Quienes conocieron a Teresa Rodríguez Llamazares la definen como «un cielo de niña», hablan de ella como «una chica dulce, algo tímida y, sobre todo, encantadora». Son calificativos a los que hoy les sigue un silencio de incomprensión y rechazo hacia la idea de que ... haya sido asesinada por su ex pareja -un Guardia Civil de Valladolid- cuando se encontraba en su vivienda de la Rue du Marché Au Charbon (Kolenmarkt,38). Solo tenía 23 años.
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Estudiante del Lycée Français de Castilla y León hasta tercero de la ESO, continuó sus estudios en el Instituto Condesa Eylo Alfonso, donde cursó también Bachillerato con la doble titulación de francés y español.
Recuerdan desde el centro educativo a Teresa y lo hacen con notable cariño. Describen aún consternados a un chica «súper educada, sociable y muy prudente». Así era ella según quienes compartieron tiempo y vivencias con Teresa.
Tenía claras sus motivaciones. Ayudar a los demás y en cualquier ámbito. Su espíritu solidario fue lo que le llevó a realizar voluntariados y regalar su tiempo para aportar su granito de arena en la Protectora de Animales Propatas, así como en la Fundación Personas o en la residencia de ancianos San Marta. Durante un tiempo compaginó sus estudios con la convivencia en el Grupo Scout Íberos de Valladolid, del que fue monitora.
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Era amante de la música y tocaba el piano desde bien pequeña. Teresa fue también miembro del coro del Condesa Eylo durante los años en los que estuvo estudiando desde 2015. «Hoy he comunicado la noticia a los chicos. Es terrible. Nos ha costado mucho empezar a cantar», señala el director del Condesa Eylo, Iñaki Becoechea, quien fue también su profesor de coro. Hoy cuesta más concentrarse en un instituto donde Teresa pasó los últimos años de formación académica. No pueden creer lo sucedido.
Interesada en los idiomas, viajera y de espíritu inquieto participó en el viaje a Sicilia que hicieron en 2016, también en el intercambio que tuvo lugar en 2018 en La India para conocer nuevas culturas. Miembro de una familia muy implicada en la actividad del colegio, su madre -relacionada con el mundo sanitario- y su padre, Juan Rodríguez, un querido funcionario del área de Salud Pública del Ayuntamiento de Valladolid que se jubilaba hoy, fueron para ella «un buen ejemplo para desarrollar su pasión por la enfermería», señalan desde el centro.
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No solo se le daban bien los idiomas (hablaba inglés y francés) también las letras. De hecho, eran las asignaturas relacionadas con esta rama en las que más destacaba una chica a la que definen desde el centro «como buena estudiante en general y muy implicada en las actividades del centro en particular», tal y como asegura el director del Condesa Eylo, Iñaki Becoechea. «Estamos destrozados», finalizan desde el centro, que el miércoles a las 11:00 horas ha convocado un minuto de silencio en memoria de la joven.
Al terminar el Bachillerato, Teresa entró en la Universidad de Valladolid para cursar el Grado en Enfermería. Una vez se graduó realizó las prácticas en el Centro de Hemoterapia y Hemodonación de Castilla y León. «En cuanto cogía confianza te mostraba como era. Además de una gran profesional, cosa que demostró durante las prácticas. Teresa era alegría andante, siempre la veías con una sonrisa y el trato y el cariño que les daba a los donantes era increíble, de verdad que era encantadora», asegura Charo Valentín, quien fue su tutora de prácticas.
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También allí consiguió trabajo como enfermera. «No le importaba quedarse un hora más o lo que hiciera falta y la captamos enseguida por esa actitud y esa profesionalidad que demostraba cada día».
Coincide en palabras de cariño Mónica Mallol, también tutora de Teresa. Están devastadas por la muerte de un chica tan joven a la que describe Mallol como «risueña y con una proyección profesional excelente. De las mejores que hemos tenido, además sabíamos que se había adaptado muy bien al trabajo en Bruselas», señala Mallol.
Sabían de su relación con el Guardia Civil pero no vieron ni percibieron «que en ningún momento llegara angustiada a su trabajo. Nunca notamos nada que hiciera prever que tenía una relación difícil», finaliza la sanitaria.
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Ser enfermera era su pasión. Teresa también realizó prácticas y trabajó como sanitaria en Consultas, en Urgencias y en Atención Primaria y quiso probar suerte y labrarse un futuro mejor fuera de España. Por eso, se marchó a Bruselas a trabajar al hospital especializado en oncología Jules Bordet, donde había conseguido un contrato por tres años. Allí, en el departamento de hematología oncológica, pasó los últimos cinco meses de su prometedora carrera como sanitaria.
Quienes conocieron a Teresa, profesional y personalmente, hacen público «el rechazo, la repulsa, la condena y el estupor» al asesinato de la joven, que ha fallecido este jueves a manos de su ex pareja, quien aparentaba ser «un chico muy agradable».
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Teresa tenía planes, quería ir esta Navidad con sus padres y su hermano mayor a La India. «Hace poco le había dicho a una de las profesoras que le hacía mucha ilusión volver para enseñarles ese lugar y presentarles a la gente a la que había conocido en su viaje de 2018», finaliza el director del centro. Pero ya no podrá ser. Ni ese viaje, ni su prometedora carrera como enfermera, ni los planes y proyectos de futuro de una chica risueña, prudente y con inquietud por la vida que tenía solo 23 años.
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