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Aumenta la población reclusa joven y la gravedad de sus delitos«Las cárceles son un fiel reflejo de la sociedad», asegura el director del centro penitenciario de Villanubla, Carlos Blanco. Lleva casi dos décadas al mando de la cárcel de Valladolid donde cumplen condena actualmente 500 reclusos y se llevan a cabo decenas de programas, ... terapias y actividades encaminadas a la reinserción una vez que los presos salgan a la calle tras cumplir por sus delitos.
Ese espejo social refleja una preocupante realidad aquí en Valladolid, el aumento de la población reclusa joven (la que comprende una franja de edad entre los 18 y los 25 años) que se encuentra privada de libertad en la cárcel de Villanubla. «El incremento de reclusos jóvenes no es algo nuevo, lo apreciamos desde hace 20 años pero es cierto que se ha vuelto más significativo desde 2015», explica Blanco, quien puntualiza que la población reclusa en términos generales ha descendido desde hace dos décadas. «Es un hecho que se ha notado desde 2009 por los cambios legislativos sobre todo en materia de delitos relacionados con las drogas y se ha mantenido hasta 2019, después la pandemia influyó directamente en la disminución de los hechos delictivos», aclara Blanco.
El aumento de los presos de 18 a 25 años es un hecho en Valladolid. «En 2019 teníamos 51 en esas edades y este 2023 contando con una población reclusa total muy similar tenemos 70 jóvenes, una diferencia notable», añade el directo de la prisión.
Desde esta cárcel no solo aprecian un salto cuantitativo que marca una nueva realidad, también anticipan un cambio en la tipología y la naturaleza de los delitos que han cometido. «En los últimos cuatro años ha disminuido el número de internos acusados de delitos contra la salud pública o por robos con fuerza en establecimientos o domicilios -que era lo habitual junto con otras condenas- ahora lo que vemos entre los jóvenes que terminan aquí son condenas por robos con violencia, con lo que se pasa a la amenaza de personas, delitos de lesiones, agresiones sexuales y un importante incremento de delitos por violencia de género que anteriormente estaban catalogados como lesiones», asegura Blanco, quien puntualiza que en Villanubla reciben a reclusos de toda la región y también Madrid. «Es cierto que ha aumentado tanto la gravedad como la violencia con la que ejercen los hechos».
La relación de Cruz Roja con el centro penitenciario vallisoletano tiene solera. Llevan más de 13 años ayudando a los presos a luchar contra las adicciones a la droga. «También potenciamos las habilidades sociales de cada uno dotándoles de conocimientos en distintas áreas para el momento en el que salgan de prisión», argumenta Antonio Marcos, director del centro de Atención Ambulatoria a Personas Drogodependientes (CAD) de la entidad.
En sus sesiones con los jóvenes abarcan desde temas psicológicos, sanitarios o de empleo. «Muchas veces son los propios reclusos los que demandan este servicio o la cárcel cuenta con los perfiles más acordes y que realmente tienen ganas de forma parte de estos programas que tanto beneficio les aportan».
Ayudan de forma semanal a unos 12 presos de menos de 25 años gracias a los siete voluntarios que comparten tiempo y conocimiento en las terapias grupales que se llevan a cabo en las aulas. «Intentamos que los contenidos sean lo más personalizados posibles y resulten atractivos a los jóvenes para que cuenten con todas las herramientas que están a su alcance», espeficica Marcos, quien adelanta dos proyectos de futuro por parte de Cruz Roja. «Si todo va según lo previsto este año trabajaremos para que la cárcel se convierta en un entorno más agradable y menos frío cuando los niños vayan a visitar a sus familiares y otro programa con personas mayores para valorar su deterioro, la situación personal de cada uno y determinar sus necesidades.
Es complejo englobar un perfil concreto de los presos menores de 25 años así como el tiempo de condena medio que permanecen privados de libertad. «Hay de todo, desde homicidios con penas que rondan los diez años, agresiones sexuales de condena similar o delitos de robos, lesiones o violencia de género que no superan los cinco años. Muchas veces encadenan condenas por distintos tipos», aclara el director.
Lo que sí asegura Blanco es que se trabaja de forma personalizada con cada uno de estos reclusos en función del delito que cometieron. «Con terapias y programas específicos encaminados a tratar las adicciones o la agresividad por poner un ejemplo». Es un trabajo diaro que se torna más complicado en el caso de los presos más jóvenes (de 18 a 21 años), ya que a las terapias se les suma el inculcarles el interés por un ocio positivo cuando muchas veces su entorno está muy lejos de esa realidad. «Se trata de trabajar las carencias que les han llevado a cometer el delito».
Por eso, consideran fundamentales su participación en terapias semanales que se prolongarán hasta los dos años y se compaginarán con las labores en el Centro de Inserción Social, la participación en talleres ocupacionales, la continuación de los estudios, actividades de alfabetización, el desempeño de un empleo dentro de prisión y, fundamentalmente la práctica de deporte (que genera especial interés entre los reclusos más jóvenes).
Después de 19 años al frente de la institución penitenciaria, Blanco analiza qué puede estar fallando para que se dé esa disminución de edad, cada vez más notoria, en los presos y la mayor gravedad de los delitos.
«Es complicado responder a esa pregunta, valor el qué falla pero no cabe duda que el acceso descontrolado desde edades cada vez más tempranas a todo tipo de contenidos y redes sociales es una de las causas». Para Blanco, el hecho de que incluso antes de la adolescencia se pueda consumir durante horas contenido de carácter violento entre un público que no es capaz de discriminar lo que está bien de lo que está mal hace que se banalice la violencia. «El control parental es algo que prácticamente no existe a día de hoy y habría que trabajar este problema a nivel mundial porque un solo país no puede pararlo», asevera.
«Hace falta también alejarse de esa imagen distorsionada de que no se logra la reinserción porque siete de cada diez reclusos no vuelven por aquí una vez que han cumplido sus condenas», finaliza Blanco, quien pone en valor el trabajo del personal de Villanubla que trabaja a diario para lograr que una vez salgan del centro penitenciario lleven un vida lo más alejada posible de cualquier hecho delictivo.
Son ocho los voluntarios de la Fundación ADSIS que tratan de hacer la vida más fácil a los 80 presos de la cárcel de Villanubla con los que trabajan a diario. «Para muchos somos el único apoyo con el que cuentan porque trabajamos con jóvenes que han sufrido abusos o malos tratos, que han tenido infancias desestructuradas y que al cumplir la mayoría de edad se ven en la calle y comienzan a delinquir», explica Concepción Lascano, quien está al frente de los voluntarios y trabaja codo con codo con los reclusos.
Trabajan la motivación al cambio con mujeres y jóvenes en Villanubla y también en el Centro de Inserción Social. En Villanubla de los 80 presos con los que trabajan, 12 no superan los 25 años «y aunque son casos muy duros el trabajar con ellos y convertirnos en su apoyo permite que la reincidencia sea mínima», añade Lascano. En la Fundación ADSIS, los voluntarios que previamente son formados les ayudan en el desarrollo de actividades sociales, a la hora de realizar gestiones como la búsqueda de una vivienda o la apretura de una cuenta bancaria o la compra de una tarjeta de móvil. «Son pequeños gestos que se convierten en fundamentales para personas que no tienen a nadie más».
Cada uno de los casos se valora y se trabaja de forma personal. «A nivel personal es muy gratificante el poder ayudar a que estas personas salgan adelante y puedan tener una oportunidad una vez que cumplen condena por los delitos cometido»,finaliza Lascano.
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