Secciones
Servicios
Destacamos
Acaba de aparcar en Las Moreras y saca del coche una silla de playa, una botella de agua, un termo con té negro, calentito, unas gomas para hacer ejercicios, una sudadera roja; en una bolsa, unas chanclas de color azul. Bajo los pantalones lleva un bañador de camuflaje que en tan solo unos minutos se convertirá en su única ropa. Es mediodía. El termómetro del teléfono móvil marca 13 grados. No está mal para noviembre. Hace un ratillo ha caído un chaparrón. El suelo está encharcado, un engrudo de barro y hojas caducas. «No importa», dice Roberto Pérez (Valladolid, 1978) mientras camina, con sus 190 centímetros de estatura, por el sendero junto al Pisuerga, deja atrás La Pera Limonera, camino de su baño diario en el río.
–Pero, ¿cómo? ¿También ahora, con el frío que hace?
–Ahora es cuando sienta mejor.
Roberto deja la silla en la arena, junto al muro que al lado de las aceñas, cerquita del Puente Mayor. Se quita la sudadera, la camiseta, los pantalones y las zapatillas de deporte. Los calcetines también. Y, en bañador, comienza su serie de ejercicios. Engancha unas gomas a uno de los árboles y empieza una rutina TRX, que aprovecha el peso del propio cuerpo para fortalecer la musculatura. Tiene, además, dos piedras cerca que le sirven como mancuernas. «Ahora que están los gimnasios cerrados, hay que reivindicar el ejercicio al aire libre, la conexión con la naturaleza para estar en forma», reivindica Roberto. Y para rematar la sesión, un baño en el Pisuerga.
Deja las gomas, sueltas las piedras y se acerca a la orilla para, paso a paso, meterse en el río. Con cuidado. «El suelo está lleno de piedras». Avanza hasta casi los muslos –«nunca voy más allá»–, toma aire y se sumerge por completo. Cabeza incluida. Después de la aguadilla, se queda durante casi cuatro minutos con el agua por los hombros. De espaldas a la corriente.
«No está fría, de verdad», dice a quienes lo miran desde la orilla. «Y aquí es una zona estupenda. El agua golpea las rocas de las aceñas, viene con un poco de fuerza y te masajea la espalda. Para mí esto es como si fuera mi spa». Y cuando cree que ya tiene suficiente, se pone de pie, sale del agua y, si hace frío, se seca con una toalla. Si hay un poco de sol, aprovecha para secarse a temperatura ambiente. «Yo salgo renovado. Con la musculatura a cien. He mezclado el calor del entrenamiento con el frío del agua. Y el contraste es buenísimo. Es una terapia de frío y calor que hacen mucho en los países del norte», defiende Roberto, quien esta primavera, al terminar el confinamiento, comenzó con sus baños matutinos en el Pisuerga y, asegura, los mantendrá durante todo el año.
–¡No puede ser! ¿También en invierno, cuando vengan los días de niebla, de cencellada?
–Sí, sí. También. He leído que los pelirrojos sentimos menos dolor, que necesitamos menos anestesia, por ejemplo, al ir al dentista. No sé si será verdad, pero a mí el baño en agua fría me siente fenomenal.
Cuenta Roberto que está acostumbrado. Que su familia tiene una casa en Suances y que siempre se ha bañado al llegar la Navidad, la Semana Santa. También su abuelo Pablo se bañaba cuando era joven en el Valderaduey. Y allí, en el agua, recitaba un conjuro que ha pasado de generación en generación: «Agua que viene, agua que va, llévate contigo todo mi mal». El abuelo Pablo se lo enseñó a su hija Mina y Mina se lo ha inculcado a Roberto.
Mina Justo (Villar de Fallaves, Zamora, 1944) es la madre de Roberto y desde la orilla mira cómo su hijo se pega su baño diario. «También yo meto de vez en cuando los pies», cuenta Mina, profesora de sevillanas y de gimnasia de mantenimiento en varios centros cívicos, de la mano de asociaciones como Nuestra Señora del Rosario, en La Rubia, su barrio. «Nos gustaría poder bañarnos allí, pero el río no está preparado. Valladolid ha vivido durante mucho tiempo de espaldas al Pisuerga y es algo que se tiene que resolver. Se tiene que adecuar de una vez el tramo que hay desde la pasarela Gómez Bosque hasta el puente de Hispanoamérica, para que también se pueda disfrutar del río en la zona sur», reivindican madre e hijo. «Incluso Las Moreras podría estar un poco mejor, con sombrillas durante el verano y unas escaleras para entrar y salir mejor del agua», aseguran.
Roberto siempre ha sido un «apasionado del deporte». Eran habituales los sobresalientes en Educación Física en el colegio Nuestra Señora del Pilar, donde estudió. Después hizo Formación Profesional de administrativo, módulos de hostelería. A los 19 años comenzó a trabajar en el Café Continental y desde hace unos años es empleado del hotel Olid. Buena parte de la plantilla está en ERTE, pero Roberto continúa con su trabajo, en labores de mantenimiento y vigilancia mientras el hotel está cerrado.
Entre turno y turno, se escapa a diario a Las Moreras para su rutina de ejercicios y su baño diario en el río. «Para mí es relajante. Con el entrenamiento y luego el agua fría estoy activado para todo el día». Lo dice mientras recoge la silla, las chanclas, la botella de agua y se seca un poco. Ya en el coche se cambia de ropa, bebé su té negro calentito y deja atrás el río. Hasta el baño de mañana.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.