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La antigua churrería de Teresa Gil cambia los buñuelos por cóctelesDónde antes había buñuelos ahora hay una carta de picoteo tan sorprendente como variada. El olor a chocolate se sustituye ahora por el de ... las copas y cócteles, y los churros dejan hueco a un ambiente innovador y sofisticado. La antigua churrería de Teresa Gil dan un giro de 180 grados, tanto en su carta como en su decoración tras la reforma, y alberga en su interior 'La Sastrería', que nada tiene que ver con coger medidas, arreglar bajos o hilvanar agujas. Un lugar que ofrece desayunos, comidas y cenas «con cocina fusión y clásica» coge el relevo de la churrería más conocida de Valladolid que hace un guiño a través de un objeto único que conservan «a modo de reliquia y con el objetivo de respetar el pasado histórico del local».
«Hablamos con la anterior dueña de la churrería para mantener ese recuerdo que tiene la gente de Valladolid porque ese tipo de negocio están desapareciendo. Nos dejaron una maquina de churros antigua y que llevaban con ella desde que empezaron. Estamos haciendo una vitrina para lucirla como recuerdo. Es un elemento clásico y un elemento industrial que combina a la perfección con nuestra decoración, basada en la sastrería, con maquinas de coser de metal, que son verdaderas reliquias», confiesa Jorge Estrada, uno de los socios fundadores de 'La Sastrería', quienes tienen un local con el mismo nombre en el Pasaje Gutierrez y otro establecimiento dedicado a eventos en la calle Fray Luis de León.
Con muchos años de historia vinculado al mundo de la hostelería de Valladolid, Jorge Estrada, quien también regenta el bar 'Piscolabis' del Pasaje Gutierrez, confiesa que la idea de este local es «poder disfrutar de lo que ofrecemos a cualquier hora del día desde por la mañana, el vermout, la comida, la cena y las copas de entremedias. Tenemos también una zona de ibéricos y embutidos cortados que está abierta siempre». Como no podría ser de otra manera, el recuerdo del antiguo local permanece entre la gente que visita 'La Sastrería'. «La gente tiene su parte de nostalgia y de cierta decepción cuando acude a vernos. No era nuestro modelo de negocio continuar con una churrería aunque valoramos la opción de tener churros por las mañanas con los desayuno. Pero finalmente pensamos que iba a ser demasiada mezcla de contraste», confiesa Jorge Estrada.
Con capacidad para cien personas entre la barra, mesas altas y un comedor formado por siete mesas al final del local, 'La Sastrería' busca «mantener la magia de las barras de los bares y que las gente pueda tomarse una caña con una tapa en ella». «En Valladolid tenemos mucha tradición de tapas en barra y es algo que queremos mantener a la vez que ofrecemos la posibilidad de que puedan sentarse en nuestro comedor», puntualiza uno de los socios fundadores de los locales de 'La Sastrería'.
Al igual que ocurría con el anterior local, 'La Sastrería' también dispondrá de una terraza con catorce mesas en la calle Enrique IV, donde disponen de otra entrada al local. «Al final tener terraza cuando hace buen tiempo atrae a mucha gente. Será una terraza en la que la gente podrá tomar un café por la mañana, comer a medio día o cenar y tomar un cóctel hasta la 1 entre diario y las dos de la madrugada los fines de semana», finaliza Jorge Estrada.
La antigua churrería Ideal
Josefa Corrales, Pepi para todo Valladolid, fue propietaria de la buñolería Ideal desde 1981 hasta 2022. La ciudad despedía por aquel entonces a una de las mejores churreras de la ciudad conocida por sus buñuelos de Valladolid. Churrera de nacimiento, la zamorana nacida en Cañizal comenzó en el oficio junto a su padre con apenas doce años vendiendo las elaboraciones por los pueblos que rodeaban al suyo.
Su andadura en el mundo de la churrería comenzó en la calle Dos de Mayo, donde junto con su marido abrieron el primer local. Pronto se ganó el cariño de los vallisoletanos y algunos de los más ilustres, como Miguel Delibes o Tomás Rodríguez Bolaños, a quienes sirvió sus churros y buñuelos. En el año 2000, Josefa Corrales daba el salto al centro de la ciudad, y abría la que sería la chocolatería más conocida de Valladolid en la calle Teresa Gil, donde su clientela más fiel continuó acudiendo diariamente.
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