Martes, 15 de diciembre 2020
Hace algunos años el cantante Justin Timberlake protagonizó una película de ciencia ficción distópica llamada 'In time', en la que cada persona –cuidado, 'spoiler'– tiene un reloj de vida y, a medida que realiza diferentes acciones, sus horas se van agotando. En el film, ambientado en el siglo XXII, el tiempo se ha convertido en dinero. Como si no lo fuera ya en nuestros días; como si no tuviera ya un valor. En la vida real (por suerte) ese valor es muchas veces el que nosotros le damos. Y en ocasiones, hay a quien le nace 'prestárselo' incluso a desconocidos. Es el caso de los inscritos en el Banco del Tiempo del Ayuntamiento de Valladolid, que lleva quince años mediando en el intercambio de horas entre sus socios, que ofrecen o que recurren a este servicio buscando una experiencia tan diversa como puede ser ofrecer un servicio de peluquería o solicitar una hora de conversación en inglés.
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Aunque «muchas veces es más fácil dar que pedir», explica Amaya Sánchez, responsable de este servicio desde hace dos años. Y, cuando una persona demanda algo, debe tener en cuenta que no por estar reclamando un tipo de servicio específico se va a encontrar a un profesional prestándolo. Esto es, si a alguien le gotea un grifo y recurre al Banco de Tiempo a ver si se lo arreglan, a lo mejor quien va a repararlo es todo un 'manitas', pero no necesariamente un fontanero de profesión. «A veces, la gente que se inscribe lo hace dejando su profesión al margen. Cuando se inscriben, me gusta conocer a la gente, ver cómo nos han conocido, qué les mueve...», pondera Amaya.
Una vez se completa ese proceso de inscripción, se entra en un registro en el que aparecerá aquello en lo que uno, voluntariamente, se ha ofrecido a ayudar a otros. Además de constar en ese listado, dos veces por semana recibirá una notificación de aquellas demandas que tienen el resto de usuarios, que puede colmar en un intercambio de tiempo que no se da exclusivamente con una persona: cuando alguien emplea dos horas en alguien, esas dos horas se anotan en el haber de su 'cuenta bancaria' y, cuando lo precise, podrá pedir que se las reintegren con otro servicio, aunque no necesariamente aquel a quien le 'prestó' las suyas. Así, si uno precisa el arreglo de unos bajos de un pantalón y la otra persona le apunta una hora, esa hora podrá reintegrarse, por ejemplo, a una tercera persona ayudándole a configurar una cuenta de correo electrónico.
Sin embargo, no es extraño que se establezcan lazos entre esos sujetos que intercambiaron una primera hora, o que la demanda o la oferta sea simplemente de acompañamiento. «En muchas ocasiones hay una continuidad y se crea esa afinidad. El Banco del Tiempo no deja de ser una ayuda voluntaria a otra persona. Hace unos días recibía un mensaje que decía que qué bonito es dar, y al final se trata de eso, de ayudar a otros cuando lo necesitan y te surge», argumenta Sánchez.
Junto a este servicio habitual, en la época del confinamiento y ante el colapso de otras entidades, el Banco del Tiempo dio apoyo a la Cruz Roja en la ciudad en labores de voluntariado de emergencia, excluyendo siempre a las personas de mayor edad, para evitar riesgos. «Funcionamos como durante el resto del año, con listas de difusión y a través de WhatsApp. Nos iban llegando demandas de ayudas a través de los servicios sociales, del servicio de teleasistencia o de la Federación de Vecinos Antonio Machado», recuerda Amaya Sánchez. Durante ese periodo, dieron servicio principalmente a gente mayor que no podía salir o que tenía miedo a hacerlo, y que necesitaba que les llevaran la compra o los medicamentos.
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De las 1.155 llamadas atendidas, se realizó un número alto de servicios mediante los 78 voluntarios de emergencia que se dieron de alta, el grueso de ellos jóvenes. «La gran mayoría provenía de iniciativas en redes sociales. Desde el Ayuntamiento nos pasaban contactos de personas que iban llamando y los canalizamos. Sobre todo, dimos mucha ayuda y apoyo al servicio de teleasistencia del Ayuntamiento de Valladolid. Cuando un voluntario iba a prestar un servicio, intentábamos generar un lazo y que fuera siempre el mismo voluntario. Eso generó mucha confianza», indica la profesional, que agradece la «grandísima respuesta» que desde el primer momento encontró, ya que cada necesidad tenía un rápido interés de muchos de esos voluntarios, a los que no les dolieron prendas en regalar su tiempo a desconocidos por una buena causa.
En contra de lo que uno puede pensar, el perfil de edad de los usuarios del Banco del Tiempo es abierto. A partir de los 18 años cualquiera puede apuntarse, y el grupo de edad mayor es de 46 a 55, lo que denota que no se trata solo de un servicio que aprovechan personas de la tercera edad, circunstancia que, desgraciadamente, podría provocar una cierta reticencia en los más jóvenes.
Así, el perfil de actividades va mucho más allá de un acompañamiento –aunque también existen– y, en el momento actual, en el que el temor hace que más de uno se piense eso de pasar tiempo con desconocidos, se ha producido una adaptación en muchos de los 'trueques'. De este modo, por ejemplo, se están llevando a cabo intercambios lingüísticos por vía telemática, así como algunas actividades grupales que, sin ser las habituales, también se están desarrollando.
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