El tazón de leche, una magdalena («solo una»), tres galletas («ni una más») y una pasta empiñonada. Es el desayuno que, sobre las 9:30 horas, toma a diario Miguel Samaniego en su casa del paseo de Zorrilla. Leche, una magdalena, galletas y pastita:el ... despertar de un campeón de petanca. Lo fue –«hace quince años... o así»– en Valladolid. Representó a la provincia en una competición nacional celebrada en Canarias. «Quedamos malillos», reconoce sin precisar el puesto. Hoy, con 86 años, es el veterano ('el abuelo', le llaman los compañeros) de este grupillo de aficionados que todas las mañanas se congrega en el parque Patricia (en Pajarillos) para «echar unas bolas». La petanca como vacuna contra el aburrimiento, frente al tedio, en oposición a este cansancio eterno de una pandemia que se hace ya demasiado larga.
Publicidad
Es Miguel también el único del grupo con pinchazo. Primera dosis. El resto –esta mañana cerca de veinte personas, todos jubilados, todos por encima de los 70 años– está a la espera. Algunos ya han recibido una llamada de su centro de salud para que tengan el brazo preparado. En cualquier momento les llega el turno. «Cuanto antes, mejor. Así con la bobada ya hace un año. Que si ponte la mascarilla, que si quítate de aquí, que si no te acerques. Lo que peor llevo es no poder darle un beso a los nietos. Pero es que luego tampoco se ha podido ir a la casita que tengo en Astudillo, nos han cerrado el centro de mayores... No hay que comerse la cabeza, pero es que ya es un año», dice Anastasio Masa, 67, jubilado de Lingotes Especiales, compañero de partida de Miguel.
«La pasada primavera me tiré 59 días sin salir de casa. Que ya son, ¿eh?Ni a la compra salía. Así que ahora, pese a todo, esto es libertad. Poder venir todas las mañanas a jugar, a pasar el rato, al aire libre... ¿La vacuna? No sé cuando llegará, pero casi que uno tiene miedo con todo lo que oye. De momento, lo mejor es cuidarse y no cogerlo», cuenta Goyo García de Castro, 70 años, toda una vida dedicada a la carpintería decorativa. Lleva en la cabeza una visera con un oso bordado. En la mano, una gamuza.
Todos van con un trapo entre los dedos. O asomándose por el bolsillo. «Es para limpiar las bolas. Quitarles el sudor, si lo hay. Si la tierra está húmeda, a lo mejor se queda un poco de arenilla. Pero sobre todo es por si hay excrementos de algún perro que pasó por aquí», añade Martín Castell, 79 años, panadero desde jovencito.«A los 13 me puse a trabajar. Mi madre tuvo 17 hijos (ahora quedamos cinco) y había que llevar dinero a casa». Buena parte de esa vida laboral la pasó «amasando» para Nestlé. Ahora se ha aficionado a la petanca. «Así que, ya ves, me paso la juventud cogiendo las bolas...», bromea Martín, mientras echa mano de uno de los caramelos (de capuchino)que guarda en el bolsillo de la cazadora. «Este es mi tabaco. Hace 35 años que dejé de fumar». Y ahora toca andarse con ojo. «A mí para la vacuna me llamaron hace 15 días, que estuviera atento, pero no me han vuelto a avisar».
Publicidad
Así que, mientras tanto, «mucho cuidado, precaución» y también alguna que otra renuncia. Con la mascarilla siempre puesta, han tenido que decir adiós a los almuerzos de hermandad, a los vinitos de después, a esa prórroga de la partida que tenía lugar en bares o en torno a una mesa compartida. «Hay que cuidarse», dicen. Y la petanca es un buen deporte para conseguirlo.
Recién desayunado, Miguel, capitán de aviación, coge su Ford Fiesta Rojo y vuela desde su casa en Zorrilla hasta estas pistas donde ya le esperan. Aparca. Saca una silla de playa. La planta en mitad de la explanada para cuando haya que tomarse un respiro. «Antes aguantaba lo que me echaran. Ahora ya se empiezan a notar los años. Dos partidas las hago bien. La tercera, ya, así así. Y más de tres, nunca», cuenta. Hace un mes le regalaron un imán, atado a una cuerda, que muchos de ellos usan para no tener que agacharse para recoger las bolas. «A mí nunca me ha gustado. No lo quería. Pero al final, mira, no ha quedado más remedio», afirma Miguel.
