Borrar
Coronavirus: Apoyo desde Valladolid para combatir el virus en África

«Me temí lo peor, que hubiera que recoger cadáveres de las calles»

El doctor José Manuel González afronta como cooperante la lucha contra la pandemia en el Congo, uno de los diez países más pobres del mundodespués de su jubilación como médico del Hospital Clínico y del Río Hortega

Víctor Vela

Valladolid

Viernes, 25 de diciembre 2020, 08:52

Unas bombonas largas, cilíndricas, azules llenas de oxígeno, descansan junto a la pared, entre macetas y una pequeña zona ajardinada, al lado de las habitaciones que el hospital Monkole (en la periferia de Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo) ha habilitado para los enfermos de covid-19. El coronavirus también golpea las zonas más deprimidas de África. Aunque con menor virulencia que en países como España, allí los hospitales no están tan bien dotados como en Europa. Allí se hace más complicado mantener las medidas higiénicas y de seguridad. Allí el confinamiento es más difícil porque, en muchos casos, no salir de casa significa no comer. Allí, en aquel hospital que se ha reinventado para afrontar la pandemia, en aquel país incluido entre los diez más pobres del mundo (según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) hay un médico curtido en la sanidad vallisoletana que combate la nueva enfermedad.

Es José Manuel González (Madrid, 1951), hijo de ferroviario, estudiante de Bachillerato en Zamora, de Medicina en Salamanca, con la especialización en el Clínico de Valladolid, y desde 1979 trabajó en el Río Hortega. Fue director médico de aquel hospital entre 1996 y 2002. Viajó a Estados Unidos para cumplir una estancia de un año en el hospital Jefferson University, en Philadelphia. Regresó a Valladolid en 2003 y hasta 2018 fue jefe del servicio de Gastroenterología en el hospital Clínico. Después, hizo las maletas rumbo a la República Democrática del Congo. Y allí, ya jubilado, como cooperante, donde colabora en la gestión de un hospital como director general adjunto, le sorprendió la crisis del coronavirus. «Llegué en julio de 2018 con el compromiso de estar, como mínimo, dos años». Al final serán más. Estos días, José Manuel está por Valladolid, pasa una pequeña temporada en su hogar antes de regresar, en unas semanas, a África.

Una de las alas del hospital preparadas para acoger a pacientes sw coronavirus El norte

Cuenta que el 2 de marzo se diagnosticó el primer caso (importado) en el país. Que ocho semanas después ya eran 491. De ellos, 31 fallecieron. Pero que luego, el ritmo de contagios se contuvo. «Hasta la época florida, que coincide con la primera ola, hasta julio más o menos, hubo 12.700 infectados y en torno a 350 fallecidos». En todo el país. En un territorio con casi 90 millones de habitantes. Sin embargo, aquellos primeros días de la primavera fueron muy preocupantes. No se sabía cómo golpearía la pandemia un país con un debilitado sistema de salud. «Me temí lo peor, que hubiera que recoger cadáveres de las calles», explica González.

El centro hospitalario en el que trabaja (promovido en 1989 por el Centro Congolés de Cultura, Formación y Desarrollo, una asociación sin ánimo de lucro) se adaptó a toda velocidad para encarar la nueva realidad.  «Tuvimos que buscar en todos los rincones el material de prevención, para minimizar el riesgo de infección entre los profesionales». «La primera medida fue facilitar el lavado de manos en todas las entradas del hospital, con la toma de temperatura y una encuesta triaje para seleccionar, de entre todos los pacientes que acudían al centro, a aquellos posibles casos, que eran (y son) tratados de forma especial, con un circuito diferenciado», añade. Además, del complejo dependen tres centros de salud, «en zonas muy deprimidas y de difícil acceso, en los que las medidas tomadas son muy parecidas: se facilita el lavado de manos, se toma la temperatura y se hace triaje». Los casos sospechosos, se envían al hospital Monkole.

Punto de lavado de manos en el acceso del hospital y, al fondo, un médico en la zona de triaje. El Norte

Para ello, se preparó como 'covid center' en uno de los edificios independientes con los que cuenta el complejo hospitalario. Allí se atienden las consultas y se presta asistencia a todos los casos de coronavirus. «Se abrió una entrada exclusiva para el personal sanitario y se separó el acceso de los enfermos sospechosos del de los casos confirmados. Se habilitaron dos áreas de hospitalización con capacidad para 25 camas, en habitaciones individuales o dobles.Una para los enfermos diagnosticados. Otra, para los pacientes con enfermedad moderada o grave que están a la espera de los resultados de los test de diagnóstico». También crearon de un laboratorio en el mismo edificio para poder realizar las pruebas, «con test avalados por la Organización Mundial de la Salud». La edad media de los casos confirmados en la República Democrática del Congo es de 43 años. La esperanza de vida, de 60. En Valladolid, de 84 años.

