Lourdes Cebrecos siente desde hace más de un año como si veinte años si le hubieran echado encima. A finales de febrero de 2020, esta vallisoletana de 53 años, comenzó a sentirse indispuesta, dio negativo en coronavirus pero positivo en anticuerpos. Ahora, las secuelas que ... la enfermedad ha dejado en su organismo son diversas y le impiden hacer vida normal. «Cuando empecé a sentirme mal, tenía diarrea y me dijeron que sería gastroenteritis, pero luego comencé con ardor en la boca y la lengua hinchada; días después empecé con fiebre», recuerda. Un seguimiento diario con control de las diversas afecciones es lo que recibió, hasta que a finales de abril le hicieron una, desconocida por entonces, prueba PCR. «En ese momento no se sabía lo que estaba pasando exactamente y no había muchas pruebas diagnóstico, pero la que me hicieron a mi dio negativo debido al tiempo transcurrido desde que comencé a sentirme mal», precisa Lourdes. Días después, el resultado arrojado por una prueba serológica fue positivo en anticuerpos y el diagnóstico se aclaró: había tenido coronavirus. «Los médicos me preguntaron si había viajado fuera de España en los últimos meses y les dije que no, que en el único lugar en el que me lo había podido coger era en el trabajo, ya que estoy de cara al público», explica.
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Saber que había tenido la enfermedad que amenazaba al mundo y ya estaba considerada pandemia inquietó a Lourdes. «Fueron días de mucha angustia, de no saber lo que me ocurría. Además, perdí el olfato y el gusto y los médicos me decían que no podía ser, que eso sería cosa mía. Ahora entiendo el desconocimiento que había entonces ante el virus, pero los síntomas que yo tuve concuerdan con lo que se sabe ahora sobre la enfermedad», afirma. La incertidumbre le invadió y pasó mucho tiempo dando vueltas a lo que podría ocurrirle si empeoraba y reconoce que, cuando se metía en la cama, no sabía si podría levantarse al día siguiente.
Los síntomas fueron remitiendo pero Lourdes apenas notaba mejoría. En agosto volvió a trabajar y la debilidad le hizo solicitar una baja médica que se alargó durante ocho meses. «En ese momento me dijeron que tenía secuelas de coronavirus y que no estaba del todo recuperada. Yo lo notaba y según me iban haciendo pruebas descubrían cosas nuevas», recuerda. «Los cardiólogos vieron que tenía una disfunción cardíaca que me producía la fatiga, pero me dijeron que tengo que aprender a vivir con ello porque no saben si se me pasará. Es como si, de repente, me hubiera echado veinte años encima».
Para aliviar sus dolencias físicas y mentales decidió comenzar a practicar yoga, pero reconoce que aún siente «vergüenza» al contar lo que le ocurre. «Muchos piensan que soy una agonías o una pupas, pero tengo diversas secuelas: se me duerme un brazo o me duele, los pies me arden y siento quemazón desde los tobillos hasta los dedos, me dan calambres en las piernas y tengo que sentarme… me han dicho que son dolores neuropáticos y cascada inflamatoria que afecta, principalmente, a los músculos. Tengo que convivir con esto el tiempo que dure y es realmente complicado hacer vida normal», sostiene esta vallisoletana. Pero una de las dolencias que más preocupa a Lourdes es la niebla mental: le cuesta recordar datos o necesita releer textos para entenderlos.
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Las secuelas que el coronavirus ha dejado en Lourdes Cebrecos hacen que su día a día sea «complicado» y sostiene que, lo que más dolor le causa, es que «mucha gente piensa que me quejo por gusto y he llegado a un punto en el que hasta el médico me ha aconsejado que haga oídos sordos; es difícil tener que explicar que cada día me duele una parte del cuerpo o que no sé exactamente qué es lo que me está pasando». El paso del tiempo no ha hecho que las secuelas desaparezcan pero la mejoría que siente llevó a Lourdes a solicitar el alta voluntaria para regresar al trabajo. «Volver me ha ayudado mucho mentalmente aunque hay días que no puedo con mi cuerpo, porque los dolores van remitiendo pero siguen ahí», explica. El miedo a no saber lo que ocurrirá al día siguiente es lo que lleva a Lourdes a insistir en que «este virus es terrible y deja secuelas que pueden cambiarte la vida; mucha gente piensa que no va con ellos, que no les pasará nada, pero no saben en lo que puede derivar».
Ahora, con la vacuna ya puesta, confía en que las secuelas remitan, aunque apenas tiene esperanzas en ser la misma de antes. Los avances médicos y en la investigación de las secuelas del coronavirus o el ya reconocido como 'covid persistente' no ayudan a Lourdes a ser optimista porque el desconocimiento es mayor que lo que se sabe. «He perdido mucha masa muscular y tengo altibajos; los días que estoy bien quiero comerme el mundo y hago sobreesfuerzos, pero por la noche lo pago con creces y muchas veces, cuando me levanto, no puedo apenas moverme. Esos días lo veo todo muy negro y pienso que nunca voy a recuperarme».
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