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Detrás del mostrador de su tienda, Fátima Kebir tiene que interrumpir la entrevista varias veces para atender a sus clientes. «No te preocupes, mañana me traes los diez céntimos cariño», le responde a una mujer. «Este negocio es muy importante en el barrio, porque mucha ... gente mayor tiene lejos los supermercados y que exista es esencial para ellos», comenta más tarde. Su local, ubicado en la calle Tórtola de Pajarillos, tiene una historia de 43 años, pero ella se hizo cargo en enero de 2023. Lo hizo tras capitalizar el paro.
Kebir, de origen marroquí, llegó a España con su madre y sus hermanos hace 16 años. Primero vivió en Madrid y terminó en Valladolid. «Trabajé durante 13 años como auxiliar de geriatría en Pozaldez. Tenía un contrato indefinido, pero me despidieron hace dos años», relata. En este momento se quedó en el paro, situación en la que estuvo durante un año sin conseguir empleo. «No encontraba nada y tienes que buscar una solución. La prestación se acaba y yo tenía que seguir comiendo», explica. No solo ella, ya que también se hace cargo de su madre, una mujer de 80 años.
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Las dos viven en un piso alquilado en Pajarillos. Es decir, tiene que hacer frente a los costes del negocio y del hogar. En concreto, 375 euros al mes solo por la vivienda, sin contar los gastos añadidos. El género, las cámaras de refrigeración, la luz, el agua y la calefacción, son los costes que Kebir añade a los fijos. «No sé el tiempo que estoy en la tienda, hay días que hago doce horas para poder ganar algo más con el negocio. Si la jornada va mal, lo dejo abierto un poco más. También estoy los sábados y domingos», matiza.
De momento, consigue salir adelante gracias a la ayuda de la dueña del local, María. Ella es la primera persona que se puso detrás del mismo mostrador hace 43 años, junto con su marido, hasta que ambos se jubilaron. Después, el negocio pasó de mano en mano hasta que cayó en las de Fátima. «Sobrevivo gracias a ella, que me apoya en lo que puede. Me hizo un préstamo cuando comencé aquí y le agradezco mucho toda la ayuda», explica Kebir.
No es el único apoyo que tiene en su tienda, ya que también tiene el del negocio colindante. Un cristal separa los dos locales, que están conectados visualmente y a través de un pequeño pasillo detrás del mostrador. Desde ahí se asoma el frutero José García, que explica que el local que ahora regenta Fátima es «una institución en el barrio». «Le agradezco mucho el apoyo que me da, sobre todo en algunos momentos donde me he venido abajo», recalca Kebir.
Cuando capitalizó el paro, decidió recibir la prestación por meses. Unos 600 euros que se han convertido en 800 debido a dos pagos que la faltaban y que recibe ahora de forma prorrateada. «Me queda solo un trimestre por cobrar, después no sé qué pasará», comenta. Si hubiera decidido recibir el pago único habría ingresado 5.000 euros. «Lo hice así porque me daba más seguridad», matiza.
De momento, Fátima Kebir continúa detrás del mostrador de su tienda, donde vende productos de alimentación y algunos artesanales de Castilla y León. «¡Y pan de León artesano los sábados!», exclama antes de volver a atender a otro cliente.
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