Un compromiso como cooperante en África y América Latina

«Durante mucho tiempo, alrededor de 25 años, he dedicado parte de mis vacaciones a la cooperación, pero siempre antes en Perú. Sobre todo, con el desarrollo de campos de trabajo con universitarios», explica González, quien recibió la invitación de Monkole, en la República Democrática del Congo, para colaborar en la dirección del hospital. «Ya había estado antes allí, en 2009, cuando viajé para conocer este hospital y ofrecer algunas ideas para su organización y la formación del personal», añade. El proyecto Monkole nació en 1989, promovido por la asociación sin ánimo de lucro Centro Congolés de Cultura, Formación y Desarrollo(CECFOR), que además del hospital gestiona una escuela de enfermería y un centro de formación y apoyo sanitario. El objetivo inicial fue la atención pediátrica y de la maternidad, como centro ambulatorio, pero pronto se amplió como hospital con quirófanos y un edificio especializado en la atención a pacientes con VIH.

El 24 de marzo se decretó el estado de emergencia en el país y se cerraron las fronteras. La capital, Kinshasa (con casi 12 millones de personas) acumulaba el 95% de los casos y las autoridades decidieron aislarla del resto de la nación. «Fue confinada la población del centro de la ciudad, que es donde más casos aparecieron, puesto que es la zona donde vivían la mayoría de los casos importados», explica el doctor González. La primera medida que se adoptó fue el distanciamiento social. «Pero es muy difícil de cumplir. Esta es una ciudad muy poblada. Son distancias muy grandes y no hay medios públicos de transporte. Seguir las normas dadas implica disminuir el número de viajeros al menos en un 50%, lo que duplica el precio». Sí que se suspendieron todas las actividades con más de veinte personas, se cerraron temporalmente bares y restaurantes, se prohibieron los actos religiosos públicos, «pero los mercadillos han seguido llenos; la gente tiene que salir de casa para buscarse los medios económicos que le permitan comer ese día». Hoy la vida ha recuperado normalidad, con las lógicas precauciones.

Recepción del hospital, con las pantallas protectoras instaladas como medida frente al coronavirus. El Norte

«Se decretó como obligatorio el uso de mascarillas (aunque es habitual ver a gente que no la lleva)». ¿El problema?«Que es imposible cumplir esa orden. No hay mascarillas en el mercado». Pero la incidencia allí no ha sido, ni de lejos, la vivida en Europa. «No se ha visto esa explosión de casos que ha sufrido, por ejemplo, España. Parece que la capacidad de infección del virus es inferior en estas zonas de la que se ha apreciado en Europa o Estados Unidos. ¿La temperatura y la humedad? Es posible. ¿Otras causas? No lo sé», reconoce el doctor González. «Los primeros casos importados fueron pocos (35 de Francia, 18 de Bélgica, cinco de Estados Unidos, cuatro del sur de África) y se conocieron rápidamente, con lo que las medidas de aislamiento y control de contactos fueron más sencillas. «El país tiene mucha experiencia en el control de contactos por la crisis del ébola, el rastreo funciona muy bien para detectar los casos y los posibles contagios de personas cercanas», asegura. Pero, además, puede haber influido que la edad media de la población es más baja, que no hay residencias de ancianos, «tal vez que exista una inmunidad general por el cruce con algún virus endémico». Y esta menor influencia ha sido en parte un alivio, ya que la «estructura sanitaria» del país no habría soportado unas oleadas como las de España.

El doctor González estuvo por última vez en Valladolid a principios de este año, «cuando ya había casos en China y se empezaba a hablar de contagios en Canarias». Dejó la ciudad en una normalidad absoluta. Cuando ha regresado hace unos días, se ha encontrado una Valladolid llena de marcarillas, bares con límites de aforo y luego cerrados, centros comerciales clausurados «y rigidez en la calle, con la gente muy tensa», asegura. «Me impresionó mucho ver lo que nos ha cambiado la vida», reflexiona mientras trabaja para volver a África en unas semanas, donde afrontará una rerorganización del hospital, con una apuesta clara por la telemedicina en oftalmología, radiología y anatomía patológica.

Habitación para pacientes covid El Norte

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla «Me temí lo peor, que hubiera que recoger cadáveres de las calles»