Publicidad
Su afición por la petanca viene de lejos. De aquellos veranos con la familia en los camping de Valencia. «Era joven, veía jugar y me gustó». Mucho tiempo después creó un grupo de petanca en el club militar San Isidro y hoy es defensor a ultranza de un deporte que suele peinar canas. O lucir calva. «No hay mucha gente joven, no. Pero ya tendrán tiempo. La juventud busca otros deportes. Y me parece bien. Que jueguen al fútbol, que jueguen ahora que pueden. Luego, ya vendrán a esto, que es más tranquilo».
«Afición hay, el problema es que cada vez somos menos federados. En Valladolid hemos llegado a ser más de 500. Ahora, estaremos en torno a los 60», asegura Fernando Brezmes, 70 años, antiguo jefe de unidad enRenault, hoy vocal de la federación regional de petanca y secretario del club de La Rondilla. «Mi mujer trabajaba en el centro de mayores del barrio, dando talleres de manualidades, y junto con otras compañeras impulsó la creación de un grupo de petanca», recuerda Fernando. Fue así como se aficionó a un deporte tradicional que cuenta con pistas en el parque de la Paz, La Rubia, Parquesol, la Esgueva y aquí, en el parque Patricia.
Publicidad
El Ayuntamiento, a través de la Fundación Municipal de Deportes, les ha habilitado baños y una caseta («por favor, respetemos las cerraduras», dice un cartel) para guardar el material: sillas, aros para marcar el lugar de lanzamiento, trofeos de competiciones, escobas, rastrillos y mangueras para preparar el terreno de juego.
«De vez en cuando nos toca regar, porque en verano se queda muy duro», indica Abilio San José, 77 años, natural de Villavaquerín, extrabajador de Carrocerías en Renault. «Y luego, todos lo días, con una vara, marcamos la pista. Trece metros de largo por cuatro de ancho», explica Fernando, mientras aguarda turno. Hoy toca tripleta, un tres contra tres que cuenta con público y un marcador de madera en el que se anotan los tantos. «Al final, esto es una reunión de amigos.Venimos a pasar al rato, al aire libre, ahora que hay tantos sitios cerrados y que no nos dejan hacer muchas cosas», cuenta Fernando, mientras un pequeño revuelo se despierta a su alrededor. Es un momento clave en la partida, muchas bolas (metálicas, de acero o aleación, de entre 650 y 800 gramos) en torno al bolín (o bolillo, o boliche)y un rosario de comentarios al otro lado de las mascarillas.
Publicidad
–Bien, Pepe, bien.
–Estás inmenso, hoy.
–¡Buena bola!
–Ya tienes otra metida.
–¡No te relajes, no te relajes!
–El bote es criminal
–¡No arrimes tanto!
«Aquí lo importante es la concentración. Porque si no estás bien atento, malo. Y luego precisión, claro», explica Goyo. «Hay grupos que juegan con dinero, con 50 céntimos o un euro». Aquí no. «Ya hay discusiones de vez en cuando, sin dinero», cuenta Masa.
«Pero oye, que no hace falta poner orden, ¿eh?», aclara José Bernal, antiguo Policía Nacional, quien ya ha cumplido los 71. Y bromea con esto de la edad.«Aquí ya vamos todos con pila, con la pila de años», dice. Por eso, solicitan al Ayuntamiento una pequeña inversión para que sustituya la docena de bancos que hay en la zona. «Son muy bajos. Si los levantaran un poco, no costaría tanto sentarse», sugiere Fortunato Carrión, «77 y pico», preocupado por la conservación del entorno.«De vez en cuando tenemos que hacer frente al vandalismo», dice.
Noticia Patrocinada
Les han llenado de pintadas la caseta. Les han arrancado los dondiegos que plantaron para adecentar el entorno. «Es una pena», dice Fortunato, quien durante años atendió una carnicería en Madrid, en el mercado de Maravillas, hasta que hace 26 años recaló en Valladolid para atender el puesto de carne de un supermercado Día. «Hace 12 años me jubilé y la petanca es hobby, deporte y afición. Nos viene fenomenal, primero porque nos movemos un poco (andas, haces brazos, flexionas articulaciones)y luego, porque te reúnes con otras personas, hablas, charlas. Es verdad que por el virus no podemos tomar el pincho de después, que en cuanto terminas, ahora cada uno va para su casa. A ver si cuando estemos todos vacunados, retomamos un poco la vida de antes», confía Fortunato, metro en mano para medir la distancia de las bolas antes de proclamar vencedor de una partida que, según avanza la mañana, ha sumado curiosos y quitado cazadoras, porque el sol de esta mañana primaveral ha comenzado a calentar. ¡Buena bola!
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
A la venta los vuelos de Santander a Ibiza, que aumentan este verano
El Diario Montañés
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.