Una queja común en los grupos de investigación reconocidos, los que tienen responsabilidad en proyectos nacionales y europeos, que es donde se encuentran los de mayor envergadura -léase fondos o financiación-, es que el exceso de burocracia arrambla con todo. Ralentiza los procesos y obliga a investigadores a dejar de lado sus tareas para convertirse en administrativos, contratadores de personal y gestores de gastos. Ayer, en el Salón de Grados de Derecho, el reputado investigador Mariano Barbacid, ex director del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, puso voz autorizada a esas quejas comunes.
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«Hacen falta inversión, estructuras y plazas de investigador, pero todo eso cuesta dinero. En cambio, una mayor flexibilidad en la gestión no cuesta dinero. Sería la parte más fácil de resolver», dijo. Y matizó: «Entre comillas».
Porque en realidad, aseguró, el principal obstáculo radica en «querer hacerlo». O lo que es lo mismo, que los legisladores se dispongan a conseguir esa rebaja de la burocracia y de los requisitos para contratar investigadores, por ejemplo. Pensamientos que llevaron parte del coloquio del acto de presentación del lobby científico Fundación Gadea a una reflexión sobre el modelo de investigación anglosajón, especialmente el estadounidense, en contraposición al español.
«Uno de los problemas graves que tenemos es una intervención de Hacienda que nos trata como criminales o corruptos. Incluso con intervención previa en algunos sitios. Hay que pensar en modelos más flexibles», apuntó Barbacid. Citó como un caso extremo lo que ocurre con el dinero que procede de Europa, por ejemplo. «Incluso dinero que viene de fuera de España nos lo controlan como si fuera suyo, no tenemos flexibilidad para utilizar esa financación» como mejor convenga a cada proyecto, explicó.
Como contraposición, puso como ejemplo de funcionamiento el del modelo del Centro Nacional de Investigación Oncológica, que contribuyó a fundar en 1998 y dirigió hasta 2011. «Cuando José Antonio Gutiérrez Fuentes tuvo la idea de crear el CNIO se basó en dos premisas: que no éramos funcionarios y que gestionábamos nuestro presupuesto. Las dos han funcionado muy bien. Ha habido otra tercera premisa que no ha funcionado igual, que el director tuviera una gran flexibilidad, algo que ya está inventado en le mundo anglosajón, y que el control del centro debía hacerse por parte de personas interesadas en el éxito del proyecto, no por parte de un político al que no le importe, sino que lo hace porque le ha venido con el cargo. Ahí ha fallado el sistema», señaló con acidez en presencia, entre los 150 asistentes, de las consejeras de Hacienda y Agricultura, Pilar del Olmo y Milagros Marcos.
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No se quedó en la crítica a la política, puesto que a su juicio es necesario un cambio más profundo para que la investigación logre estabilizarse. Especialmente en cuanto a plantillas y retención del talento. El profesor Miguel Ángel Quintanilla, catedrático de la Lógica de la USAL, había recordado anteriormente que «en el primer informe de la OCDE en el año 67 se decía que en España no había nada de investigación, las universidades española no investigaban», mientras que ahora «es un país más rico en ciencia que en dinero». «España es un país cotizado mundialmente, nuestros científicos se mueven por todo el mundo y nos respetan», añadía.
Ante esto, Mariano Barbacid indicó que «el problema es la endogamia, pero los números son más que claros, el 95% de los que entraban en un departamento se habían formado en él, mientras que en Estados Unidos era al revés, solo el 5% de había formado en el mismo departamento», indicó. Y preguntó a los asistentes: «¿Han intentado explicar en Estados Unidos lo que es una oposición?».
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Abogó por que la meritocracia sea de verdad lo que permita realizar una carrera investigadora estable. «Si tienes una persona muy buena y solo puedes pagar por tres años...». En el caso de su grupo de investigación, reconoció que lo forman «veinte personas en situación muy favorable, sin tantos problemas de burocracia», aunque es consciente de que no es una circunstancia recurrente en este ámbito. «Cuando uno piensa en grandes proyectos, en macrolaboratorios, no hay financiacion, sigue siendo limitada, hay que recibirla de muchos sitios y es lo que nos gustaría poder emprender», indicó.
El Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas tiene incluso una asociación de amigos a la que contribuyen, según su web, 1.109 personas. Sus donaciones permiten contratar a investigadores jóvenes y retener el talento. El CNIO cuenta con un presupuesto aproximado de 40 millones de euros anuales para trabajar en 135 proyectos.
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