Un brasileño 'atrapado' en Valladolid: «Vine a ver a mi amigo y no hemos podido salir de su casa»

«¿Lo mejor de Valladolid? La casa de mi amigo», bromea Ricardo León. Es brasileño, tiene 31 años y hace una semana llegó a la capital vallisoletana para visitar a su «colega» Paul Firmino, de 32 años, geógrafo de profesión y «aprendiendo» en la Universidad de Valladolid desde el 1 de marzo. Pero la pandemia del coronavirus y la activación del estado de alarma le privó de disfrutar de esta «maravillosa ciudad». Pilló a ambos por sorpresa y el único recuerdo que León, doctorando en Servicios Sociales, se lleva de Valladolid es el «diminuto» piso -estiman que de unos treinta metros cuadrados- que su compatriota tiene alquilado en el barrio de La Rondilla.

Reconocen que desde el lunes de la semana pasada no han salido de casa «nada más que para lo necesario», principalmente para hacer la compra. Se tomaron «muy en serio» las advertencias y recomendaciones del Covid-19 e iniciaron el confinamiento por iniciativa propia. «No nos hemos aburrido, somos amigos desde hace mucho y nos hemos puesto al día», comentan.

«Volveré. No sé cuándo, pero lo haré. Tengo que conocer la ciudad», se promete a sí mismo Ricardo León. Ahora, su principal «preocupación» pasa por poder regresar a un país de origen, Brasil, «antes de lo previsto para estar con los míos». Llevaba viviendo en Logroño desde mediados de enero, donde llegó para participar en un curso de lengua y gramática española para su Doctorado. Lo hizo «mucho antes de que pasara nada», en referencia a la crisis sanitaria. «Todo esto nos ha pillado por sorpresa. Cuando llegué a España no había nada de esto, y cuando hablé con Paul aquí -a Valladolid- no había pasado casi nada», sostiene.

Tiene billete de vuelta, pero la compañía aérea canceló el vuelo y desconoce qué pasará a partir de ahora. «Me han dicho que se ha cancelado, así que no sé si me dejarán volar o tendré que quedarme en Valladolid», afirma. De momento, su intención, según defiende, es coger un autobús que le lleve hasta Madrid y, una vez allí, en el aeropuerto, «preguntar a ver qué pasa». «Voy a ir allí, y si tengo que quedarme tres días durmiendo en el aeropuerto hasta que salga el siguiente vuelo, lo haré. Si no me dan opciones, eso sí, me vuelvo», señala.