La vida de Batis Pefanis es toda una sinfonía de pasiones y talentos. Él nació en Grecia. Se considera ateniense «de pura cepa» y actualmente trabaja en Valladolid como cortador profesional de jamón, algo que sorprende a sus clientes y a todo el que conoce ... su historia. Durante 25 años, Batis conquistó los más importantes teatros, auditorios y escenarios en su Grecia natal, haciendo sonar su saxofón en incontables conciertos. Para él la música lo era todo, sin embargo, el destino le tenía preparada una nueva partitura. En el 2006 conoció a Elena, una joven de Portillo que estaba en Grecia con una beca del Ministerio para estudiar griego. Durante 15 años, vivieron su amor en Grecia, donde formaron una familia fusionando ambas culturas.
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Gracias a su mujer, él se aficionó a la alta gastronomía española y sobre todo a las tapas, de las que disfrutaba en cada una de sus escapadas a Valladolid. Le gustaban tanto, que llegó un momento en el que decidió emprender un nuevo camino y llevar los sabores de España a Grecia montando un negocio de restauración. Quiso prepararse a fondo y para ello, se propuso aprender a tratar el producto más 'typical spanish', el jamón. En enero de 2020 viajó hasta la cuna del jamón Ibérico, Salamanca, para participar en un seminario intensivo con uno de los grandes maestros cortadores del país, Anselmo Pérez. «Con él aprendí una nueva vocación que me llenó de satisfacción. Conocí el mundo del jamón y el arte que hay detrás de la técnica del corte. Yo no sabía nada de este producto y he descubierto un mundo diferente y sorprendente y que también tiene mucho que ver con lo artístico. Además, me relaja muchísimo cortar. En el jamón he encontrado mi vocación, porque además, esta profesión me permite estar cerca de la gente, algo que también me gustaba mucho como músico», cuenta Batis, quien ha logrado convertir el manejo del cuchillo en una melodía precisa y delicada.
Regresó a Atenas para continuar con los trámites de la puesta en marcha de su empresa. «Lo tenía todo y con el contrato en la mano, mi sueño de introducir la cultura del tapeo vallisoletano en Atenas, se vio truncado por la pandemia», dice este artista, que no se dejó detener por la adversidad. Hace año y medio, Batis y su familia tomaron una valiente decisión: emigrar a España en busca de nuevas oportunidades. Al poco de llegar, consiguió trabajo como cortador profesional en el Café Ibérico y hoy, se enorgullece de haber cambiado las notas del saxofón por los trazos certeros de su cuchillo. Considera su nuevo oficio como un arte en sí mismo. Una coreografía de movimientos milimétricos que culminan en finas y deliciosas obras maestras culinarias. Para él, cada pieza de jamón es una partitura en blanco esperando ser interpretada. «No hay dos piezas iguales y cortar bien un jamón no es fácil. Todos los días aprendes algo nuevo y cuando empiezas a cortar y limpiar una pieza, no sabes lo que vas a encontrar debajo. El jamón es un producto increíble y que permite infinitas posibilidades. Cada vez que pruebas una loncha, es como la primera vez. Está tan rico…», alaba.
Con el saxofón y con el cuchillo, Batis es un artista que se ha sabido transformar y adaptar y que ha encontrado una nueva forma de expresión. «Antes me expresaba a través de mi música y ahora lo hago confeccionando platos de jamón. A mí me da la misma alegría el aplauso del público, que la cara de satisfacción de la gente cuando prueba el jamón que acabo de cortar. Todo es arte al fin y al cabo», señala orgulloso un plato de jamón recién cortado. «Todo lo que he hecho en la vida ha sido por amor. He tenido la fortuna de enamorarme de una vallisoletana que me ha introducido en esta cultura gastronómica. Echo de menos mi país, pero Valladolid y Portillo me encantan por su calidad de vida y por la tranquilidad. Algún día retomaré la música, pero ahora mi objetivo es mejorar la técnica del corte hasta lo máximo que sea posible y quizá, como experiencia, algún día me decida a participar en un Campeonato de España de corte de jamón. ¿Por qué no?», se pregunta.
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Su soporte jamonero lleva inscrito su nombre. Dice que al ser extranjero «era indispensable para que todo el mundo lo recordara». También llama la atención su chaquetilla negra, en la que luce un escudo dorado. Su emblema profesional. En él aparece un castillo y una lechuza. «He unido el símbolo de Castilla y León y el símbolo de la diosa Atenea y de la Grecia antigua. Lo elegí así, porque soy griego y me siento enamorado de la cultura de Castilla», remata este cortador de jamón, que tiene a la música y a la gastronomía como estándares de su arte.
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