Según el objeto del veredicto del jurado, emitido en 2009, dos días después del juicio, Ismael cometió los asesinatos porque quiso. Motivos, a tenor de lo declarado por su madre en la vista, tenía más que sobrados para atacar a su padre, Luis Mateo, en una suerte de ojo por ojo que aplicó también a su hermana María Victoria. Dos años antes de sentarse en el banquillo por el doble crimen, Ismael dejó caer ante el juez instructor de la causa que cuando llegó a la mayoría de edad se percató de que no solo su progenitor le había maltratado física y psicológicamente, sino que Mariví también lo hizo. A ella la acuchilló y al padre de ambos le mató con una catana.
Fontanero de profesión, Ismael Valdajos llevaba los tres últimos años de su vida previos al crimen recluido en su habitación. En 2004 perdió el trabajo e incluso intentó quitarse la vida, lo que le llevó a aislarse del mundanal ruido para encerrarse en un hogar en el que, según relató su progenitora, reinaba la tiranía de un hombre, Luis Mateo, enganchado al alcohol y que pagaba sus malos humos sobre sus familiares. El 26 de junio de 2007, Ismael decidió armarse de un cuchillo de cocina de 15 centímetros de hoja y una espada samurai de 69 centímetros de filo para sesgar las vidas de Luis Mateo y Mariví pasadas las cuatro y media de la tarde, hora en la que su madre salió de casa para trabajar. Primero, entró a la habitación de su hermana y le asestó varias cuchilladas dirigidas al corazón. Después empuñó la catana de su propio padre, que cuando subió las escaleras se encontró con un golpe que le dejó casi a merced de un joven que continuó acuchillándole hasta le remató clavándole la catana por la espalda.
Poco o nada se sabe de lo que hizo desde ese instante hasta que acudió, a las 17.50 horas, a la casa de sus tíos para explicarles lo ocurrido con su padre -nada dijo sobre su hermana-. Luego los agentes que le recogieron le vieron «muy tranquilo».
Los forenses aseguraron que, a pesar de su trastorno de personalidad, el joven «no tenía sus facultades mentales alteradas» cuando cometió el doble crimen
La Audiencia Provincial de Valladolid condenó al joven vallisoletano a la pena de 36 años de prisión como autor del parricidio. La Fiscalía había solicitado 40 años de cárcel por las dos muertes, mientras que su letrado defensor consideró que solo era culpable del homicidio del padre, ya que según aseguró inicialmente el acusado, éste habría salido en defensa de su hermana durante una discusión con el progenitor. El abogado de la defensa presentó a su cliente ante el jurado como un «enfermo mental que vivía como un animal enjaulado». Aquel día «explotó» y, «motivado por su propio estado, solo sabía que tenía que defenderse después de que su padre matara a su hermana». La tesis de la defensa propia y de los trastornos psicológicos (padecía un trastorno esquizoide de la personalidad), sin embargo, no prosperó.
La sentencia aplica 18 años por cada asesinato con la agravante de parentesco, y considera que el joven actuó con total frialdad y alevosía. Los forenses que examinaron en dos ocasiones a Ismael tras los asesinatos aseguraron que, a pesar de su trastorno de personalidad, «el joven no tenía sus facultades mentales alteradas» cuando sucedieron los asesinatos.
En los hechos probados de la sentencia se recoge que Ismael Valdajos convivía en el domicilio familiar del barrio de Girón junto a sus padres y hermana. En la tarde del 26 de junio del 2007, sin que mediara discusión familiar alguna y en ausencia de la madre, el acusado armado con un cuchillo de 15 centímetros entró en el dormitorio de su hermana, María Victoria, que se encontraba tumbada sobre la cama, y le clavó repetidamente el arma blanca sin que ésta pudiera defenderse. El informe de la autopsia recoge 15 heridas en el corazón y pulmón.
Instantes después, el padre, que se encontraba en la planta baja viendo la televisión, subió por las escaleras y fue atacado por Ismael, que en ese momento llevaba una catana con la que golpeó a su padre en la cabeza, de forma que le seccionó el cuero cabelludo y posteriormente le remató clavándosela en el tórax.
Según la sentencia, la alevosía del joven en esta segunda muerte se demuestra en las 29 heridas que presentaba el cuerpo de su progenitor, Luis Mateo, a quien remató al atravesarle el corazón sin capacidad de repeler la agresión.
Después de consumar las dos muertes, Ismael se lavó y cambió de ropa, y pasadas las cinco y media acudió al domicilio de sus tíos, quienes alertaron a la Policía y a los servicios sanitarios.
Trató de convencer a la Policía de que había sido su padre quien acuchilló a su hermana y que él acudió con la espada japonesa para defenderla
Aunque en la tarde en la que sucedieron los hechos, la Policía dio credibilidad a la versión de Ismael respecto a que este había salido en defensa de su hermana herida, los informes presentados en el juicio por el equipo de Policía Científica sostienen que el condenado con ánimo de matar se situó sobre su hermana, de 33 años, a la que clavó el cuchillo mortalmente.
Se rechaza también que hubiera discusión entre padre y hermana a tenor de la falta de restos de alcohol en el cuerpo del padre (la esposa declaró en el juicio que la familia vivía un auténtico calvario por esta adicción de Luis).
La sentencia descarta, además del trastorno mental del joven, el argumento de la defensa de que Ismael estaba sometido al miedo por la conducta agresiva durante años de su padre.
El fallo concluye que «en modo alguno, este es el caso del acusado, que acudió al colegio con normalidad y obviando el problema de alcoholismo de su padre, que puede hallarse en la base de su trastorno de personalidad, se desenvolvió correctamente en su entorno familiar y social hasta que decidió, ya con más de 28 años, encerrarse en su habitación, relacionándose solamente con su familia, pero en modo alguno perdiendo la conciencia de la realidad social en la que vive».
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.