomó el relevo pese a no gustarle mucho la idea. «Yo era agente comercial del gremio y no quería dedicarme a la zapatería por la esclavitud que supone tener una tienda, pero me convencieron. Entre ellos, un amigo con el que me asocié y dos años después nos separamos, pero seguimos manteniendo la amistad», confiesa.
Comercial y propietario
Compaginó su trabajo de comercial con el de vendedor de zapatos y la tienda alcanzó popularidad con el paso de los años. «Los clientes venían porque sabían que el género era bueno y los precios, asequibles», precisa Porfirio. Con dos dependientas durante los primeros años trabajando en el negocio regentado por él, pasó a tener solo una y, más tarde, su esposa se encargó de la atención al público en la zapatería. «Hemos estado los últimos 15 años mi mujer y yo en la tienda, con unos clientes fieles y un volumen bueno de ventas; es un sitio de paso y el negocio tiene mucho tiempo, por lo que la gente nos conoce y confía en nosotros», afirma Porfirio.

Lo que comenzó como un trabajo que no le agradaba mucho terminó convirtiéndose en su forma de ganarse la vida y Porfirio nunca se ha alejado del negocio familiar. «Mi vinculación con la zapatería viene desde que tengo 15 años porque, de una forma u otra, estaba allí ayudando a mi padre». Pese a vivir de ello, no ha querido que sus hijas continuaran con la tradición familiar por la «mala situación que vive el pequeño comercio», según explica, pero ha dejado todos los cabos atados para que el barrio no pierda una zapatería y el siguiente inquilino del local también se dedicará a la venta de calzado, por lo que en breves la zapatería volverá a albergar el mismo género.
Toda una vida
A sus 64 años, reconoce que ha llegado el momento de su jubilación y la hora de decir adiós a la tienda de su vida, en la que ha pasado los mejores y peores momentos. Porfirio asegura haber ansiado la llegada de este instante pero que también siente «algo de pena» por bajar la verja de Calzados Sancho tras 57 años levantada. «Ha sido toda una vida dedicada a esto tras el trabajo que hizo mi padre para sacar adelante el negocio. Es cierto que tengo ganas de jubilarme pero la nostalgia también está presente en mi y en mi familia», asegura.
Con la tienda vacía y a la espera de que el nuevo inquilino comience a llenarla de nuevo de calzado, Po rfirio sueña con sus nuevos planes. «Ahora me toca viajar, hacer planes y no tener horarios ni problemas diarios; lo único que busco es tranquilidad y que no me duela la cabeza por las noches», precisa este ya jubilado vendedor de zapatos.
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