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Rodrigo Ucero

Valladolid se vuelca con Charly tras conocer su historia en El Norte

Carlos San Miguel, abrumado por la ola de solidaridad de personas que leyeron su testimonio en un reportaje sobre los estragos de la crisis

Laura Negro

Valladolid

Jueves, 28 de enero 2021, 07:20

Comemos a base de huevos. Un día fritos y otro en tortilla, pero sin patatas, que son un lujo. También comemos lentejas. Es lo más barato». Esa demoledora frase la pronunció hace tan solo unos días Carlos San Miguel de la Fuente (Charly), en un reportaje que El Norte publicó el pasado domingo. Una frase que ha calado hondo en el corazón de muchos vallisoletanos que se han volcado para ayudar a este camarero de 62 años que tan mal lo está pasando. Tras más de 50 años dándolo todo en su profesión y estando muy cerca de la jubilación, la pandemia y los ERTE han minado todos sus recursos económicos y también los anímicos. Charly estaba desesperado. No tenía para comer, y aun así, él ofrecía a través de las redes sociales su ayuda a aquellos que tuvieran una situación más complicada que la suya.

Su testimonio removió conciencias, fue muy compartido y comentado en diferentes grupos de Valladolid en Facebook. Fueron muchos los comentarios de gente que ofrecía ayuda desinteresada para Charly y su familia. Angélica Domínguez es una de esas personas de buen corazón que se han volcado en ayudar. Cuando leyó la noticia, se sintió identificada con la historia. Su marido es hostelero y decidió hacer algo por mejorar la situación de Charly, al que no conocía de nada, pero al que ya está unida por un fuerte lazo de solidaridad. Su gesto ha servido para llenar de satisfacción su conciencia y de alimentos una nevera vacía. «Mis padres siempre me enseñaron, que si podía, debía ayudar a los demás, porque nunca sabes cuando te va a tocar a ti. Me da mucha pena que alguien no tenga para comer. Es muy duro. Había visto en otros grupos de Facebook que hacía compras solidarias para gente que lo necesita y pensé que podíamos hacerlo nosotros para ayudar a alguien de esta ciudad», cuenta esta vallisoletana.

Enseguida contactó con Carlos, para comunicarle su intención de reponerle la despensa. «Otra chica, Natalia, creó un grupo de whatsapp en el que íbamos incluyendo a todos aquellos que estaban interesados en echar una mano. Hablamos con él y la idea es organizarnos para seguir ayudándole en el tiempo. Porque ahora, que el primer artículo del periódico está tan reciente, seguro que le llueven las ayudas. Igual dentro de un mes, puede que siga en la misma situación, pero que ya nadie se acuerde de él. Así que vamos a hacer que esté cubierto en el tiempo», explica Angélica. Asegura que en su primer contacto con Charly, éste le sorprendió con su respuesta. «Hablamos por mensaje y me dijo que si había otras personas que necesitaran ayuda más urgente, que les ayudara a ellos. Creo que le daba vergüenza. Se ve que es una persona generosa y seria, que no quiere ser el centro de atención. Ha trabajado toda su vida, pero es que la hostelería es así. Trabajas 50 años y al 51 te quedas en la calle», añade.

Llegó muy cargada hasta la casa de Charly, en Delicias. Llevaba pasta, carne, huevos, galletas, cacao y leche para sus nietos y también verduras, fruta y embutido. También mucho detergente. «Cuando me vea con todo esto, le pasará como a mí, que nos dé un poco de 'vergüencilla', pero supongo que lo recibirá bien. No debe avergonzarse. Cualquiera podemos vernos en su situación. Estando acompañado, cuesta todo menos», comenta antes de llamar al timbre.

En la precariedad

Charly abrió la puerta emocionado y dando las gracias por este bonito gesto. Enseguida quiso dar explicaciones sobre su situación. «Ahora resulta que el ERTE se alargará hasta el 9 de febrero. Es otro mazazo, porque en casa te vuelves loco. A mi hija la acaban de despedir y a mi yerno se le acaba el contrato», comenta este camarero, que está buscando otro trabajo para complementar la media jornada que tiene por contrato en un restaurante de Valladolid.

Se siente abrumado por la cantidad de personas que se han puesto en contacto con él en los últimos días. «Tengo mucho que agradecer. Estoy intentado comunicarme con todos para agradecerles su interés y también para intentar crear un grupo para aportar lo que cada uno pueda y así hacer una hucha por si alguien lo vuelve a necesitar. Hay que hacer algo porque hay mucha gente pasándolo mal», dice generoso. «He acudido a algunos organismos a pedir alimentos, pero me han dicho que vuelva dentro de tres meses porque estaba todo agotado. Y lo entiendes, y te vienes a casa con las orejas agachadas y tienes que hacer lo que sea para tirar y salir para adelante», confiesa.

Asegura que poco a poco ha ido perdiendo la vergüenza por pedir ayuda. «Veo que la gente lo hace de corazón, pero es difícil. Es la primera vez que me encuentro en la situación de tener que pedir. Me duele que teniendo fuerzas para trabajar y traer comida a casa por mis propios medios, tenga que pedir. Me siento como un inútil», dice pesaroso. «Desgraciadamente, esta crisis le ha tocado a mucha gente trabajadora», le anima Angélica. «Si has trabajado toda tu vida, es normal que te sientas así, pero hay que superarlo».

Cestas de la compra

Carlos colocó la compra que le llevó Angélica, y volvieron a por más que esta tenía en el coche. «Este gesto me supone la mayor felicidad del mundo. Mañana daré algo a mi hija, para que también tengan un poco. Y si me entero de alguien que lo necesita, lo compartiré. Yo también quiero aportar y ayudar igual que me han ayudado a mi», afirma.

Angélica no es la única ha ayudado a Charly. Ha recibido también un donativo por transferencia de un conocido y también Rubén Hervás acudió el pasado lunes a llevarle una compra. «Una vez al año hago una donación. Al ver el vídeo con su historia en Facebook contacté con él. De entrada, me dijo que no hacía falta. Al día siguiente, Charly me escribió y me confesó que si todavía quería ayudar, que realmente lo necesitaba», cuenta este joven del barrio la Pilarica. «Me pidió un pollo, para hacerlo guisado y que le durara más. También productos congelados. De paso le compré carne, patatas, frutas, mascarillas y le metí un puzzle para los nietos. Cuando se lo llevé, me recibió su mujer, que no articulaba palabra y hasta temblaba. Yo solo le dije que se tranquilizara y le deseé que mejorara la situación. Nos tenemos que ayudar unos a otros, porque nadie estamos libres de que nos suceda lo mismo que a Charly. A mí, desde luego, me gustaría que si me ocurriera esto, mis hijos no pasaran hambre», concluye.

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