«Cuando comenzamos a entendernos el respirador y yo en la UCI logré superar tantas horas allí pensando que la sensación y presión de los oídos y cabeza era similar a los días de vacaciones de cada verano en el camping cerca del Mediterráneo». ... Así logró pasar Pedro Santiago Pérez Madrigal las largas horas de estancia en la UCI del hospital Río Hortega, con espíritu positivo para superar la enfermedad maldita del 2020.
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Especiales coronavirus
Han sido nueve días a sumar a los seis en planta. A sus 54 años, este vallisoletano, funcionario de Agricultura de la Junta de Castilla y León, casado con Inmaculada y padre de tres hijos, dos mellizos de 14 años de edad, Eva y Víctor, y Ana, una adolescente de 17 años, ha logrado de superar los momentos críticos de salud totalmente consciente, «sin tener malos pensamientos, hablando muchas horas por teléfono con mi mujer y confiando en la labor de quienes me atendían». A lo que se negó desde el primer momento Pedro fue a contactar por videoconferencia, porque «no quería que nadie de mi familia me viera en ese estado y conectado a tantos tubos y aparatos».
Doce kilos ha dejado Pedro en el hospital. En planta no comió nada por absoluta inapetencia. En la UCI solamente se mantenía con suero ante la previsión de tener que ser entubado. Por ese motivo no podía ingerir ningún alimento sólido.
Se recupera en su domicilio poco a poco. Previamente a su enfermedad estuvo ingresada su esposa Inma durante una semana tras dar positivo por covid. A ella la dieron el alta un viernes, y el lunes ingresó Pedro en la habitación contigua a la que había ocupado su esposa. Han sido quince largos días sin visitas, con el único contacto con los sanitarios. «Quiero destacar la exquisita atención de los médicos, enfermeras y celadores, tanto en la UCI como en planta. Me atendieron excepcionalmente todo el tiempo que requería, me acompañaron y distrajeron».
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Pese a todo, Pedro sí denuncia que «se nota que falta personal en planta porque hacen todo a mayor velocidad de lo que querrían. Son tan grandes profesionales que saben que deben atender a todo el mundo, y aunque no lleguen a todo, cada día lo logran. Son unos héroes».
Pedro Pérez tuvo «un día normal» el pasado 2 de noviembre, «trasteando en el garaje toda la tarde y paseando a la perra. Me senté en el sofá a eso de las ocho de la tarde y la fiebre me subió hasta los 39 grados». Así comenzaron los síntomas de este «virus maldito que no da la cara y a cada uno nos ataca de una manera», resume. Hasta cinco pruebas PCR han hecho a Pedro, además de varias de antígenos, y todas arrojaron un resultado negativo, incluso del día que salió de la UCI y la del día del alta definitivo. Pero los síntomas eran evidentes, así como las complicaciones. El barrido de patógenos y la analítica de anticuerpos IGC e IGM en la UCI sí dieron positivo en covid, que insistía en ocultarse en el cuerpo de Pedro.
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Tras pasar toda una semana aislado en casa, con síntomas pero sin dar positivo, sin apetito y con altos picos de fiebre, finalmente la médica de Zaratán le pidió que acudiera a urgencias. Tras pasar todo el día en observación en un box, un escáner y ser diagnosticado de neumonía y sospechoso de covid, ingresó en planta. Tres días después, el jueves 12 de noviembre los crepitantes pasaron del pulmón izquierdo al derecho, volvió a dar negativo en PCR, pero la neumonía bilateral compatible con covid «era de libro» e ingresó en la UCI.
Siempre consciente, con un respirador 'de alto flujo' recién llegado al hospital lograron controlar su insuficiencia respiratoria. «Notaba que me entraba mucho más aire caliente del que era capaz de asimilar y respirar». Estuvo dos días crítico pero comenzó a mejorar cuando estuvieron a punto de entubarle si volvía a sufrir una sola crisis más. Fueron nueve días en la UCI.
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El intensivista que trató a Pedro, el doctor Martínez, le ha explicado que «en 33 años de especialidad nunca había visto nada igual. Lo que está haciendo este virus en las personas es imprevisible. No tenemos un patrón. Se comporta de forma completamente distinta con cada individuo. En cuestión de horas cambia el estado del paciente de estable a grave o viceversa, por lo que requiere máxima atención y reacción».
El estado de Pedro ha sido muy grave, crítico durante dos días, pero ya se recupera felizmente en su casa, pendiente del tratamiento a base de anticoagulantes para evitar trombos. La posibilidad de hablar varias veces al día con su mujer Inma por teléfono, «me ha dado la vida, y a mi familia y amigos les ha permitido mantener la esperanza. Perder el contacto con el enfermo cuando entra en el hospital es lo peor. Esa incertidumbre te come por dentro», explica Pedro.
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Hace poco más de una semana, desde el pasado 23 de noviembre, Pedro abandonó el Hospital Río Hortega y atrás quedó el coronavirus, que una semana antes atacó a su esposa y que a mediados de octubre se llevó la vida de su suegra, Inmaculada.
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