La fachada del número 28 de la calle Domingo Martínez, una perpendicular del Paseo de Zorrilla, está abierta en canal. En cada descansillo se ha picado un gran boquete para habilitar las cuatro pasarelas de acceso a las plantas. Mientras un grupo de albañiles levanta ... una torre de ladrillo que parte de la franja de aparcamiento de esta vía, por la que discurrirá la cabina, en el tercer piso del inmueble María Ángeles Baiget se queja del frío en su charla con El Norte. No importa. La recompensa por el sacrificio de este invierno merece la pena. «Nos han dicho que en agosto estará en funcionamiento», avanza esbozando una sonrisa de alivio. Lleva 54 años en su casa tirando de piernas. Peldaño a peldaño. Un día tras otro. «Imagínate con cuatro hijos, las compras, los cochecitos de los bebés, a veces me ayudaba mi marido, pero...». Más de medio siglo después, esta mujer podrá subir y bajar en un ascensor.
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El de este inmueble será el número 103 de los elevadores residenciales autorizados por el Ayuntamiento en vía pública desde que el ya extinto reglamento municipal de 1997 recogiera esta posibilidad excepcional cuando no haya alternativa para abrir hueco en un patio de luces o en el interior del inmueble. Es una tramitación compleja, porque conlleva la cesión de un espacio de todos para un uso privativo, pero los beneficios para estas comunidades, generalmente envejecidas al tratarse de edificaciones antiguas, merecen esa solidaridad del municipio para poner a su servicio un poco de suelo. Piensen ustedes en su madre de 90 o en el abuelo de 87. ¿A que sí?
Esta solución ha permitido a vecinos de más de un centenar de bloques del término municipal mejorar su calidad de vida de forma más que notable. Lo confirma Justi Ovelleiro, residente de uno de los tres edificios de la calle San José (trasera de la Estación de Autobuses) que han tenido que optar por este sistema ante la imposibilidad de encontrar espacio en las entrañas del inmueble. «Antes de ponerlo, pues mal, con niños, los carros... complicado, aunque era más joven y no me costaba; ahora estoy encantada porque nos vamos haciendo mayores y tenemos otras dificultades. Nos ha venido al pelo, porque si no me hubiera tenido que marchar de mi casa, en la que llevo muchos años», precisa.
En el portal contiguo, María Jesús Toledo, antes en un edificio sin ascensor de la avenida Reyes Católicos, apuntala estos argumentos. «Llevo aquí un año; antes de dejar de poder subir al tercero donde vivía, me vine a esta casa», explica la vecina. «La gente joven tiene fuerza, pero cuando vas cumpliendo años la cosa cambia; ahora cuando doy una vuelta por allí me cuesta subir y eso que voy de vacío», añade la residente.
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El primer despliegue masivo de esta solución arquitectónica, que implica la construcción de un adosado al inmueble original se probó con éxito en el Área de Rehabilitación Integral de La Rondilla (2008-2014). En este barrio, setenta comunidades de propietarios estrenaron ascensor tras décadas de esfuerzo físico y con la edad apretando. Estos elevadores, no obstante, no están contabilizados en las estadísticas municipales como ocupación vía pública al tener su acceso en las denominadas calles-patio, según precisan fuentes de la Concejalía de Movilidad y Espacio Urbano.
Desde entonces, los permisos del Ayuntamiento se han extendido fuera de esos planes colectivos de reforma. Según recoge el mapa de estas instalaciones facilitado por el Ayuntamiento, el barrio del Cuatro de Marzo es la zona que más elevadores de este tipo acapara (38). El resto se reparte por diferentes calles de la trama urbana, desde el entorno de la plaza de toros a algunas vías de Delicias, Rondilla o Pajarillos.
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La Ordenanza de Ascensores en vigor, aprobada a finales de 2011, regula en sus artículos 15 y siguientes estas instalaciones de carácter excepcional. En ella, se establece que la ocupación y utilización de bienes de dominio público solo será posible cuando se cumplan simultáneamente las siguientes condiciones: que resulte inviable técnica o económicamente cualquier otra solución, que se garantice el respeto de la superficie mínima y los estándares exigidos para espacios libres y dotaciones públicas, así como la funcionalidad del dominio público, es decir que esté asegurado el tránsito de peatones o vehículos dependiendo de dónde se ubique la base del ascensor. Además, la cabina debe integrarse en la fachada del inmueble y en el entorno y, por supuesto, debe quedar garantizado el acceso para emergencias.
Estos requisitos suponen una larga y compleja tramitación administrativa, que en ocasiones se topa también con problemas. Es el caso del proyecto para los dos elevadores ya en funcionamiento en la calle Gabilondo, que fueron llevados a los tribunales por el propietario de los locales comerciales situados entre las dos torres de ascensor que se levantan en esta vía. La razón: la instalación restaba visibilidad a los escaparates de este espacio.
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Los jueces avalaron, sin embargo, la solución exterior para ambas cabinas. En la sentencia, dictada en abril de 2018, el TSJ argumentaba que la construcción interior de la máquina hubiera afectado a todas y cada una de las viviendas en una superficie aproximada de tres metros cuadrados por cada piso. La apelante instaba a que se utilizara la expropiación del espacio necesario en cada vivienda para habilitar el hueco, algo que la Sala rechazó, ya que tanto la ocupación privativa del dominio público como el procedimiento expropiatorio de alguna superficie privada del inmueble son excepcionales, pero esta última solo sería posible en el que caso en que fuera «la única opción».
Un lustro después de aquel contencioso, la veterana Carmen Pilar, con su carro de la compra en ristre, subraya, antes de entrar al ascensor al que se accede con una llave que actúa de llamador, que la instalación les ha facilitado su día a día. «Yo vivo en un segundo, toda la vida subiendo y bajando las escaleras, ahora hemos mejorado mucho, pero mucho», confirma. Es lo que espera María Ángeles Baiget a partir de agosto.
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Ha sido una de las apuestas del equipo de gobierno para mejorar la movilidad peatonal en zonas 'escarpadas' de la trama urbana. La instalación de ascensores de uso público ya es una realidad en San Isidro, con los tres elevadores que salvan el desnivel entre las calles Ánade, Estornino y Oriol con el paseo de Juan Carlos I. A estas instalaciones se les sumarán los dos montajes con cabina, rampas y escaleras mecánicas que se rematan en las laderas norte y este de Parquesol. También está adjudicada la redacción del proyecto para la construcción de otro elevador en el barrio de Girón, que conectará la avenida de las Contiendas con la plaza Porticada.
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