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Virginia Soria, en la sede de Ajupareva, la asociciación de jugadores patológicos rehabilitados de Valladolid. Rodrigo Jiménez

Juego 'on line'

El 'ya basta' de Virginia a su adicción: «Los cinco años que he pasado no se los deseo a nadie»

Es una de las 119 personas que el año pasado acudieron por primera vez a Ajupareva para tratar sus problemas con el juego: «Cuanto más apuestas, más te metes en el hoyo»

Víctor Vela

Valladolid

Martes, 18 de junio 2024, 19:45

La última apuesta de Virginia Soria (Valladolid, 1986) ha sido la más importante de su vida. Hasta hace unos meses, Virginia apostaba por conseguir un trío de sandías, una línea de limones, un puñadito de uvas en hilera, una colección de lucecitas en la pantalla para camuflar con brillos lo que era un pozo sin fondo. Oscuro. Tenebroso. Sin red de seguridad. Sin nadie alrededor. Virginia ha estado durante años enganchada a las trampas del juego 'on line', empantanada en las arenas movedizas de las deudas, atrapada por una adicción que casi le cuesta la casa, el trabajo, la familia. Hasta que hace unos meses decidió apostar por última vez. Su apuesta, eso sí, no fue para una tragaperras en el móvil. Virginia apostó por algo de verdad importante. Hizo una apuesta por sí misma. Y ganó.

Ella es una de las 119 personas que el año pasado acudieron por primera vez a Ajupareva, la asociación de jugadores patológicos rehabilitados de Valladolid. Allí acude a terapia, hasta tres veces a la semana, para tratar su adicción al juego, para aplacar su ludopatía, «una enfermedad para la que, por desgracia, no hay medicación».

Hoy, después de casi cinco años, y gracias a esta ayuda profesional (y al apoyo familiar) Virginia ha vuelto, de nuevo, a sonreír. «Todo lo que he pasado durante este tiempo no se lo deseo a nadie».

«Yo empecé a jugar por la bobada. Por aburrimiento, se puede decir». Fue una noche, antes de la pandemia, en la que Virginia entró en una web de apuestas y enchufó quince euros. «A mí nunca me había dado por meter una moneda en las tragaperras. Pero esto lo tienes en casa, en el móvil, no te hace falta salir… y es más fácil caer». Aquella noche en la que Virginia cayó había comenzado con quince euros. Luego metió quince más. Y otros quince. «Me piqué. Recuerdo que estuve toda la noche jugando. Al día siguiente, fui al trabajo y seguía enganchada al móvil. Me he llegado a gastar la nómina y la extra en un solo día». Y entonces pedía un préstamo para llegar a fin de mes. Y luego un préstamo para cubrir el préstamo anterior. Y otro préstamo para afrontar los intereses del préstamo del primer préstamo. «Me vi desbordada. Llegué a perder 30.000 euros. He tenido tres recaídas. Te ves tan agobiada porque debes dinero que intentas jugar para pagar las deudas. Y es un error enorme. No sales de ahí. Al contrario, te metes más en el hoyo».

En esos meses en los que la adicción de Virginia estuvo «en pleno apogeo», la familia se convirtió en su «principal enemigo». «Seis meses antes de que me pillaran, con mi padre todo eran insultos, gruñíamos por todo. Iba a comer a su casa y estaba deseando discutir con ellos para irme a jugar». Les mentía. «No había un día que no echara una mentira a la familia». Hasta que todo estalló. «Hasta que no te ves con un pie en la calle no eres consciente del problema. Hubo un momento en el que me vi tan ahogada que pedí ayuda a una prima. Y mi prima se lo contó a mi familia. Al principio me mosqueé. En ese momento, dices te lo he contado en confianza y… Pero si no llega a ser por ella, habría sido mucho peor».

«Yo lo veía como un vicio. Y es una enfermedad. Tu cabeza se descontrola totalmente, en todos los sentidos. Me dejé de arreglar, no salía de casa, no quedaba con nadie, evitaba que viniera gente a verme para así poder jugar sola y que nadie me dijera nada. Pedí dinero a muchos amigos. Perdí mi trabajo». Cuenta que le despidieron de la empresa en la que llevaba 17 años después de que le acusaran «de algo bastante duro». Robaron el bolso a una compañera. «Yo sé que no he sido, pero con esta enfermedad es normal que te lo achaquen». Ahora ha encontrado un nuevo empleo con el que ha empezado a reintegrar la ayuda recibida. «Mi hermano se ha hecho cargo de todos los minipréstamos y ahora, poco a poco, se los voy devolviendo».

Su familia es hoy, agradece, su principal apoyo. Eso, y el respaldo que recibe en Ajupareva. «Son mi segunda familia. La psiquiatra de la Seguridad Social me recomendó venir aquí. Llegas destrozada, derrumbada y dices, qué les interesará a estos mi vida. Pero todo lo contrario. Si necesitas lo que sea, tienes su apoyo. Cuando estás metida en la adicción, estás ciega. Estás metido en un problema muy gordo y necesitas alguien que te ayude abra los ojos».

Esos ojos abiertos tienen una receta: «Terapia, terapia y terapia». «Ver otros casos te ayuda. Pueden ser iguales o peores que el tuyo, pero al fin y al cabo son todo lo mismo», resume Virginia, quien tiene claro un mensaje ahora que ella pudo decir hasta aquí hemos llegado, ya basta, se acabó. «Si estás en una situación parecida, hay que confiar en la familia y los profesionales», concluye.

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